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Los universitarios pagarán 540 euros más al año de media

Protesta contra los recortes educativos en Murcia, en mayo. / Efe / Israel Sánchez

Natalia Chientaroli

Menos presupuesto, menos profesores y tasas más caras para los alumnos: 540 euros más por curso, de media. Es la ecuación que marca el inicio del curso universitario y no tiene solución a la vista. Todo lo contrario: estudiantes, profesores y empleados se organizan para ir a la huelga y tomar medidas de “desobediencia civil”, y se suceden las protestas en inauguraciones y actos oficiales.

Pero el problema y la pregunta principal es: ¿están estos precios alejando a gente con pocos recursos de la universidad? No hay aún datos claros, pero sí síntomas.

El Ministerio de Educación aprobó en abril una nueva horquilla para calcular el precio de los créditos, con la idea de “acercar” lo que pagan los alumnos a lo que realmente cuestan los estudios: la primera matrícula debe cubrir entre el 15 y el 25% del coste real, y en las siguientes puede llegar hasta el 100%.

Eso sí, las comunidades autónomas tienen libertad para aplicar como les parezca estos porcentajes ya que, según reconoce el propio Gobierno, no existe un sistema ni datos unificados para establecer los baremos. Si los precios ya variaban de una comunidad a otra, ahora con 17 formas de calcular los aumentos, cursar la misma carrera o el mismo máster puede costar mucho más del doble en un sitio o en otro.

Cada una a su aire

En Madrid los créditos de las carreras de grado se han incrementado, de media, 5,8 euros; entre 300 y 360 euros más por año. En esta línea (del 20% o más de aumento) están también Castilla y León, la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. Canarias es de las que más ha disparado los precios: un 41% lineal.

En Cataluña el curso 2011-2012 ya supuso un desembolso de hasta 100 euros más por alumno, al subir un 7,6% las tasas. Este año el aumento trepa hasta un 66%, entre 150 y 950 euros más por estudiante. El coste final se determina de acuerdo con los ingresos familiares.

En el extremo opuesto está Andalucía, que establece un precio único de 12,48 euros por crédito para todas las carreras. Los alumnos pagarán unos 750 euros, frente a los 732 del curso anterior. Y Asturias y Galicia, que congelan las primeras matrículas.

El “asazo” se nota mucho más en las segundas, terceras y cuartas inscripciones. Para el ministro José Ignacio Wert es “lamentable” que sólo un tercio de los estudiantes españoles termine su titulación sin repetir curso. De modo que a partir del decreto las segundas oportunidades se pagan muy caras: en Madrid, por ejemplo, el crédito que cuesta en primera instancia 27,14 euros salta a los 50,5 en la siguiente matrícula, y luego a 94, 7 y 126,3. O sea, pasa de unos 1.600 a más de 3.000 de un año a otro.

En la misma línea, el acceso a las becas exigirá un 10% más de aprobados que en 2011, un 90% en el caso de las becas ordinarias, y del 100% en las becas-salario. En Arquitectura y las ingenierías, las más duras, se pasa del 60 al 65%.

Para los alumnos no se trata de una cuestión de excelencia. Aseguran que así se castiga a quienes no puede dedicarse únicamente a los estudios. “A veces no se puede calcular con cuánto vas a poder a principio de curso”, justifica Daniel López, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Alcalá de Henares. “Además, hay carreras en las que aprobar a la primera no es tan sencillo”, remata.

Un 10% menos de alumnos

Y de las penurias de los bolsillos y las dificultades para acceder a las ayudas sólo se llega a un puerto: menos alumnos. Eso es lo que asegura la Federación de Asociaciones de Estudiantes, que calcula que este año las matriculaciones bajarán un 10%. Lo mismo piensa Daniel Peña, rector de la Universidad Carlos III y presidente de los rectores madrileños, que la semana pasada cifró en un 5% la bajada de inscripciones en la Comunidad “por el aumento en las tasas, pero sobre todo por la falta de becas”.

