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Jóvenes sin hogar: la otra generación perdida, la que se queda en España

Una familia con sus pertenencias en la calle tras ser desahuciada./ Rodrigo García.

Laura Olías

La crisis económica ha obstaculizado una de las principales garantías de autonomía, el empleo. Un puesto de trabajo es inalcanzable para más de la mitad de los jóvenes en España, con un 52,39% de tasa de desempleo juvenil. Cuando la familia no está detrás para mantener a los jóvenes, muchos acaban en la calle. “Una realidad invisible pero que está ahí”, afirma Ángeles Díaz, coordinadora del informe “Niños, niñas y jóvenes sin hogar en España”, que forma parte del proyecto europeo “Children Rough Sleepers” (CRS). El estudio en España denuncia el abandono de las políticas sociales durante la crisis, con ejemplos como los escasos resultados del Fondo Social de Vivienda del Gobierno y la insuficiencia de la Renta Mínina de Inserción ante el aumento de personas sin recursos.

En teoría, menores de 18 años viviendo en la calle, sin techo, “no debería haber ninguno porque el sistema de protección de menores se encarga de cuidar a estos niños”, cuenta Ángeles Díaz, presidenta también de Fundacíon Simetrías, organización encargada del estudio en España. Además, otros nueve países han tomado el pulso a sus calles para ahondar en las causas de la desprotección de los más jóvenes (Reino Unido, República Checa, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia, Portugal, Rumanía y Eslovenia). El próximo 10 de diciembre cada delegación presentará sus conclusiones ante la Comisión de Justicia de la Unión Europea.

Sin embargo, tener hogar supera el concepto de cuatro paredes y un techo. El derecho a una vivienda digna —que exigen a diario las plataformas en contra de los desahucios— se cuela en la clasificación de otros niños y jóvenes que, aunque no pasen las noches a la intemperie, no disfrutan del derecho reconocido en el artículo 47 de la Constitución: “una vivienda digna y adecuada”. Por ello, el informe también incluye dentro de “jóvenes sin hogar” a aquellos que viven en infraviviendas, en pisos masificados en los que sobreviven varias familias, en casas amenazadas por órdenes de desahucio, en albergues y casas de acogida temporales, etc. ¿El número total de afectados? “No se puede estimar”, dice Ángeles Díaz, que pide no minimizar el problema.

Según el Informe de Cáritas 2014, al menos 1.500.000 familias en España viven en riesgo de exclusión severa. Por su parte, Unicef apunta que los hogares con hijos se han visto más afectados por la crisis. Según las estadísticas de la agencia de la ONU, mientras que la tasa de pobreza en hogares con dos adultos sin hijos era de un 14,8% en 2013, la de familias con uno o más hijos ascendía hasta el 23,3%.

Las fugas de jóvenes es otra de las realidades que ayudan a dibujar el panorama de desprotección. Según datos de la Policía Nacional recogidos en el estudio, en 2013 se cursaron unas 13.000 denuncias de fugas de jóvenes, de las que permanecen activas 460. “Algunos viven situaciones de conflicto en sus familias y se marchan por unos días pero luego cuando se ven sin nada, vuelven”. Los que no regresan “son carne de cañón”, lamenta Ángeles Díaz.

En la asociación Opción 3, que trabaja con chavales en situación de calle en Madrid, son testigos de cómo algunos de ellos se ven obligados a meterse en casas masificadas, con otros jóvenes en su misma situación, o en infraviviendas. En algunos casos, cuando puede la desesperación, recurren a la prostitución o a actividades delictivas. En su organización atienden a unos 100 chicos y chicas, “50% españoles y otro 50% extranjeros, aproximadamente”, cuenta uno de sus miembros, un porcentaje que se ha mantenido estable en los últimos años. “No quiere decir que tratemos a todos los jóvenes sin hogar, porque la mayoría esconden su situación. Nosotros somos la punta del iceberg”, prosigue. El tiempo que permanecen en la calle es determinante para su futuro: “Algunos terminan con problemas con la justicia o de consumo de sustancias, trastornos mentales...”.

