De todas las invenciones del ser humano ha sido la que más tiempo ha permanecido en la Historia.
La filosofía la compuso ideal, la ubicó en el Sol y se la otorgó a Dios.
Sobre ella, el hombre descubrió su dimensión infinita. En ella nació el gobierno y el desgobierno, y el Leviatán; el nepotismo y el despotismo, la satrapía y la tiranía. Y la caverna palideció.
La sociología la hizo intelectual, antigua y moderna, proletaria y burguesa.
La llamó metrópoli y post-metrópoli. La vio morir y nacer. Separó lo qué es de lo qué no es. En ella descubrimos que siempre fuimos individuos y clases. Y masas.
La literatura la imaginó eterna, inmortal. Le dio murallas y cátedras. Y pulpitos. La rodeó de pestes e infiernos. Berlineses, dublineses y bostonianas han transitado sin denuedo por sus párrafos. En algún momento fuimos Nínive y Babilonia, Atenas y Roma, Florencia y Edimburgo, Londres y Viena, Mecanópolis y Heliópolis. Allí supimos qué éramos extranjeros.
Sobre ella se dibujaron la distopía y la razón. Allí, las artes encontraron la belleza, las guerras capitularon y las montañas menguaron.
Durante siglos, arcontes y mercaderes, funcionarios y guerreros, catedráticos y magistrados, generales y comediantes compartieron sus calles con cínicos y utilitaristas, racionalistas y románticos, humanistas y nihilistas, existencialistas y materialistas. Mientras, la modernidad se hacía líquida y el contexto emergía, incorporando otras dimensiones a la escena.
Un invento que ha sido, según Jane Jacobs: “”la fuente del progreso social, de la civilización humana y de la democracia misma“. Un espacio ideal, simbólico y reflexivo, concebido para la imaginación (H. Lefreve, Thirdspace, 1996).
La mayor herencia recibida y transmitida, construida y reconstruida, anhelada y loada: la ciudad. Si la filosofía, la sociología y la literatura han fijado en ella sus locuaces y lúcidas miradas durante siglos, ¿a quién le corresponde mirar a partir de ahora?
La ciudad que quiere ser global
Edward Soja rescató en “Postmetrópoli” el término sinecismo o estímulo de la aglomeración urbana (acuñado ya en la Política de Aristóteles) para explicar la formación de la polis o ciudad-estado ateniense como “unión de una gran cantidad de asentamientos humanos con interdependencias económicas, ecológicas y creativas”.
En 30 años, la ONU prevé que casi 7.000 millones de personas vivan en núcleos urbanos de todo el mundo (67% de la población mundial) frente a los 900 millones que lo hacían a principios del siglo XX.
Sin sus capitales, el PIB de muchos países se resentiría notablemente. Grecia reduciría un 20% su PIB sin Atenas, Francia un 15% el suyo sin París y Portugal casi un 14% sin Lisboa, según datos del Cologne Institut for Economic Research.
A lo largo de la historia, pocas urbes, de forma simultánea, han ostentado el título de “ciudad dominante” y lo han hecho en periodos de tiempo dispares y “apagando” el centro de interés por el resto.
El devenir actual nos permite atisbar que muchas ciudades en el mundo, no sólo las capitolinas, están emergiendo en especializaciones diversas e integradas (cultura, gastronomía, calidad de vida, negocios, etc.) y atrayendo el foco de interés más allá de los estándares “históricos”.
La otrora unión política, económica y creativa; ese espacio reflexivo, ideal e imaginario se ha convertido en una carrera por la atracción de la inversión y el talento, por la construcción de espacios creativos y culturales y por generar un posicionamiento singular como marca-ciudad a nivel internacional.
Para ilustrar este posicionamiento sólo debemos observar las numerosas instituciones internacionales que elaboran, de forma regular, indicadores y rankings de ciudades.
Además del mencionado sobre el PIB, podemos encontrar rankings sobre prosperidad urbana (ONU-Habitat), sostenibilidad (Arcadis) ciudades seguras (The Economist) reputación internacional (City RepTrak), carestía o calidad de vida (OCDE), competitividad e innovación (World Economic Forum e Innovation Cities Program), creatividad (Martin Prosperity Institute), o incluso sobre inversión extranjera (Global Cities Invesment Monitor, KPMG) o los ecosistemas para la creación de startups (Startupheatmap, Startup European Partnership).