Y eso que la universidad pública estaba convirtiéndose para muchos en la única opción en tiempos de crisis. España cuenta con 79 universidades; 50 públicas y 29 privadas. El año pasado las privadas sufrieron por primera vez una bajada de alumnos del 2%, según datos del Ministerio de Educación. La UNED (Universidad Nacional a Distancia) es la que más acusa la presión en el número de alumnos, con un aumento el curso pasado del 14,7% en los estudios de grado. No esta claro aún que efecto tendrán las subidas de tasas.

Los rectores muestran públicamente su preocupación por la posibilidad de que muchos jóvenes no terminen sus estudios y eso empeore la tasa de abandono universitario, que ya es del 30%, casi el doble que la media europea (16%).

Los posgrados, un lujo

En el caso de los posgrados la subida de tasas se multiplica y alcanza hasta un 150%. “Lo de seguir formándote hasta encontrar un trabajo se acabó. ¿Cómo quieren que no seamos ni-ni? No tenemos oportunidades laborales y ahora tampoco educativas”, se queja Cecilia Rodríguez, que este año pensaba hacer el máster de Dirección de Márketing en la Universidad Autónoma de Madrid. El curso ha pasado de costar poco más de 2.300 euros a casi 5.900, según datos de la institución. “Simplemente no puedo pedírselo a mis padres. No llegan”, concluye. El problema es que ciertos posgrados son obligatorios para el ejercicio profesional desde la entrada en vigor del Plan Bolonia.

Las universidades públicas temen perder alumnos sobre todo en los posgrados, ya que muchas veces con los aumentos los precios se equiparan a los de las privadas. En la Miguel Hernández de Elche han decidido dejar para el año que viene uno nuevo, el de Innovación Periodística, por falta de alumnos. “Han coincidido muchas cosas, como que nos llegó la verificación del título tarde y hemos tenido poco tiempo para promocionarlo, pero por supuesto que el incremento de las tasas no nos ha ayudado”, sostiene Miguel Carvajal, su director. Con los nuevos precios el título ha pasado a costar de 1.920 a 2.520. “Por poco más hay universidades privadas ofreciendo algo similar, así que ahora son una competencia directa”, explica.

Y a menos posgrados, menos investigación, advierten los expertos, en un país que precisamente no destaca por ello: en el ranking que acaba de publicarse de las 150 mejores universidades del mundo no hay una sola española.

Huelga y desobediencia

“El profesor nos dijo que bastaba con que contestáramos un tema de los seis del examen. Que esa era su forma de protestar contra los recortes y la subida de tasas”, cuenta un alumno de Periodismo de la Complutense, que prefiere el anonimato. Lo cierto es que, de forma organizada o de motu proprio, son muchas las iniciativas de desobediencia civil que se ven estos días en los campus.

Las plataformas de trabajadores de las universidades madrileñas Rey Juan Carlos, Complutense, Autónoma y Carlos III lanzaron la semana pasada una campaña que propone, entre otras medidas, dar clase fuera de las aulas como señal de protesta, la asistencia a su puesto de profesores despedidos y que los grupos de alumnos tengan estrictamente el máximo que establece el Plan Bolonia. Así, explican, habrá alumnos sin profesor asignado al comienzo del curso.

Además, los sindicatos y plataformas estudiantiles llaman a solicitar masivamente becas en todas las universidades para colapsar el sistema ante el endurecimiento de los requisitos y la escasez de ayudas.

El 18 de octubre hay una huelga de 72 horas convocada en todos los centros educativos del país por el Sindicato de Estudiantes, que amenaza con “convertirla en indefinida” si el ministerio no retira su reforma, algo muy improbable.

Y mientras tanto, las universidades hacen malabares para funcionar con menos presupuesto. La presidenta de la Conferencia de Rectores (CRUE), Adelaida de la Calle, asegura que sigue habiendo casos “alarmantes” y que algunos centros incluso han pedido préstamos para pagar las nóminas. Además, en universidades como la madrileña Rey Juan Carlos el curso empieza con 200 profesores menos tras un recorte de 16 millones de euros.

Menos presupuesto, menos docentes y estudios más caros. A corto plazo son ingredientes para un otoño caliente en las aulas. Pero a la larga configuran una ecuación en la que todos tienen la sensación de salir perdiendo.

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