En su experiencia en Opción 3 ha comprobado lo difícil que es dar con estos chicos y chicas. “No van a los albergues porque no se consideran el prototipo de persona sin hogar. Van a casas okupadas, espacios como trasteros y, cuando el tiempo es mejor, parques y sitios así. Son invisibles y así, la desprotección es máxima”, prosigue el voluntario. Pero cuando acceden a sus programas, “se aprecian sus ganas de salir adelante. Son víctimas muy maltratadas desde la infancia pero con ayuda pueden superar esta situación”.

Uno de los perfiles más frecuentes de jóvenes que se encuentran solos sin ninguna alternativa habitacional es el de los chavales extutelados, que al cumplir 18 años no vuelven con las familias de los que fueron separados en su infancia por los servicios sociales. Otras veces, no tienen a nadie a quien acudir, como los niños extranjeros que llegaron solos a España. “En España no hay un seguimiento de estos chicos y hacerlo podría ayudar a saber si estamos haciendo las cosas bien y corregir errores”, añaden en Opción 3.

El aumento de la violencia en los hogares, fruto de la precariedad y de las situaciones límite que se enfrentan las familias, también provoca la salida de jóvenes de su núcleo familiar. El estudio recoge 9.000 expedientes abiertos por denuncias de padres agredidos por sus hijos en 2013. “Unas 4.500 en Madrid. Y hablamos de familias muy heterogéneas, de todos los perfiles. ¿Qué pasa con las familias que no pueden más con sus hijos y los echan? Si no hay una terapia de largo recorrido para estos jóvenes, y ahora no existe, pueden acabar en la calle”, afirma Ángeles Díaz.

Los recortes reducen la capacidad de intervención

La Fundación Simetrías, que este martes discute en España las posibles soluciones para esta generación especialmente vulnerable, presentará en la Unión Europea la fotografía de un país que añade pobres a sus filas y que reduce cada vez más las vías de intervención, los servicios sociales. “Se están reduciendo los programas de prevención en los barrios, que pueden evitar que estos chicos acaben en las calles. También el personal en los servicios sociales cuando en estos momentos son más necesarios que nunca”, señala Díaz.

Además, muchas de las organizaciones sociales que actuaban donde el Estado no llega han desaparecido o han reducido sus programas debido al recorte de la inversión pública. “Las entidades más grandes aguantan gracias a los voluntarios y las aportaciones de particulares”, apunta Ángeles Díaz para la que “el Estado del Bienestar como lo entendíamos hace diez años ha desaparecido”.

El Consejo General del Trabajador Social advierte de que la Administración está dejando de lado la atención pública y que el peso de la emergencia social que nos ocupa no puede quedar en manos del Tercer Sector, donde las ayudas vienen y van. “Hay que aclarar que la atención se debe dar desde lo público y el resto debe ser complementario”, apuntó en un reciente acto su presidenta, Ana Lima.

Para la coordinadora de “Niños, niñas y jóvenes sin hogar en España” las políticas destinadas a garantizar una vivienda digna debe ser, además de la prevención con las familias, uno de los pilares para luchar contra el 'sinhogarismo' de los jóvenes. Y, a su juicio, los esfuerzos no están siendo los suficientes. “¿Cómo puede ser que haya miles de casas vacías, como ha dicho la Defensora del Pueblo, y que echen a familias a la calle?”, se pregunta Ángeles Díaz, que considera que el Fondo Social de Vivienda del Gobierno ha demostrado ser ineficaz: “Hay 6.000 viviendas y solo se han adjudicado 1.000”.

El Banco de España calcula que 19.565 familias perdieron su vivienda habitual en los primeros seis meses de 2014, aunque la magnitud de las ejecuciones hipotecarias varía entre los distintos organismos que miden esta realidad.

Ángeles Díaz espera que este informe dé una mayor visibilidad a este problema, “que no es una prioridad y debe de serlo, al igual que la sociedad se ha movido con los bancos de alimentos u otras causas”, dice. Si no, la presidenta de la Fundación Simetrías teme una generación perdida: “No se puede dejar fuera del sistema a gente joven que no tenga vivienda ni formación. Si no se interviene, el día de mañana puede quebrar la paz social”.

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