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The Guardian en español

Después de ganar a la mafia, un alcalde siciliano se enfrenta a Europa para defender a los migrantes

Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, recibe a los refugiados que llegan a su ciudad // EFE

Renate van der Zee

Cada vez que llega un barco con refugiados rescatados al puerto de Palermo, el alcalde sale a recibirlos. “Bienvenidos”, les dice. “Lo peor ya ha pasado, ahora son ciudadanos de Palermo”.

El primer flirteo con la fama de Leoluca Orlando no fue como defensor de los derechos de los inmigrantes, sino por luchar contra la mafia en los años ochenta y noventa. Nacido en una familia acomodada, en 1980 Orlando estaba en mitad de su carrera en la Universidad de Palermo cuando ocurrió algo que le cambió la vida para siempre: su amigo Piersanti Mattarella, presidente regional de Sicilia, era asesinado por la mafia.

Según Orlando, “varios políticos de su propio partido estuvieron involucrados en el asesinato”. “Decidí meterme de lleno en la política para continuar con su trabajo, sacar a la mafia del sistema político siciliano”.

La mafia aún funciona, pero ya no tiene poder político en Palermo. Los capos cayeron y unos 4.000 mafiosos están tras las rejas en Sicilia desde la década de los noventa, cuando este extravagante alcalde arriesgaba su vida para cambiar la cara de una ciudad que alguna vez fue comparada con la Beirut de los años ochenta. Junto a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en 1992 en dos atentados con bombas, el nombre de Orlando también figuraba en la lista negra de la mafia.

Hace dos años, cuando el hermano de Piersanti Mattarella, Sergio Mattarella, ganó las elecciones presidenciales de Italia, Orlando supo que la misión de su amigo se había cumplido. “Es un milagro que todavía me encuentre con vida”, dice.

Con 69 años, Orlando ha emprendido una misión igual de difícil: convencer a la Unión Europea (UE) de que permita circular libremente a los inmigrantes, presentando a Palermo como modelo de ciudad para todas las que tratan de integrar a las poblaciones de fuera.

“Debemos abolir el permiso de residencia”, dice Orlando sobre el documento oficial que los migrantes necesitan para vivir legalmente en un país del que no son ciudadanos. Debido a que ese permiso no se otorga muy seguido, muchos migrantes se ven forzados a vivir ilegalmente, algo que los vuelve vulnerables a la explotación y a la exclusión.

“La gente tiene derecho a ir a donde quiera en busca de una vida mejor”, dice Orlando. En su opinión, es hipócrita diferenciar entre los que emigran por razones políticas y los que tienen motivos económicos. “Cuando tu vida está en juego porque tu país está en guerra, eres bienvenido. Pero cuando te estás muriendo porque no tienes nada que comer, te abandonan a tu suerte. Eso no tiene sentido. Los migrantes pobres son los más vulnerables, porque no tienen derecho a un permiso de residencia”.

En todos los lugares a los que va, Orlando defiende sus ideas con pasión. “Europa es culpable de esclavitud y de genocidio en lo que respecta a la inmigración”, dice golpeando el escritorio con la mano.

“Se supone que las personas provenientes de Siria tienen derecho a vivir en Europa, pero no se les está dando ese derecho. No pueden viajar en avión. Hacemos que tengan que pagar miles de dólares a los traficantes de personas y que tengan que poner en riesgo sus vidas”, dice en referencia a a los 5.000 inmigrantes que se ahogaron en el Mediterráneo el año pasado.

“La intolerancia está en la mente de los políticos”

Según Orlando, Europa necesita a los inmigrantes. “Ya nadie quiere trabajar en el sector agrícola, por ejemplo, hay zonas enteras abandonadas y pueblos completamente vacíos. Los inmigrantes podrían darle nueva vida a esas zonas. Con una población de 600 millones de habitantes, Europa podría asimilarlos fácilmente”.

El entusiasmo que demuestra por los inmigrantes y su libertad de circulación sería considerado extremo para cualquier político. Y es especialmente sorprendente en el caso de Orlando, a cargo de una de las ciudades más pobres de Italia, donde el 25% de los habitantes no tiene trabajo. En los últimos dos años, unos 400.000 migrantes llegaron a Sicilia. Teniendo en cuenta que la población local es de unos cinco millones, se trata de una cantidad importante para asimilar.

