Solo el sistema educativo frena la debacle de la Iglesia en Irlanda
Mike McKillen estaba encantado de que su nieta lo ayudara a cuidar del jardín. Pero la alegría del profesor de ciencias jubilado disminuyó bastante cuando Cara, de cinco años de edad, vio un bicho que se retorcía en la tierra y dijo: “Dios hizo a esta lombriz”.
“Sólo lleva unos meses en el colegio y ya le han inculcado la idea de que Dios lo creó todo. Es de lo más preocupante -dice McKillen, que a sus 72 años sigue dando clases de bioquímica en el Trinity College de Dublín, aunque a tiempo parcial-. No quiero que la adoctrinen.” Al igual que otros miles y miles de niños irlandeses, Cara no tiene más remedio que asistir a un colegio de la Iglesia católica, institución que dirige más del 90% de las escuelas de educación primaria. Pero la población se vuelve cada más laica y progresista, y el poder de la Iglesia, que controlaba grandes capas de la sociedad, se debilita.
El último censo irlandés (2011) muestra un fuerte aumento de los no católicos. A pesar de que la inmensa mayoría de los 4,5 millones de habitantes se sigue identificando con el catolicismo, más del 6% (277.000 personas) se declara atea, agnóstica, no practicante o “sin religión”, lo cual supone un incremento de casi el 50% con respecto al censo anterior, del año 2006. Y, según las previsiones, la tendencia será aún más notable en el siguiente censo, que se hará público en abril.
La emigración también ha causado un aumento significativo de musulmanes, ortodoxos, pentecostales, hindúes y budistas. Los cambios demográficos de Irlanda, combinados con la evolución de las creencias religiosas y las actitudes sociales, tienen implicaciones graves para la Iglesia católica y el Estado, cuyos destinos han estado unidos desde la división del país en 1922, cuando el Sur consiguió la independencia de Gran Bretaña. Las rígidas opiniones de la Iglesia en materia de matrimonio, divorcio, bautismo, métodos anticonceptivos, aborto y homosexualidad se enfrentan a una oposición cada vez mayor o, simplemente, se desestiman.
Sin embargo, el debilitamiento del poder de los púlpitos, particularmente intenso entre las generaciones del cambio de siglo, no implica que hayan perdido su influencia sobre el Estado. A pesar del sorprendente 62% de ciudadanos que en mayo del año 2015 votaron a favor de los matrimonios de personas del mismo sexo, convirtiendo a Irlanda en el primer país del mundo que avalaba la igualdad matrimonial en un referéndum, la Iglesia sigue teniendo en peso en cuestiones como los derechos reproductivos y la educación.
El 26 de febrero, Irlanda celebrará unas elecciones generales marcadas por la economía y la inseguridad ciudadana. Pero los candidatos también deben afrontar el problema de la educación religiosa y la posibilidad de convocar un referéndum para revocar la prohibición del aborto, prácticamente absoluta.
“Hay un deseo evidente de cambio social y liberalización, aunque puede que normalización sea una palabra más adecuada para el caso”, afirma Daniel Faas, director del Departamento de Sociología del Trinity College de Dublín. Irlanda se está convirtiendo rápidamente en un país más progresista y tolerante. En mayo, muchos votantes hicieron caso omiso de los sermones contra los matrimonios entre personas del mismo sexo. La homosexualidad dejó de ser un delito en 1993 y, en los 22 años transcurridos desde entonces, Irlanda ha pasado de asumir dicha decisión a respaldar el matrimonio de homosexuales. El poder y la influencia de la Iglesia son menores, y eso hay que tenerlo en cuenta.“
Hace unos meses, la Archidiócesis de Dublín encargó una investigación a Towers Watson, una consultoría de ámbito internacional, para que calculara la trayectoria posible de la Iglesia durante los próximos 15 años. Sus conclusiones fueron sombrías para la institución religiosa, que se ha negado a hablar con The Guardian sobre los resultados del informe.
