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Humillaciones públicas: esto pasa en Chechenia si criticas al gobierno en las redes

El líder de la república rusa de Chechenia, Ramzán Kadírov

Tanya Lokshina

Aishat Inaeva, una trabajadora social de un pequeño pueblo de Chechenia, no criticó públicamente al tristemente célebre líder de la región, Ramzan Kadyrov. No se hubiera atrevido.

En su lugar, hizo una grabación de audio vía WhatsApp, rogándole que ayude a la gente común “que está siendo empujada bajo la línea de pobreza” por funcionarios locales. El mensaje se viralizó.

Una semana después, Inaeva fue arrastrada a un plató de Grozny TV, el canal de televisión estatal. Con su marido a su lado y el líder de la república sentado frente a ella, le obligaron a pedir disculpas por sus “mentiras”.

“Usted ayuda a los pobres…Yo estaba confundida, no sé por qué hice eso,” le dijo al presidente Ramzan Kadyrov, con la cabeza gacha. El marido de Inaeva también se disculpó, y se reprendió por “haberle permitido difundir todas esas mentiras.”

El segmento de 16 minutos en el programa de noticias envió un mensaje claro al público checheno: si algo no te gusta, cierra la boca o prepárate para pasar vergüenza.

La humillación pública forma parte de la última estrategia de Kadyrov para erradicar la disidencia en el país. Durante casi una década, este joven líder ha ejercido un poder tiránico sobre Chechenia. Ya no existe la libertad de prensa, y los pocos periodistas de medios independientes rusos o de otros países que informan sobre los constantes abusos dentro de la república corren grandes riesgos de ser acosados, detenidos arbitrariamente o incluso de sufrir ataques violentos a manos de agentes de las fuerzas de seguridad.

Pero el peor castigo queda reservado para los propios chechenos. Los que se atreven a publicar críticas al gobierno en las redes sociales son rastreados y castigados.

Aumentan los ataques contra los disidentes

Un informe reciente de Human Rights Watch describe cómo las autoridades locales toman acciones contra las personas que demuestran insatisfacción hacia el líder checheno y sus políticas. Detalla cómo se han intensificado los ataques violentos contra disidentes en los últimos 18 meses, en un país donde hasta la más mínima crítica en las redes sociales es castigada duramente mediante detenciones ilegales, desapariciones forzadas, tratamiento cruel y degradante, amenazas de muerte, amenazas contra familiares o abuso físico a familiares.

La represión apabullante que ejercen las autoridades locales está diseñada para recordarle al pueblo checheno que Kadyrov tiene control total y para contener el flujo de información negativa sobre el país, que podría afectar el apoyo que recibe de Rusia.

Como resultado, pocas personas en Chechenia se atreven a llegar tan lejos como Inaeva. Y si se atreven, el castigo les llega rápidamente.

En abril, Ramazan Dzhalaldinov, un hombre de unos 50 años de un pueblo en las montañas cerca de la frontera de Chechenia con Daguestán, publicó un vídeo al mismo tiempo que se emitió el programa anual televisivo de Vladimir Putin.

En el vídeo, Dzhalaldinov se quejaba de que su pueblo, Kenkhi, estaba en ruinas por los enfrentamientos armados, y decía que los funcionarios locales eran corruptos. El vídeo rápidamente se viralizó en internet entre usuarios chechenos y rusos.

Temiendo ser castigado por las autoridades, Dzhalaldinov huyó a Daguestán y se aseguró de que sus hijos también abandonaran Chechenia. Pero en mayo, cuatro semanas después de que en el programa de noticias de Grozny TV salieran personas llamando a Dzhalaldinov mentiroso y estafador, la policía local secuestró a su esposa y a sus hijas de 17, 12 y 10 años.

Una docena de hombres armados y enmascarados, vestidos con ropa de camuflaje, entraron de noche en su casa, arrastraron a la esposa de Dzhalaldinov y a sus hijas fuera de la cama y las llevaron a la estación de policía del distrito.