Pero cuando se le consulta si la gente pobre de Palermo está contenta con este influjo de personas, Orlando contesta: “Gané las elecciones a alcalde con el 74% de los votos. Eso significa que la gente piensa que estoy en lo correcto. No hay intolerancia en el interior de la gente, solo en la mente de los políticos”.

Palermo tiene una larga tradición de migraciones. “Una gran cantidad de sicilianos también ha emigrado. Y tenemos un historial de asimilar a los extranjeros, al haber estado bajo el dominio de árabes, bizantinos, normandos y romanos a lo largo de la historia”.

“Miren, una fachada barroca y un campanario de estilo normando”, dice señalando una iglesia en la Piazza Bellini. “Fue diseñada como una mezquita y ahora es una iglesia; en Palermo, el gato, el perro y el ratón van de la mano”, sonríe.

“Nos considera ciudadanos de Palermo”

Es sábado por la mañana y Orlando y sus dos guardaespaldas se dirigen a la iglesia de San Giorgio dei Genovesi, donde el alcalde inaugurará una muestra acerca de la crisis de refugiados. Entre los presentes se encuentra Delfina Nunes, una caboverdiana que vive en Palermo desde hace 37 años, donde acaba de ser nombrada presidenta del Consejo de Culturas, un órgano de asesoramiento compuesto por 21 inmigrantes que Orlando creó para darles voz en la política.

“Nos reunimos frecuentemente con Orlando”, dice Nunes. “Le aconsejamos sobre todo tipo de temas, no solo sobre inmigración. Lo mejor de todo es que nos escucha y nos considera ciudadanos de Palermo y no inmigrantes”.

Todos los inmigrantes tienen derecho a ir a la escuela, a recibir atención médica y, fundamentalmente, a trabajar después de haber vivido en Palermo por dos meses. Esto es algo que no terminan de comprender ni los solicitantes de asilo ni los inmigrantes pobres de muchos lugares. Aunque el alcalde no tenga poder sobre a quiénes le otorgan la residencia permanente en Italia, todos los inmigrantes están invitados a una ceremonia de ciudadanía honorífica pensada para hacerles sentirse parte de la ciudad.

Muchos pensarían que la postura pro-inmigrantes de Orlando sería un blanco fácil para los políticos de la oposición. Después de todo, ¿cuántos políticos hoy en día se sentirían seguros de presentarse en una plataforma pro-inmigrantes cuando están camino a la reelección?

Sin embargo, excepto por el partido populista Noi con Salvini, los rivales de Orlando en las elecciones para alcalde del próximo junio no lo critican por ese tema. Cuando se le pidió un comentario, Fabrizio Ferrandelli, su principal rival, simplemente recalcó el hecho de que Orlando siempre “ha estado involucrado en ayudar a la integración y a la inclusión de las personas recién llegadas a Palermo”.

“La política de migración europea ayuda a la mafia”

Orlando siente que se ha cerrado el círculo. Dice que las políticas de migración europeas promueven el crimen organizado porque son las que crean inmigrantes ilegales en primer lugar. “En mi lucha contra el permiso de residencia, me encuentro una vez más cara a cara contra la mafia, porque la mafia necesita que exista el permiso de residencia. Necesitan la ilegalidad y las prohibiciones. Así es como prosperan”.

Orlando dice que sus opiniones sobre las migraciones se formaron por sus encuentros personales con los inmigrantes que llegaban al puerto de Palermo. “Conocí a una chica de 14 años del Congo. Su madre se había ahogado durante el viaje hasta aquí. Eso me hizo entender que Europa estaba matando a gente”.

Orlando no es el único que reclama un enfoque diferente. El Papa le envió una carta en la que le expresaba su admiración y gratitud. Otros alcaldes europeos también se han unido para comprometerse a “convertirse en lugares de refugio”. Recientemente, el de Nápoles, Luigi de Magistris, pidió a otros 70 alcaldes europeos que se conviertan en “altavoz” de los refugiados.

Orlando es realista acerca del clima político dominante en lo relativo a los inmigrantes. Sabe que llevará tiempo abolir el permiso de residencia pero no se resigna. “Necesitamos tiempo para abolir la esclavitud, necesitamos tiempo para abolir la pena de muerte. Pero en un mundo globalizado, donde los bienes, el dinero y la información circulan libremente, la libertad de circulación de las personas es, al fin y al cabo, inevitable”.

Traducido por Francisco de Zárate

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