Al parecer, la asistencia a misa se habrá reducido un tercio para el año 2030, disminución que se suma a la caída del 20% entre los años 2008 y 2014. Además, la Iglesia sólo tendrá un cura nuevo menor de 40 años por año y, a medida que los actuales se jubilen o fallezcan, se producirá una reducción de hasta el 70% en el número de sacerdotes en activo, tres cuartos de los cuales tendrán más de 60 años. En el informe se recomienda a la Iglesia que considere la opción de contratar a sacerdotes de otros países y anime a los existentes a seguir trabajando tras cumplir 75.
Un bautizo 'obligado'
El número de bautizos seguirá supuestamente estable, pero los autores de la investigación afirman que quizá se deba a que “los niños bautizados tienen preferencia para entrar en los colegios católicos de educación primaria” y puntualizan que, “si dicho requisito se elimina en algún momento antes del año 2030, existe la posibilidad de que se produzca una disminución anual”.
Esta última cuestión es el elemento central de la campaña para reformar el sistema educativo irlandés. La Iglesia católica dirige nueve de cada diez colegios de primaria financiados por el Estado, y casi la mitad de los colegios de secundaria. Establece criterios sobre admisión de niños y contratación de profesores, y determina la educación religiosa y la enseñanza.
Los niños sin bautizar no pueden acceder a los colegios locales, donde siempre hay más solicitudes que plazas, y sus padres no tienen más remedio que ampliar el radio de búsqueda e inscribirlos en centros muy alejados de sus hogares. Como consecuencia, los desplazamientos son demasiado largos y los pequeños terminan separados de sus amigos y comunidades. Muchos padres sin creencias religiosas optan por la solución más fácil, que consiste en tragarse sus recelos y bautizar a sus hijos.
Jodie Neary, madre de Evyie y Mia, dos gemelas de 18 meses que están sin bautizar, dice: “El sistema educativo es el último reducto de la Iglesia católica en Irlanda, y por eso es tan importante para ellos. Nunca he tenido intención de bautizar a mis hijas, pero conozco a padres que bautizan a los suyos para asegurarse de que tendrán plaza en el colegio. Es muy común.”
Neary sabe que, al negarse a bautizar a sus hijas, reduce sus opciones de encontrar colegio. “Pagamos nuestros impuestos, pero nos excluyen. Todo el mundo tiene derecho a recibir una educación.”
Los padres no católicos cuyos hijos consiguen plaza en escuelas controladas por la Iglesia tienen derecho legal a retirarlos de las clases diarias de educación religiosa, o de “formación en la fe”, como se las conoce; pero, con frecuencia, los profesores se limitan a ponerlos en el fondo de la clase para que lean algún libro. Además, hay muchos colegios donde las creencias religiosas impregnan materias como la ciencia, la geografía, la historia y el arte.
The Guardian ha hablado con padres que denuncian casos de niños cuyos deberes en casa consisten en rezar, niños que reciben libros de contenido e imaginería religiosa, niños a los que enseñan creacionismo durante las excursiones al campo y niños a los que instan a construir “puestos de oración” con iconos religiosos en las propias instalaciones educativas. “Oponerse a ello es muy difícil -afirma uno-. Nadie quiere ser un padre que discute todos los días con los profesores.”
Media hora al día de Religión
Jan O'Sullivan, ministro de Educación saliente, abolió el mes pasado la Ley 68, que concedía un estatus de privilegio a las clases de religión en los colegios de primaria y aseguraba 30 minutos diarios de formación en la fe católica. La decisión se produjo tras la publicación de una encuesta donde el 85% de los directores de primaria se manifestaba a favor de reducir el tiempo dedicado a la enseñanza religiosa.
O'Sullivan ha asegurado que se trataba de una ley anacrónica, y ha ido más allá: “Me alegro de haberlo hecho”. En respuesta, el Consejo Escolar de Obispos ha emitido un comunicado donde se afirma que la enseñanza religiosa no va a cambiar y que “el anuncio del ministro no altera el carácter de los colegios católicos, que se seguirá expresando en todos los aspectos de la vida académica”.
