La compraventa mundial de animales salvajes, a examen
El comercio con especies amenazadas es un negocio de miles de millones de euros al año. Es tan lucrativo que, a pesar de que se registran aproximadamente un millón de transacciones legales cada curso, el tráfico ilegal de animales y plantas (sin contar la madera) suma unos 18.000 millones de euros según la Convención de Comercio Internacional (CITES).
Cada tres años, CITES revisa las condiciones admisibles para comerciar con estas especies. La posibilidad de aprovechar ese nicho de mercado hace que, en cada edición, haya movimientos que piden abrir la mano para determinados casos. También se clausuran algunos canales de venta.
El 25 de julio se cerró el plazo para que las partes integrantes del acuerdo remitan sus propuestas. Las decisiones finales se tomarán en septiembre en Johannesburgo (Suráfrica). Hay registradas 62 revisiones. 48 de animales y 14 de vegetales. La lista de CITES incluye 35.000 especies, pero no todo es cuestión de cantidad.
Uno de los puntos de fricción que pueden ilustrar la tensión entre comercio y protección es el del tráfico de marfil de elefantes africanos. Así, Namibia y Zimbabwe quieren incrementar las exportaciones legales con sus poblaciones. Al mismo tiempo, otros 13 estados piden que todos los elefantes africanos gocen de la máxima protección comercial.
Zimbabwe asegura que la producción ilegal de marfil casi dobla la legal. Y que así pierde recursos: 2,7 millones de euros limpios frente a otros 3 millones de sangre. La caza furtiva es la mayor causa de mortalidad de sus ejemplares, casi triplica la muerte natural (3.500 por 1.200). Zimbabwe aparece como el mayor exportador mundial por número de tallas de marfil en los registros de CITES –casi cuatro veces más que el segundo–.
Por su parte, Namibia considera “irrelevante” el furtivismo en su territorio pero explica que necesita incentivos económicos para que sus terratenientes vean la conservación con ojos positivos. Los grandes compradores de talla de marfil son EE UU, Hong Kong, Gran Bretaña, Japón, China y Francia.
Otro caso que relata este difícil equilibrio es el del rinoceronte blanco. Suazilandia ha pedido permiso para comercializar los cuernos incautados a los furtivos o recolectados de ejemplares muertos de forma natural. ¿Por qué? El precio del kilo de cuerno lícito llega a los 27.000 euros, dicen.
El stock que almacena el país africano asciende a 330 kilos: nueve millones euros. De paso, el Gobierno añade en su petición que se permita vender cuerno de rinoceronte “recolectado por métodos no letales” en el futuro. Unos “20 kilos al año. 545.000 euros”. Este sector está dominado, abrumadoramente, por Sudáfrica como exportador y Vietnam como importador.
El comercio está reconocido como un elemento que puede amenazar la vida salvaje. Incluso el legal. En este sentido, los datos de CITES han mostrado que mientras las poblaciones de león iban decayendo constantemente en África, su comercio controlado no paraba de aumentar. De 2005 a 2014 se exportaron 29.000 artículos de león. El volumen anual creció un 50%. Casi la mitad eran trofeos de caza de los que el 35% vino de leones salvajes.
Así que un grupo de países ha pedido que este felino entre en el listado de mayor control –el Anexo I de CITES– para que “al permitir que se impongan penas más severas contra el comercio ilícito” se impulsen “mayores esfuerzos internacionales” para protegerlo.
Otro grupo que ha terminado por padecer debido al crecimiento de su interés comercial ha sido el de los armadillos. Cinco especies que estaban en el listado más permisivo han visto cómo se les presionaba de manera que se ha pedido oficialmente que pasen a formar parte de la lista de variedades con la mayor restricción.
Flujos entre los países
Este mercado es muy global y diversificado. Los datos de la convención CITES muestran cómo, dependiendo de qué tipo de seres vivos o de para qué se quieran, las potencias mundiales exportadoras e importadoras van cambiando. Las especies más codiciadas también varían enormemente.
Por ejemplo, a la hora de comerciar con mamíferos vivos, el flujo va desde China, Camboya, Vietnam o Indonesia hacia EE UU pero también hacia la misma China, Japón o Francia. De las diez especies más comercializadas en este apartado, gana por mucho el macaco cangrejero (Macaca fascicularis). ¿Su utilidad? Suele aplicarse a la investigación biomédica o farmacéutica. En ese top 10 hay cinco variedades de mono.
Pero, si el interés vira hacia trofeos de caza, el ránking de compradores lo encabeza EE UU y China de nuevo. Sin embargo, en tercer lugar mundial aparece España, seguida de Dinamarca, Alemania, Francia, Austria…. Los trofeos llegan desde Sudáfrica, Namibia, Zambia, Rusia, Zimbabwe… CITES marca como animal más comerciado como trofeo al oso negro para luego pasar al panteón africano con el elefante, el leopardo, el león, cebras e hipopótamos.
Las categorías de compraventa se extienden al marfil, las pieles, calaveras, cuerpos, cuernos, colmillos…
En el caso del comercio de aves, el 99% de las transacciones es con individuos vivos. El mayor exportador, según los recuentos CITES, es Uruguay con más de 400.000 pájaros vendidos entre 2009 y 2013. Le sigue de cerca Sudáfrica. Luego se encuentra Cuba, Países Bajos, Bélgica, Chequia o Filipinas. El panel comercial muta respecto a los mamíferos. La mercancía viaja, sobre todo, a México, los Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Malasia, Japón, Israel o Qatar.
El ave con la que más se comercia es la cotorra argentina. Una especie que, al menos en España, ha colonizado sobre todo parques urbanos a base de ejemplares escapados o soltados por dueños de mascotas. La segunda variedad en el listado de aves objeto de comercio es el loro gris. Justamente, para la inminente revisión de estatus, la Unión Europea ha solicitado que este loro pase al grupo de especies con mayores restricciones por su “marcado declive”.
Otros animales que aguardan a que se regule su comercio en Sudáfrica son el tiburón sedoso, el tiburón zorro, el nautilus o las mantas rayas. Sus poblaciones sufren la presión del tráfico comercial, a pesar de ser legal.