Mientras las dos niñas más pequeñas quedaron solas en una habitación, los agentes de policía golpearon a la madre y a la hija mayor, diciéndoles que ése era el castigo por los problemas que había causado el hombre de la familia. Presuntamente, un agente de alto rango disparó varias veces un arma junto a la cabeza de la madre y asfixió a la hija, mientras les decía que debían convencer a Dzhalaldinov de disculparse públicamente.

Después del interrogatorio, los agentes de policía llevaron a las mujeres a la frontera administrativa con Daguestán, les ordenaron irse y no regresar jamás. Esa noche, su casa fue incendiada.

Quemaron su casa para que se disculpase

Una semanas más tarde, Grozny TV emitió un vídeo con las disculpas de Dzhalaldinov: “Pido disculpas. Cometí un error. Le pido a la gente que no cometa el mismo error que yo. Muchos dirán que fui amenazado y coaccionado para que diga esto, pero hago este vídeo voluntariamente. Kadyrov reconstruyó el pueblo de Kenkhi”.

Al parecer, a Dzhalaldinov le habían comunicado que si hacía públicas sus disculpas, se le permitiría regresar a Chechenia junto a su familia.

Kadyrov luego le comunicó a sus más de dos millones de seguidores de Instagram que “fuerzas anormales” habían intentado usar a este hombre “para cumplir objetivos dañinos e indecentes” pero afortunadamente el hombre había “encontrado la fortaleza y la sabiduría” para reconocer su error y admitirlo públicamente, así que se le aceptaban las disculpas.

Incluso las personas que utilizan seudónimos o que hablan en grupos cerrados de las redes sociales pueden sufrir represalias. A fines del año pasado, un profesor de 35 años de la universidad de Grozny, Khizir Ezhiev, estaba chateando con amigos en un grupo cerrado en Facebook. Cuando alguien mencionó el peregrinaje de Kadyrov a La Meca, Ezhiev escribió: “Parece que ahora cualquiera es bienvenido allí”.

Unas semanas más tarde, cuatro hombres metieron a Ezhiev en un coche y lo secuestraron. Varias semanas después, su cuerpo fue hallado con múltiples heridas. Las autoridades alegaron que se había caído de un acantilado.

El día después del secuestro de Ezhiev apareció un vídeo no relacionado de un joven caminando en ropa en interior en una cinta para correr mientras pedía disculpas a Kadyrov.

“Putin es mi padre, mi es abuelo, mi zar...”

“Soy Adam Dikaev del pueblo de Avtury,” le decía a la cámara. “Pensando que nadie podría encontrarme, escribí algo que no debía en Instagram, usando un nombre falso. Me encontraron y me quitaron los pantalones. Ahora sé que no soy nadie. Desde ahora, Putin es mi padre, mi abuelo y mi zar…”

¿Su delito? Un comentario al pasar en las redes sociales sobre que Kadyrov es servil a Putin. El vídeo demostraba a los chechenos el grado de humillación que el gobierno está dispuesto a orquestar.

Durante todo el año pasado, muchas historias como estas se han contado en Chechenia. Describen una represión apabullante, presiones desmedidas y constantes humillaciones. Algunos afirman que la situación actual es más insoportable que los bombardeos que sufrían durante la guerra.

“Sobrevivimos a la guerra con dignidad, pero ahora el gobierno nos está quitando esa dignidad. Los que sobrevivimos a la guerra no podemos vivir así”, asegura un residente de Grozny, que pidió permanecer anónimo.

Tanya Lokshina es la directora de programas de Human Rights Watch en Rusia, y autora del informe, Cómo caminar en un campo minado: Mano dura con los críticos de la República Chechena.Cómo caminar en un campo minado: Mano dura con los críticos de la República Chechena.

Traducido por Lucía Balducci

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