En un intento por conceptualizar y redefinir la ciudad dentro del nuevo paradigma del capitalismo cognitivo, relacional y competitivo, el Brookings Metropolitan Policy Program ha delimitado 7 tipos de ciudades globales, considerando factores económicos, comerciales, geoestratégicos, de inversión, de talento e investigación/conocimiento:
Global Giants: Londres, Nueva York, Paris, Tokio, Osaka-Kobe y Los Ángeles.
Asian Anchors: Beijing, Hong Kong, Moscú, Seúl, Shangai y Singapur.
Emerging Gateways: Ankara, Varsovia, San Petesburgo, Jinan, Ningbo, Cape Town, Cuidad de México, entre otras.
Factory China.
Knowledge Capital: Boston, Austin, San Francisco, Estocolmo, Zurich, entre otras.
American Middleweights: Detroit, Miami, Cleveland, etc.
International Middleweights: Bruselas, Roma, Barcelona, Ámsterdam, Montreal, Tel Aviv, entre otras.
No hay duda de que la globalización ha colocado a las ciudades en la vanguardia del crecimiento económico, más allá incluso de las “antiguas” áreas metropolitanas. Cada una de ellas posee unos recursos singulares que permiten proyectar su imagen más allá de los espacios tradicionales. El PIB, el comercio, la innovación, el talento y las infraestructuras son medidas necesarias en la actualidad.
La nueva dimensión: La ciudad inteligente.
Analizar hoy la transformación de las ciudades requiere de un análisis interrelacionado en el que la tecnología juegue un papel vertebrador pero no finalista. Como resultado, es necesario enmarcar al espacio urbano dentro del contexto de la 4ª Revolución Industrial.
Un espacio urbano sostenible e inteligente.
La demografía se antoja como uno de los factores esenciales en este terreno. La concentración de dos tercios de la población en espacios geográficamente limitados comporta una serie de desafíos relacionados con la capacidad, las infraestructuras, la energía, la alimentación y el agua.
Algunas ciudades como Vancouver, Glasgow o New York están dando los primeros pasos en este terreno. El Internet de las Cosas, como “brazo operativo” de la ciudad inteligente, podría aminorar los riesgos potenciales derivados.
La consolidación en las numerosas ciudades emergentes de una clase media hace que las prioridades de una ciudad deban evolucionar en el acceso y prestación a todo tipo de servicios públicos y privados, físicos y digitales.
De forma análoga, fenómenos como el aumento de la esperanza de vida, la gentrificación, el alojamiento o la movilidad deben potenciar nuevos marcos regulatorios para permitir mayor flexibilidad de servicios y reducir el impacto ambiental provocado por el sinecismo.
El proceso creativo y la innovación.
Las ciudades parecen encontrarse en el centro del proceso innovador actual y está reemplazando a las corporaciones tradicionales como factor económico clave y unidad de organización social (Florida, Adler y Mellander, The City as Innovation Machine, 2016).
En este sentido, el desafío consistiría en asumir que personas creativas necesitan ciudades creativas.
No nos referimos sólo a espacios para la creación, sino a un ecosistema que favorezca el proceso creativo en su seno. Si buscamos ciudades singulares, las propuestas culturales, artísticas, de ocio o turísticas deben ser singulares también. Y en este sentido, la arquitectura y el interiorismo pueden apoyar dicha singularidad.
Las ciudades industriales dejan paso a una tipo de ciudad tecnológica que pretende ser automatizada. El tránsito hacia este modelo debe comportar un cambio de rol en sus habitantes y también en sus instituciones, apegadas todavía al modelo precedente, incluida la participación ciudadana.
El sociólogo francés Marc Fumarolli reflexionaba hace unos años sobre quién debe canalizar el torrente creativo de un país. Parece que dónde y cómo se genera este torrente pueden definir quién lo debe generar.
Tal vez la filosofía evolucione y nuevas corrientes como el transhumanismo se asienten; quizá la sociología estudie nuevas relaciones entre espacio y grupos en la sociedad red; tal vez la literatura haya anticipado algunos capítulos del modelo que está por venir. Pero todas seguirán cimentando el más antiguo de los inventos del ser humano: la ciudad.
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