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Miles de millones en ayudas al petróleo y carbón dejan en evidencia los discursos de los líderes en la Cumbre del Clima

Un visitante, en la cumbre sobre el cambio climático COP21

Raúl Rejón

El lunes pasaron por la Cumbre del Cambio Climático (COP21) 150 jefes de Estado y Gobierno. En una sucesión de varias horas, fueron repitiendo lo que parecía un mantra: calentamiento máximo de 2ºC, reducción de emisiones y acuerdo vinculante. Los grandes contaminadores: EEUU, China, la Unión Europea, Canadá y India se adhirieron a este discurso. Sin embargo, las políticas, las regulaciones y decisiones de varios de ellos chocan (cuando no minan) los pasos que llevarían a contener los efectos del calentamiento global. Esto es lo que han dicho los líderes y lo que verdaderamente hacen sus países.

“Hemos determinado que este es el momento para salvar el planeta”

El presidente de EEUU, Barack Obama, reconocía que su país ha estado en gran parte detrás del calentamiento global. Sin embargo, Estados Unidos concede unos 18.000 millones de euros cada año en ayudas a la producción nacional de combustibles fósiles, “a pesar de las llamadas del presidente Obama para eliminar las bajadas de impuestos a estas industrias”, según un análisis de la ONG Oil Change International.

Las ayudas a las fuentes de energía fósiles son un fiel reflejo del camino que todavía lleva el planeta: son las que, al quemarse para obtener electricidad o mover automóviles y aviones, emiten enormes cantidades de gases de efecto invernadero, como el CO. La inyección económica destinada a este sector llegó a 515.000 millones de euros en 2013, un 4,7% más que el año anterior, según el cálculo del Fondo Monetario Internacional. Multiplica por 4,5 veces lo que se destina a energías renovables. La mayoría de este flujo proviene los países del G20: 425.000 millones. Ahí se hallan también Rusia, que aporta 21.000 millones, Reino Unido, con unos 8.400, y China, que ayuda con unos 2.800.

Los combustibles fósiles (el petróleo, el carbón o el gas) son el principal enemigo de lo que se persigue en la COP21. Frenar el cambio climático que produce el recalentamiento de la Tierra exige que no se lance tanto dióxido de carbono a la atmósfera. O lo que es lo mismo: no utilizar tantos combustibles fósiles para obtener la energía que mueve el mundo. La responsable de Cambio Climático de la ONU, Christiana Figueras, ya pidió hace más de un año a las industrias energéticas que “tres cuartas partes de las reservas de combustibles fósiles tienen que permanecer bajo tierra” para conseguir el célebre objetivo global de los 2ºC.

Esas industrias a las que apelaba Figueras son las que se llevan la enorme cantidad de dinero público. Según el estudio de Oil Change International, de todas las ayudas que ofrece el G20, la mayoría, 268.000 millones de euros, son inversiones de empresas públicas, 82.000 son financiación pública directa y otros 73.300 llegan en forma de subvención.

“Inversiones muy ambiciosas en energías limpias y en reducir las emisiones”

Es lo que decía Obama ante la Asamblea General de la COP21. Pero, al mismo tiempo, las empresas de su país aumentan cada vez más su búsqueda de recursos fósiles no convencionales. En el rastreo de nuevas bolsas de petróleo o gas, las energéticas estadounidenses han multiplicado las extracciones del subsuelo a base de fractura hidráulica (fracking). Su producción de petróleo arrancado de rocas subterráneas llega a los 4,6 millones de barriles al día, un 49% del total. En cuanto a gas, se están sacando 1.120 millones de metros cúbicos diarios, el 54% de la producción, según contaba el Wall Street Journal.

De igual manera, Canadá no está dipuesta a renunciar a los ingresos que le proporciona el petróleo que empapa las tierras bituminosas (tar sands) en su región de Alberta. Ha incrementado la producción en un 30% entre 2010 y 2015. Según la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo prevé casi doblarla para 2030: de tres millones de barriles diarios a más de cinco. Estas arenas petrolíferas suponen la tercera reserva mundial de petróleo con un cálculo que llega a los 166.000 millones de barriles. Los productos obtenidos a partir de este crudo emiten hasta un 23% más de gases de efecto invernadero: un petróleo sucio.

La que fue consejera principal de la ONU sobre el agua, la canadiense Maude Barlow, ha contado a eldiario.es cómo las empresas de energía de Norteamérica tuercen el brazo muchas veces a las legislaciones nacionales. Tras dos décadas de “sufrir y estudiar” tratados transnacionales como el Nafta o el más reciente CETA (entre Canadá y la UE), Barlow advierte de que, al final, “los países acaban por descubrir en sus caras el puño del sector energético estadounidense”. La ecologista explica que estos acuerdos permiten que “las filiales canadienses de una corporación de EEUU lleven a un Estado ante un arbitraje si creen que una ley nueva hiere sus inversiones”. Sin ir más lejos, normas que favorezcan la producción renovable local.

“Llamemos a todos los países, en particular a los que están en desarrollo, a asumir su responsabilidad”

El presidente chino, Xi Jiping, representa en grado superlativo el grupo “en desarrollo” que mencionaba en la COP21. Su economía no suponía una amenaza climática en 1997 cuando se redactó el Protocolo de Kioto. Ahora, es la primera emisora de CO del mundo. El país asiático fue en 2014 el primer productor mundial de carbón. Y no por poco. Según la Organización Mundial de la Energía, de sus minas salieron 3.650 millones de toneladas, es decir, el 46% global. No fue suficiente para alimentar su ansia energética: es el primer Estado en importaciones netas del mineral.

“En lugar de fabricar excusas para nuestros nietos, hagamos algo hoy”

Una frase del primer ministro británico, David Cameron, en la COP21. Hace poco más de un mes, en octubre pasado, el Gobierno conservador de Cameron puso en marcha un plan para cortar las ayudas a las plantas de generación a base de energía solar y eólica. Incluso recortar en un 87% las subvenciones para las instalaciones pequeñas como las de escuelas o residencias. La nueva política mereció críticas, “por decepcionante” de la científica jefa del programa de la ONU para el medio ambiente, Jacqueline McGlade.

Cameron ha seguido en cierta manera los pasos del Ejecutivo español de Mariano Rajoy. Su orden de 2013 para calcular el régimen retributivo de las plantas de energía renovable le pegó un tajo de 1.700 millones al sector. Más de un tercio del hachazo lo ha padecido la fuente eólica.

“Necesitamos un acuerdo vinculante pero en función de nuestras capacidades y circunstancias”

Fue la aportación del presidente Mariano Rajoy en la COP21 (además de aprovechar el evento para lanzar una propuesta electoral centrada en una ley de Cambio Climático).

Su recorte a las fuentes limpias de energía no ha salido gratis. La electricidad que se consume en España es cada vez más sucia y contribuye más al calentamiento global. En lo que va de 2015, el uso de las energías renovables ha caído un 10,7%, según los datos de Red Eléctrica Española. A cambio, el carbón –quizá la manera más contaminante de obtener la energía– ha crecido un 24%. De todo lo que se ha generado este año, el 62,1% no es renovable. En 2014, el carbón se quedó en el 16,5% y las no renovables en general en el 57%. Solo en 2009, la hulla o el lignito no pasaron del 12% en el llamado mix eléctrico español.

A pesar de que Rajoy considera que España va a cumplir con los compromisos del protocolo de Kioto en cuanto a emisiones de CO2 para 2020, en 2014 volvió a crecer en la cantidad de gases de efecto invernadero que lanzó al aire desde que empezó la crisis económica. Y 2015 no pinta mejor.

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