Una cuerda y mermelada de frutas, nueva técnica para luchar contra las pandemias
En 1995 Dustin Hoffman y Rene Russo luchaban contra el brote de una enfermedad mortal que había sido propagada por un mono. Pese a ser ficción, el argumento de la película estaba basado en una posibilidad real, la de que los animales propaguen enfermedades entre los seres humanos. Para evitar casos como este, un equipo investigadores de la Universidad de California ha diseñado un nuevo método para poder controlar y analizar a las poblaciones de monos y primates que viven en regiones cercanas a asentamientos humanos. Su revolucionario invento consiste sencillamente en un trozo de cuerda empapada con mermelada de frutas.
La transmisión de enfermedades de animales a humanos, llamada zoonosis, es la responsable de muchas de las enfermedades infecciosas emergentes, como el sida, el ébola o la fiebre hemorrágica de Marburg. De todas estas enfermedades, el 70% tiene su origen en los patógenos que portan algunos animales salvajes. El problema no es trivial y la propia Organización Mundial de la Salud ha definido el control de la zoonosis como un área estratégica para luchar contra este tipo de enfermedades infecciosas.
Las muestras invasivas ponen en riesgo a los primates
Para ello, es necesario controlar las poblaciones animales salvajes, especialmente aquellas que tienen contacto frecuente con humanos y analizarlas en busca de posibles patógenos. El problema es que los actuales métodos de control consisten en atrapar a los distintos individuos y sedarlos para poder tomar muestras de sangre o saliva, algo que, según los autores del estudio, resulta costoso y arriesgado. “La recogida de muestras invasivas requiere la inmovilización química de los animales, lo que puede poner en riesgo tanto a los primates, como a las personas que toman las muestras”, aseguran los autores del estudio publicado en la revisa Plos Neglected Tropical Diseases.
Pese a que estudios anteriores ya habían planteado métodos no invasivos para controlar a las poblaciones de primates, éstos se basaban en el análisis de muestras de orina y heces recogidas sobre el terreno. Sin embargo, muchos de los patógenos se encuentran en la boca de los animales, con lo que era necesario diseñar una nueva forma de obtener muestras de saliva. La solución fue mojar trozos de cuerda en mermelada de frutas, dejándolos distribuidos en las zonas por las que habitualmente pasan los animales. Los monos masticarían la cuerda y dejarían su saliva en ella, que posteriormente sería analizada en el laboratorio. Esta técnica se está implementando como parte del proyecto PREDICT, cuyo objetivo es el control de los posibles patógenos de potencial pandémico que pueden transmitirse entre los animales salvajes y las personas.
El estudio se ha centrado en primates, ya que éstos son fuentes frecuentes de patógenos zoonóticos, debido a su similitud genética y fisiológica con los seres humanos. Además, existen diversas regiones, especialmente en África y Asia, en las que humanos y monos interactúan habitualmente, lo que aumenta el riesgo de pandemias. Según los investigadores, “el control de los primates salvajes en estas regiones de alto riesgo es crítica y ayudaría a identificar a las comunidades humanas en riesgo de transmisión de patógenos zoonóticos y prevenir su contagio”.
Los investigadores realizaron pruebas con macacos en laboratorio para verificar que era posible la detección de patógenos a través de los restos de saliva contenidos en los trozos de cuerda. Gracias a estas pruebas también pudieron refinar la técnica que debían utilizar para asegurarse de que los primates masticaran las muestras. El tamaño de la cuerda no debía ser inferior a los 7 centímetros, ya que entonces era ignorada por los primates. Pero tampoco debía ser mayor de 15 centímetros ya que, según los investigadores, las cuerdas demasiado grandes podían ser confundidas con serpientes.
Tras realizar las pruebas en laboratorio, los investigadores realizaron experimentos de campo en Nepal y Uganda. En el país asiático, acudieron a los templos sagrados de Katmandú, donde los macacos interactuan con los turistas y lugareños, con los que habitualmente intercambian comida. También en la ciudad de Buhoma, Uganda, los cercopitecos de cola roja bajan de los árboles para investigar a la gente y buscar comida. En ambos casos, los primates accedieron a masticar los trozos de cuerda y los investigadores pudieron analizar las muestras.