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De la crisis de los pepinos ecológicos a la carne de Brasil: el lado oscuro de la comida

La crisis de la carne brasileña despierta las dudas sobre la seguridad alimentaria global

Teguayco Pinto

Hace apenas unos días saltaba el escándalo de la carne de adulterada de Brasil. Varias de las principales empresas cárnicas del país modificaban productos que no eran aptos para el consumo de forma que pudieran ser vendidos y exportados. No es la primera alerta alimentaria que desata las alarmas a nivel global y despierta suspicacias sobre la seguridad de los alimentos que consumimos. Hablamos con los autores de tres libros en los que se analiza esta realidad.

Pepinos ecológicos con Ecoli, leche mezclada con productos tóxicos en China, carne de caballo en hamburguesas de vaca o especias que contienen excrementos y restos de ratas son solo algunos de los múltiples y horripilantes ejemplos que Christophe Brusset expone en su libro ¡Cómo te puedes comer eso! (Península, 2017). A lo largo de 247 páginas, este ingeniero francés, que ha pasado 20 años trabajando en la industria alimentaria, asegura que en este sector se ha impuesto el fraude como norma.

Aun así, el propio autor, que ha sido broker y director de compras en empresas del sector alimentario, reconoce a eldiario.es que el libro “no es un trabajo de campo sobre la calidad de los alimentos o comportamientos éticos en la industria, sino un testimonio de las malas prácticas que personalmente presencié durante años”. De hecho, muchos de los casos mencionados por Brusset ya eran conocidos y fueron detectados por las agencias de seguridad alimentaria o incluso por las propias empresas en sus análisis internos.

Comer en Europa es seguro

Pero no todo el mundo comparte la visión alarmista de Brusset sobre la seguridad alimentaria. Para el investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, José Miguel Mulet, “la comida hoy por hoy, números en la mano, es la más segura de la historia”. “Solo hay que ver cómo ha ido descendiendo el número de muertes por enfermedades asociadas a la mala calidad de la comida”, insiste este científico.

Mulet es autor de otro libro en el que se ofrece una imagen más tranquilizadora del mercado alimentario, Comer sin miedo (Grupo Planeta, 2014) y aunque defiende que se mejoren los controles sobre la industria alimentaria, “como no podía ser de otra forma”, recuerda que “en Europa nos estamos gastando cada año una millonada en seguridad alimentaria y tenemos varias instituciones que hacen continuamente informes sobre las partidas que se detectan con problemas, de qué países provienen, las empresas relacionadas, etc.”.

Esta opinión también es compartida por José Manuel López, profesor titular del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia. “Entiendo que la primera reacción ante un caso como el de la carne de Brasil es echarte las manos a la cabeza y decir ”madre mía nos están envenenando“, pero yo miro un poco más allá y creo que es un síntoma claro de que el sistema de control sanitario funciona”, asegura este investigador. López recuerda que “en alimentación el riesgo cero no existe”, pero asegura que “no tenemos porqué ir al supermercado con temor”.

El problema está en la calidad nutricional

Brusset reconoce que los fraudes que afectan a la seguridad alimentaria “son solo uno de los problemas que hay que resolver” y asegura que “el principal problema de la alimentación hoy en día está relacionado con la calidad nutricional de muchos alimentos procesados”, que están “ligados al aumento de la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares”.

En este sentido López hace una matización en linea con la opinión de Brusset: “Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria yo estoy tranquilo, pero desde el punto de vista de la calidad nutricional, desde luego no lo estoy”.

Este investigador español es autor de otro libro de referencia en el sector, Vamos a comprar mentiras (Cálamo 2016), en el que se desgranan las maniobras de muchas empresas del sector alimentario y cosmético para colar afirmaciones de sus productos sin fundamento científico. “Muchas veces nos engañan, porque aunque lo que estén diciendo sea verdad, la forma de ponerlo y de etiquetarlo lleva a confusión al consumidor”, afirma López.

Para este investigador, el problema de los fraudes en el etiquetado de un producto no es solo un estafa al consumidor, sino que también puede suponer un riesgo sanitario a largo plazo. “Lo que no puedes hacer”, explica este investigador, “es decir que un producto ayuda al rendimiento físico o intelectual cuando luego lleva 75 gramos de azúcar, que es el triple de lo que recomienda la OMS para un día entero”.

Mulet también reconoce que “a nivel de calidad sí es más posible cometer fraudes”, aunque evita hacer generalizaciones. Para Brusset, el mensaje final es que “los clientes tenemos que entender que el único propósito de la industria es ganar dinero y que nuestra salud o nuestra felicidad no les importan nada, aunque las campañas de marketing traten siempre de convencernos de lo contrario”.

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