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La reforma migratoria de Cuba: luces, sombras y un reto para Estados Unidos
La flexibilización migratoria anunciada por el Gobierno de Raúl Castro constituye una reforma con luces y sombras que proyecta también retos a Estados Unidos ante un posible aumento de la emigración cubana hacia su vecino del norte, con el que la isla está enemistada desde hace medio siglo.
Las nuevas facilidades para viajar siguen hoy en el centro de las conversaciones en Cuba, donde la euforia ha dado paso al análisis de una reforma elogiada y criticada dentro y fuera de la isla y cuyos efectos pueden ir más allá de los aspectos puramente migratorios.
Analistas consultados por Efe coinciden en que se trata de una “medida estratégica”, “positiva” y “con visión de futuro” pero que mantiene una “mentalidad de control discrecional” sobre los movimientos de la población y que no acaba de normalizar la legislación migratoria cubana en concordancia con las normas internacionales.
A partir de 2013 los cubanos podrán viajar al extranjero con su pasaporte en regla y el visado que les exija el país de destino, pero algunos temen que, derogado el tan criticado permiso de salida, el “filtro” sea ahora la expedición o validación del pasaporte ya que las autoridades de la isla pueden denegarlo por razones de “interés público”, “defensa” o “seguridad nacional”.
También hay restricciones para médicos, científicos, docentes o deportistas de alto rendimiento que sí necesitarán de un permiso especial para salir del país: algunos de estos profesionales se quejan en voz baja de la injusticia que este “tratamiento especial” representa para un sector muy importante en la economía del país.
En cualquier caso, es previsible que esta reforma ayude a reducir la emigración ilegal y que aumente el flujo de cubanos hacia Estados Unidos, por lo que muchos se preguntan si Washington moverá ficha.
“En cuestión de semanas hay una realidad: Estados Unidos debe escoger si va a responder a un acto de distensión o movimiento positivo de la política migratoria cubana con sus propios gestos de distensión o va a responder de otra manera”, dijo hoy a Efe el académico cubano-americano Arturo López-Levy, profesor en la Universidad de Denver (EE.UU).
En palabras de un veterano corresponsal radicado en la isla, Raúl Castro ha abierto una “espita” en un momento de alta demanda migratoria y la ha pasado a Estados Unidos, poniendo de nuevo en el tejado de Washington el debate sobre la Ley de Ajuste Cubano, largamente criticada por el régimen castrista.
Esta ley norteamericana, que forma parte del histórico diferendo que mantienen ambos países, permite a los cubanos que logran entrar en territorio estadounidense obtener su residencia permanente un año y un día después.
Se da la circunstancia de que Cuba ha decidido ampliar de 11 a 24 meses la permanencia en el extranjero por asuntos particulares, lo que muchos podrían aprovechar para acogerse a esa Ley de Ajuste.
Al margen de esta cuestión, parece probable que la flexibilización migratoria tenga otros impactos para la isla de tipo económico o laboral como el aumento de las remesas si los cubanos aprovechan para irse a trabajar al extranjero.
Otro de los efectos podría producirse ante la posibilidad de estudiar en el extranjero lo que, para el experto López-Levy, puede conllevar “elementos multiplicadores de libertades”.
Este académico, quien cree que la reforma va en dirección adecuada aunque tiene limitaciones, la considera como un “paso complementario” en el plan de las ajustes emprendido por Raúl Castro en Cuba para “actualizar” el socialismo.
También destacó que se produce después de algunos “actos de diálogo” de La Habana con sectores moderados del exilio y confía en que sirva para promover “con mayor fuerza la idea de un diálogo crítico pero constructivo” con la emigración cubana, no solo la radicada en Estados Unidos sino en otros países como España.
Cuba defiende que su reforma migratoria “se inscribe dentro del proceso irreversible de normalización de las relaciones de la emigración con su patria”.