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Fadumo Dayib: de refugiada a candidata a presidenta

Fadumo Dayib, candidata a la presidencia de Somalia y refugiada en Finlandia.

Jason Burke

Cuando Somalia se adentró en una guerra civil hace casi 26 años, una familia de Mogadiscio lo vendió todo para enviar a una adolescente a un lugar seguro en el extranjero. La joven de 18 años llegó al norte de Europa como solicitante de asilo, sin dinero y con una educación muy básica. Fadumo Dayib ahora es experta en salud pública y una premiada activista, y espera volver a casa con el objetivo de acabar con las muertes y la corrupción, y ayudar a llevar a Somalia a la prosperidad y la estabilidad.

Dayib, que lleva viviendo en Finlandia desde 1990, se presenta a unas cruciales elecciones presidenciales en Somalia programadas para octubre. Cuenta que su paso adelante le ha traído amenazas de muerte diarias, pero también un apoyo masivo en el país que un día dejó atrás.

Algunas potencias internacionales, incluidas Estados Unidos y Reino Unido, han defendido estos comicios como la primera convocatoria electoral verdaderamente democrática del país en décadas. Pero la realidad es menos motivadora y mucho más complicada.

Se considera que unas elecciones completas en las que voten todos los adultos serían poco prácticas por motivos de seguridad e institucionales, por lo que el próximo presidente de Somalia será seleccionado por los miembros de una asamblea nacional bicameral elegida por 14.000 delegados, designados por los líderes tribales. Como mucho se puede decir, según los analistas, que estas elecciones son un “trampolín” hacia el sufragio universal, un objetivo que los más optimistas creen que se alcanzará en 2020.

Hay 18 candidatos a la presidencia, incluido el que ocupa ahora el cargo, Hassan Sheikh Mohamud, antiguo académico y activista que lleva en el poder desde 2012. Dayib es la única mujer.

“Si no eres corrupto no entrarás en el sistema”

La candidata, de 44 años, reconoce que sus posibilidades de ganar son iguales a cero. “Cualquiera que sea competente y cualificado, nunca ganará. Si no eres corrupto no entrarás en el sistema. Nunca pagaré un céntimo a nadie, así que no hay probabilidades de que gane”, admite Dayib en conversación con the Guardian desde su casa, cerca de Helsinki.

Pero su campaña ya ha tenido un impacto: elevar su perfil, provocar un debate más amplio sobre las mujeres en Somalia y, según la candidata, mostrar a los 11 millones de habitantes del país que hay una alternativa a la élite política existente.

“En 2020 tendremos elecciones democráticas y después... ganaremos”, augura Dayib. “Muchos somalíes están en shock porque he aparecido de la nada, pero he conseguido desafiar a todos los que están en el poder y ahora todo el mundo en el país sabe quién soy”.

Después de décadas de conflicto, se decía que Somalia dio un giro en 2012 con un nuevo acuerdo político e importantes victorias contra la insurgencia liderada por el grupo Al Shabab. Sin embargo, las esperanzas de un progreso rápido han quedado frustradas y organizar cualquier tipo de elecciones supone enormes dificultades.

Las infraestructuras del país están en ruinas. Hay islas de actividad económica rodeadas por grandes franjas de profunda pobreza. Las fuerzas gubernamentales y 22.000 efectivos de los países cercanos destinados en Somalia tienen parcialmente el control de las principales ciudades, pero Al Shabab se muestra resistente. Sus militantes han prometido perturbar el proceso electoral y han bombardeado repetidas veces la capital, Mogadiscio, en los últimos meses.

“El proceso para que Somalia supere sus grandes desafíos va a ser largo y lento, y su capacidad para hacerlo sigue en duda. Sin embargo, el país tiene una de sus mejores oportunidades en dos décadas para avanzar hacia la estabilidad”, valora Joshua Meservey, analista del thinktank conservador estadounidense The Heritage Foundation, en un informe publicado recientemente.

Dudas sobre las posibilidades de mejora

Otros observadores se muestran escépticos sobre la posibilidad de que las elecciones puedan hacer mucho para aliviar los profundos problemas del país. “Ahora hay muchos actores diferentes en Somalia. Hay una necesidad de marcar casillas. ¿Han mejorado las elecciones de forma concreta las cosas en el terreno, especialmente para los más vulnerables a los abusos? No lo sé”, cuestiona Laetitia Bader, experta en Somalia de la organización activista internacional Human Rights Watch.

Algunos analistas esperan que se vuelvan a posponer las elecciones, aunque esto podría desencadenar una crisis constitucional y preocuparía a los grandes donantes occidentales que han enviado ayuda a Somalia en los últimos años pero ahora intentan reducir sus compromisos. Varias autoridades en Kenia, donde están muchos de los diplomáticos y cooperantes que trabajan con Somalia, hablan de un “reajuste de objetivos”.

Dayib, de padres somalíes, nació en Kenia. Su madre viajó al país vecino en busca de un mejor tratamiento médico, después de que 11 hermanos muriesen de enfermedades evitables. Dayib, la número 12, sobrevivió. Cuando los expulsaron de Kenia en 1989, la familia intentó rehacer su vida en Mogadiscio. Después llegó la caída del régimen de Siad Barre y la guerra civil.

En Finlandia, Dayib se formó como enfermera de cuidados intensivos, enseñó a especialistas sanitarios para Naciones Unidas y obtuvo un doctorado. También trabaja con el sector privado en temas de empleo para refugiados y obtuvo una beca de la Universidad de Harvard para estudiar administraciones públicas.

“Tuve un buen comienzo y nunca paré... No quería asimilarme y perder mi cultura o mi religión, sino integrarme. Intenté combinar lo mejor de mi cultura con lo mejor de la cultura finlandesa. No quería quedarme en Finlandia para siempre. Sabía que volvería a Somalia. Intenté aprender cosas que fuesen de utilidad para mi tierra”, relata Dayib, que es musulmana.

Su programa político incluye enfrentarse al sistema de clanes y a tradiciones como la mutilación genital femenina, tolerancia cero con la corrupción, instar a los países vecinos a respetar la integridad territorial de Somalia y dialogar con Al Shabab si abandonan las armas, dejan de matar a somalíes y cortan sus vínculos con organizaciones terroristas internacionales.

Aunque hay pocos observadores que vean probable que una mujer con un programa progresista pueda superar los grandes obstáculos que existen para alcanzar el poder en un país tradicional y conservador, Dayib, que tiene cuatro hijos, está segura de sí misma. Dice que las amenazas de muerte que recibe todos los días son “un cumplido” para ella. “Vengo de una sociedad en la que las mujeres no son prácticamente nada, no son tomadas en serio, solo son rechazadas. Algunos hombres tienen tanto miedo que me hacen estas amenazas porque se dan cuenta de que tengo la capacidad de provocar el cambio”.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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