Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La unión de la izquierda gana las elecciones y frena a la extrema derecha
Qué hace un anillo infantil en el baño de un campo de concentración franquista
OPINIÓN | 'Fin a la fatalidad del triunfo de la extrema derecha', por Pérez Royo

The Guardian en español

La pantalla refleja el presente optimista de Burkina Faso

Este festival se ha convertido en "el mejor vehículo cultural en nuestro continente y uno de los mejores lugares para compartir y descubrir la cultura africana"

Ruth Maclean

Uagadugú —

El público no se quería quedar sin entrada: apenas había amanecido y ya hacían cola frente al Ciné Burkina con sus pañuelos y sus gafas de carey, ansiosos por ser los primeros en ver 'Frontières'. La película es una historia emotiva sobre la amistad de cuatro africanas que sufren violaciones, extorsiones, robos y accidentes de tráfico mientras cruzan el oeste de África en autobús, intentando llegar a Lagos.

Muchos de los presentes habían tenido que cruzar fronteras para llegar a Ouagadougou (Burkina Faso) y, aunque sus experiencias no hubieran sido tan peligrosas como las de los personajes de 'Frontières', era un principio adecuado para la vigesimoquinta edición del popular Festival Panafricano de Cine y Televisión (Fespaco). Pero el legendario certamen, que se celebra en un país recién salido de una larga dictadura y en una ciudad golpeada por el terrorismo, tiene elementos más cercanos a la política que a la cinematografía africana.

“Esta es la ciudad de la creatividad, la ciudad de la cultura, la capital del cine africano”, dijo Armand Béouindé, alcalde de Ouagadougou, en la inauguración. Y Roch Marc Kaboré, presidente de Burkina Faso, añadió que el Fespaco se ha convertido en “el mejor vehículo cultural en nuestro continente y uno de los mejores lugares para compartir y descubrir la cultura africana”.

El sábado por la noche, los puestos que venden pescado y Fanta ya estaban preparados para la inauguración del festival. Están en un lugar clave, que recuperó su nombre tras haber sido la Plaza de la Nación durante décadas: la Plaza de la Revolución, nombre que le puso Thomas Sankara en 1984, tres años antes de que Blaise Compaoré traicionara al popular líder africano y ordenara su asesinato.

En el 2014, la plaza se llenó de miles de personas que exigían la dimisión de Compaoré, quien había dirigido el país durante 27 años y pretendía cambiar la Constitución para volver a ocupar el cargo. Las paredes de Ouagadougou aún tienen pintadas que dicen: “Blaise, c’est fini” (Se acabó, Blaise).

Burkina Faso significa “tierra de gente honrada”. Su nombre también se debe a Thomas Sankara, el muy amado expresidente que rechazaba los aparatos de aire acondicionado por considerarlos una extravagancia (en un país cuya temperatura llega a los 40 grados y donde el polvo rojo del Sáhara se mete por todas partes).

El recuerdo de Sankara se invocó una y otra vez durante la inauguración, que se llevó a cabo en el estadio municipal con un calor sofocante. Mientras los dignatarios burkinabé se sentaban en sillas plegables para disfrutar del concierto de koras y marimbas, el césped artificial se llenaba de personas disfrazadas de elefantes y cebras. Los oficiales del ejército dudaban entre estrecharse la mano o hacer el saludo militar antes de sentarse, y cientos de policías abarrotaban las primeras filas por miedo a un atentado terrorista como el del año pasado, que acabó con la vida de 30 personas.

Varios grupos de bailarines y percusionistas entraron y salieron sucesivamente del estadio, levantando el polvo rojo sahariano con sus elaborados disfraces: algunos llevaban cabezas de antílopes y de leones; otros, máscaras y túnicas de color rojo y amarillo.

“Todo el mundo trabajaba en el cine con Thomas Sankara. El tema de la formación artística encaja perfectamente con su visión –dijo Béouindé a la multitud–. Estamos juntos contra el extremismo. Cultivemos la paz”.

Ouagadougou se llenará esta semana de debates sobre la forma de apoyar el cine independiente africano y de formar directores. De hecho, varios de los profesionales que asisten al festival afirman que el continente tiene una grave carencia de formación cinematográfica.

Los equipos de cine son muy caros

“En mi país no tenemos escuelas de cine ni apoyo gubernamental; tenemos que aprender por nuestra cuenta, y enseñarnos los unos a los otros”, declara Kinfe Banbu, el director etíope de Fre, una película sobre la violación de una joven y la venganza de su padre contra los violadores. Además, los equipos son prohibitivamente caros por culpa de los aranceles de importación, y la mayoría de los directores sobrevive con otros trabajos; en su caso, con un restaurante de su propiedad.

Wana Udobang afirma algo parecido. Udobang, una poetisa y directora nigeriana que aceptó convertirse en una de las estrellas de Frontiéres sin saber que tendría que hablar en francés, dice: “No se trata sólo de que necesitemos mentores, sino de que todos podemos aprender de los demás. Las generaciones jóvenes tienen más conocimientos técnicos, pero las mayores tienen las historias de verdad. África necesita más festivales cinematográficos. Es importante por el asunto de la distribución… en Nigeria hay películas que llegan a los cines y películas que no; pero aquí, la gente puede ver todo tipo de obras. No hay una idea monolítica de lo que debe ser el cine africano”.

Tras la independencia, muchos países firmaron acuerdos que los obligan a ofrecer un porcentaje limitado de cine de Hollywood en sus salas; y, aunque el cine de Burkina Faso goce de buena salud, hay países con tradición cinematográfica que se encuentran en la situación opuesta, como Mali y Senegal. No faltan películas ni ideas, pero muchas personas tienen dificultades para ver obras de origen africano. Por suerte, el problema dejará de ser tan acuciante gracias a la Fundación de Martin Scorsese, la UNESCO y la Federación Panafricana de Directores de Cine, que han digitalizado cientos de películas que acumulaban polvo en un almacén de Ouagadougou.

Entre tanto, el público ríe y aplaude en el Ciné Burkina, un edificio de ladrillo rojo, madera oscura y ventanas triangulares. Muchos llevan las prendas de color naranja del festival, cuyo logotipo consiste en una cámara antigua que apunta a un mapa del continente africano.

Banbu ha llevado su película a otros certámenes internacionales, pero esta es la primera vez que participa en un festival africano: “El ambiente es bueno. La gente es muy positiva, y tiene un entusiasmo sorprendente.” En cuanto a Udobang, está nerviosa ante el inminente estreno de Frontières, que curiosamente no ha visto. “Algún día, seré capaz de trabajar en películas y verlas al mismo tiempo”, dice entre risas.

Traducido por Jesús Gómez

Etiquetas
stats