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De la pesadilla al papel para combatir el trauma infantil en Gaza
Después de haber vivido tres conflictos bélicos de envergadura con Israel, como el último y más devastador que acabó con las vidas de 500 menores en 2014, los niños en Gaza tratan de combatir sus pesadillas armados con lápices de colores.
Gracias a una iniciativa educativa denominada “Programa para un Mejor Aprendizaje” del Consejo Noruego para el Refugiado (CNR), más de doscientos colegios de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) en Gaza y en Hebrón, reciben apoyo de expertos y educadores formados para tratar el trauma infantil originado por situación de conflicto o inseguridad constante.
El programa, inicialmente desarrollado en Uganda con niños soldado, se adaptó al terreno palestino, donde comenzó a aplicarse en el curso escolar 2010-2011, pero el último enfrentamiento armado de hace un año ha desbordado todos los pronósticos.
“Las pesadillas de estos niños no entran en el ámbito de lo normal, son inducidas por el trauma y, cuando se producen, piensan que van a morir o reviven la destrucción de casas, la muerte de padres o vecinos”, explica a Efe Camilla Lodi, directora del programa.
Para ayudarles a “sacar a la luz lo que guardan en la oscuridad”, apunta Lodi, los educadores les hacen dibujar las pesadillas y así visibilizar los miedos y el horror vividos con el objeto de poder seguir adelante tanto en la escuela como en el ámbito personal.
Los dibujos retratan de manera plausible la devastación y desolación ante lo ocurrido, así como las dos partes en conflicto.
En muchos de ellos los tanques, helicópteros, barcos de guerra que disparan cohetes y soldados israelíes armados con fusiles son los protagonistas, pero sobre todo lo es la muerte, en la mayoría de los casos en forma de charcos rojos y personas tendidas en el suelo.
Aparecen madres cubiertas con hiyab tratando de proteger a sus hijos de la barbarie o escuelas, ambulancias y personal sanitario que no se salvan de los ataques israelíes.
Los trazos, en muchos casos figurativos característicos de la temprana infancia contrastan con el impacto que provocan estas imágenes, una ambivalente sensación de inocencia y de niñez perdida al mismo tiempo.
Con más de dos millones de menores de 18 años en los territorios palestinos, que representan el 45 por ciento en Cisjordania y el 50,6 por ciento de la población de Gaza -de 1,8 millones-, se calcula que unos 350.000 sufren aún experiencias traumáticas marcadas por los últimos conflictos bélicos.
Los escolares que participan en este tratamiento a través de la pintura sufrían pesadillas al menos cuatro o cinco veces por la semana.
“Los problemas que originan es que, cuando las sufren, no pueden volver a dormirse y presentan problemas de concentración y comportamiento en el aula”, explica la directora del programa.
Al realizarse las reuniones en grupo, los niños toman conciencia del problema, pues muchos creen que son los únicos a los que les sucede y no lo suelen comentar al profesorado.
“Tras dos meses de sesiones, en particular en la intervención tras la última guerra, dos tercios de los niños que pasan por este programa redujeron sus pesadillas hasta una o ninguna a la semana”, señala Lodi.
Y es que los lápices y ceras de colores muchas veces son las mejores píldoras para hacerles hablar de hechos que no saben relatar.
“Al explicar las pesadillas a través del dibujo toman distancia y pueden manifestar lo que viven”, analiza la responsable del CNR.
Con todo, un porcentaje pequeño, el 10 por ciento, no lo logra debido a la gravedad del trauma, y es referido a especialistas.
Las pesadillas no son los únicos indicadores patentes de que existe estrés postraumático y los educadores también siguen muy de cerca los comportamientos violentos o micciones involuntarias nocturnas de los menores, pero sí resultan un buen barómetro.
“Vemos cómo el cese de las pesadillas incrementa el bienestar de los niños y su desarrollo en la escuela, indicadores educativos que justifican que el tratamiento ha sido exitoso”, concluye.
Además de la pintura, los pedagogos enseñan otras técnicas para lidiar con el trauma como la relajación o respiración, que permiten al niño buscar un lugar seguro con el que “reconectar con su paz interior”, “para recordarles que la guerra ha acabado”.
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