Equate, una organización que lucha por la reforma del sistema educativo, encargó recientemente un sondeo donde casi dos tercios de los entrevistados se manifestaron a favor de los cambios. Alrededor de la mitad (el 46%) dijo que no elegiría un colegio católico si tuviera otra opción, y uno de cada cinco sabe de alguien que ha bautizado a sus hijos para asegurarse una plaza escolar. Las resultados son prácticamente idénticos en las zonas rurales y urbanas, lo cual socava la afirmación de que el deseo de reforma se reduce a las zonas más progresistas y socialmente plurales, como Dublín.
Educate Together, que dirige 77 colegios públicos de carácter no religioso (el 2,2% del total) se declara incapaz de cubrir la demanda de educación igualitaria. “Tenemos un exceso enorme de solicitudes”, cuenta su director ejecutivo, Paul Rowe. “Hay una gran sed de espacios educativos basados en la equidad y el respeto para todos. Podríamos abrir 25 colegios más y nos quedaríamos cortos.”
“El deseo de cambio es mayoritario”, dice Michael Barron, presidente de Equate y viejo defensor de los derechos del movimiento LGBT, “y creo que aún será más abrumador durante la próxima legislatura. No nos podemos jactar de ser un país progresista que se enorgullece de su sentido de la igualdad mientras discriminamos a la gente en los colegios por motivos religiosos”.
Contra la discriminación
El mes pasado, el Comité de Naciones Unidas para los Derechos del Niño pidió al Gobierno irlandés que tomara medidas concretas para aumentar la disponibilidad de colegios aconfesionales o multiconfesionales y eliminar la discriminación en las admisiones escolares, petición que se suma a las reiteradas exigencias de cambio de varias instituciones de la ONU. Naciones Unidas también ha pedido la revocación del veto constitucional al aborto en casi todos sus casos, conocido como “la octava enmienda”. Las encuestas entre la población irlandesa muestran insistentemente la existencia de una mayoría a favor del aborto en circunstancias tales como violaciones, incesto y defectos fetales de carácter irresoluble. En un sondeo de noviembre del año pasado, el 56% de los encuestados se manifestaron a favor del referéndum.
Muchos activistas creen que un movimiento popular parecido al que se creó antes del referéndum de mayo sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo podría conseguir una mayoría social a favor de la revocación, aunque reconocen que la Iglesia católica sería un enemigo formidable. “Los políticos son muy conservadores en lo referente a los asuntos donde la Iglesia se muestra beligerante, así que la gente se moviliza -afirma Michael Nugent, de Atheist Ireland-. Se salta el estadio de intentar cambiar la ley y centra sus esfuerzos en asuntos como el divorcio y el aborto”. Se calcula que entre 2010 y 2014 unas 20.000 mujeres se desplazaron de la República de Irlanda al Reino Unido para abortar.
La asistencia a los moribundos es otra cuestión que puede plantear desafíos a la Iglesia en el futuro. La Humanist Association of Ireland celebrará este mes una conferencia para debatir sobre el fin de la vida, los testamentos y la eutanasia voluntaria. “Creemos que existe la posibilidad de que se produzca un cambio legal en dichos aspectos”, afirma su director, Terry Flynn.
McKillen, que lleva 35 años luchando por la separación de Iglesia y Estado, dice que el cambio llegará muy tarde. “El referéndum por la igualdad matrimonial es un indicador de lo lejos que hemos llegado. Sin embargo, el poder de la Iglesia sigue estando protegido por las instituciones, a pesar de que, con excepción de un sector de la gente de mayor edad, su autoridad moral ha desaparecido.” Desde su punto de vista, el aborto y la reforma educativa serán los grandes retos de Irlanda durante la próxima legislatura: “Se va a impugnar el nexo de Iglesia y Estado”.
Para McKillen, el actual sistema educativo es “anacrónico y arcaico, y exige de una reforma profunda”; un sistema que resulta inadecuado para una democracia que esta primavera celebrará el centenario del levantamiento que llevó a su formación. Prevé además que, cuando Cara llegue a la edad adulta, “Irlanda habrá cambiado por completo”. “La influencia de Iglesia católica ha dejado de crecer y, en cuanto tengamos un sistema educativo que no dependa del patrocinio religioso, disminuirá todavía más. Hay un impulso político al respecto, y los gobernantes ya no lo pueden obviar.”
Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez