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La mayoría de editores de las grandes revistas médicas de Estados Unidos recibe pagos de la industria farmacéutica

La mayor parte de los editores reciben pagos de la industria farmacéutica y sanitaria

Teguayco Pinto

Hasta dos tercios de los editores de las revistas médicas más importantes de Estados Unidos han recibido algún tipo de pago por parte de la industria farmacéutica y sanitaria en los últimos años. Unos ingresos sobre los que la mayoría de los editores no están obligados a informar y que en un 15% de los casos superan ampliamente los 10.000 dólares anuales, según los resultados de un reciente estudio publicado el pasado mes de octubre en PeerJ Preprints.

A pesar de que el estudio no ha sido revisado por pares, procedimiento habitual que atraviesan los estudios científicos antes de ser publicados, sus resultados confirman y amplían los de otro artículo publicado el pasado mes de septiembre en el British Medical Journal y cuyos autores concluyeron que “los pagos de la industria a los editores de revistas son comunes y, a menudo, grandes, especialmente para ciertas especialidades”.

A pesar de que la investigación publicada en el BMJ se realizó sobre más de medio centenar de revistas médicas, el análisis se restringió a un solo año (2014), por lo que los autores del nuevo estudio decidieron ampliar la investigación a un periodo de tiempo mayor, que comprende del 1 de agosto de 2013 al 31 de diciembre de 2016. Durante este periodo, de los 333 editores de las 35 revistas médicas analizadas, 212 (el 63%) recibieron algún pago de la industria.

Los autores destacan que las cantidades varían mucho entre unos especialistas y otros, con pagos que oscilan entre apenas 10 dólares y los casi 11 millones de dólares que recibió uno de los editores analizados. Aún así, sus resultados indican que 51 editores (un 15% del total) recibieron pagos personales superiores a 10.000 dólares al año, siendo el promedio global de unos 55.000 dólares anuales.

Teniendo en cuenta estos resultados, los autores del estudio consideran que el primer paso debe ser “exigir una transparencia total en la declaración de ingresos entre los editores médicos”, pero añaden que “la mera transparencia no es suficiente”, especialmente teniendo en cuenta “la influencia de los editores sobre la literatura médica”.

Los editores controlan la literatura médica

Más allá de decidir qué se publica, los editores de las revistas también nombran a los revisores que deben analizar los artículos que presentan los investigadores, a qué estudios se les da prioridad o si es necesario incluir editoriales o comentarios sobre una investigación, ya sean a favor o en contra de sus conclusiones.

Sin embargo, según los autores del nuevo estudio, muchas revistas carecen de políticas claras y transparentes sobre los conflictos de interés de los editores y, en el caso de tenerlas, los protocolos están “poco definidos” o son “muy laxos”, especialmente en comparación con los requisitos que se exigen al resto de los involucrados en el proceso de publicación de un estudio científico.

“Actualmente, en la mayoría de las revistas se requiere que los autores y revisores declaren conflictos de interés, lo que significa que se espera esta precaución para todos los involucrados en el proceso de revisión y publicación, excepto para los editores, que son los que toman las decisiones clave”, denuncian los autores del estudio.

Para salvar los posibles problemas derivados de estos conflictos de interés, los investigadores plantean la necesidad de establecer unos protocolos de obligado cumplimiento para todos los editores y que en cada artículo científico figure el nombre de todos aquellos que han participado en la toma de decisiones, incluyendo una declaración de conflictos de interés. Finalmente, concluyen que “el remedio definitivo sería prohibir a los editores recibir cualquier pago por parte de la industria, eliminando esta fuente de parcialidad por completo”.

Estas recomendaciones son compartidas por los autores del estudio publicado en el BMJ, quienes recomiendan a todos los grupos editoriales implementar “una política de conflictos de intereses transparente y públicamente accesible” y, dado que “los editores juegan un papel crucial en la integridad de la investigación”, plantean a la revistas la posibilidad de “excluir de los puestos editoriales a aquellos profesionales con relaciones considerables con la industria”.

Un editor ingresó casi 11 millones de dólares

A pesar de que muchos de los pagos corresponden a pequeñas cantidades (solo el 36% recibió pagos superiores a 50 dólares), varios estudios ya han mostrado que incluso este tipo de ingresos terminan dando lugar a sesgos. En este sentido, una investigación publicada el pasado año en la Revista de la Asociación Médica Americana concluyó que incluso el pago de una comida de menos de 20 dólares puede inducir un sesgo entre los médicos a la hora de realizar la prescripción de un medicamento.

En el otro extremo de la balanza se sitúa el caso de un editor que ingresó casi 11 millones de dólares en el año 2014. Este facultativo fundó una empresa privada que posteriormente se vendió a una corporación internacional de dispositivos médicos. Los investigadores denuncian que muchos de los artículos científicos clave sobre el dispositivo desarrollado por este especialista se publicaron en la misma revista en la que trabajaba como editor.

Tanto el estudio publicado en PeerJ Preprints, como el del BMJ, se han podido realizar gracias a los datos proporcionados por el portal Open Payments, un programa federal norteamericano que pretende aumentar la transparencia en el sector y que permite conocer los pagos individuales que la industria farmacéutica y sanitaria realiza a cada profesional de la medicina en EEUU.

En España, ha sido la propia industria la que ha iniciado un procedimiento similar. Sin embargo, tal y como mostró una investigación de Civio, ocho de cada diez euros que las farmacéuticas gastan en médicos siguen siendo opacos, dado que las farmacéuticas no ofrecen los datos individualizados de lo que ha cobrado cada médico. Esta situación cambiará el próximo año, tras recibir Farmaindustria la autorización de la Agencia Española de Protección de Datos para publicar los datos individualizados.

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