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The Guardian en español

Macron y Le Pen no quieren ver que los terroristas que atacan Francia son principalmente franceses

Imagen de archivo en la que se ven a varias personas heridas siendo trasladadas en ambulancia tras un atentado en París. EFE

Iman Amrani

En su discurso triunfal del domingo por la noche, Marine Le Pen describió los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas como “históricos”. Y en más de un sentido, tiene razón. Los partidos tradicionales sufrieron un gran golpe, ya que ni el candidato socialista, Benoît Hamon, que obtuvo un humillante 6,3% de los votos, ni el republicano, François Fillon, lograron pasar a la segunda vuelta.

Pero no es sólo el desplome de los partidos tradicionales lo que hizo que estas elecciones fueran distintas. Los ataques terroristas y un continuo estado de emergencia dominaron la campaña, y el tiroteo en los Campos Elíseos hizo pensar a muchos que Le Pen podría obtener más votos en las elecciones presidenciales. En las elecciones locales que se llevaron a cabo la semana siguiente a los ataques en el Bataclan en 2015, la popularidad del Frente Nacional de Le Pen llegó a su pico máximo, ya que se benefició del miedo que generó el ataque terrorista más terrible que se haya cometido en Francia en décadas.

En ese momento, la respuesta de Le Pen a los ataques fue pedir que Francia recuperara el control de sus fronteras “para siempre”, desafiando a la Unión Europea. Afirmó que “se debe aplastar al extremismo islámico” y que hay que imponer mano dura contra los “predicadores del odio”. Igual que François Hollande y muchos otros, sus propuestas para combatir el terrorismo en Francia están casi todas ligadas a la seguridad y rara vez incluyen el concepto de prevención. Para Le Pen, el foco ha estado puesto en la inmigración o en las mezquitas y, durante los últimos años, después de cada ataque terrorista en Europa, ha insistido en estos temas.

Sin embargo, Le Pen no tiene en cuenta el hecho de que la gran mayoría de los ataques perpetrados en Francia han sido cometidos por ciudadanos nacidos en Francia, no inmigrantes. Los terroristas han sido mayormente franceses radicalizados en cárceles francesas, no en mezquitas. ¿Tiene Le Pen alguna respuesta para esto?

El viernes, último día de campaña antes de las elecciones, Le Pen llamó a la inmediata expulsión de los extranjeros que figuran en la lista llamada “Ficha S”, que los vincula al islamismo. Fue otra dura respuesta basada en la seguridad que no atiende de verdad las cuestiones que hacen que esas personas acaben en esa lista en primer lugar. La eficacia de esta respuesta es aún más discutible si tenemos en cuenta que el sospechoso –Karim Cheurfi, un francés de 39 años– no estaba en la lista “Ficha S”. Lo había interrogado la policía pero no se lo había incluido en la lista de vigilancia. Pareciera que estos detalles no importan durante las elecciones francesas.

La campaña de Le Pen se alimenta de emociones, no de políticas basadas en hechos. ¿Os suena conocido? El miedo y la ansiedad sobre cuestiones de seguridad e identidad han dejado a otros candidatos paralizados e incapaces de dominar el debate, lo cual permitió a Le Pen apropiarse de un tema para el cual no tiene una respuesta real.

Le Pen utilizó las últimas horas de la campaña para volver a llamar a que les retiren la nacionalidad francesa a los sospechosos de terrorismo. Emmanuel Macron respondió diciendo que esto sería un acto de “demagogia”. En otras declaraciones, anunció –igual que Fillon– que si llega a la presidencia pondrá 10.000 policías más en las calles de Francia en los próximos cinco años, y que organizaría un cuerpo especial para luchar contra el Estado Islámico.

Macron sí escribió en Twitter sobre prevención, diciendo que se tomarían acciones enérgicas para combatir la radicalización islámica, incluyendo en Internet, pero no ha dado más indicios de en qué consistirían esas acciones. De hecho, dejó que Le Pen llevara la delantera en uno de los temas más importantes de la campaña, dejando que su propia estrategia se base mayormente en responderle a ella.

La verdad es que ninguno de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta tiene un plan coherente para enfrentar el problema real del fundamentalismo en Francia. Eso es escandaloso e inexcusable. Ya hemos visto suficientes ataques en Europa para poder identificar patrones, puntos en común y temáticas recurrentes. ¿Entonces por qué ninguno de los candidatos intenta resolver esas cuestiones?

Por supuesto que la seguridad es un tema importante, pero no es la solución a un problema que es mucho más profundo. Por ejemplo, en Reino Unido hemos sufrido muchos menos ataques terroristas que Francia. No creo que sea simplemente gracias a nuestros servicios de seguridad. Pienso que Reino Unido tiene en general un enfoque de la integración mucho más exitoso, lo cual en parte previene que muchas personas se radicalicen como sucede en Francia.

Si bien es cierto que tenemos nuestros propios problemas que afectan a las comunidades minoritarias, no se asemejan al aislamiento y la exclusión que sufren los jóvenes en los suburbios franceses. La nueva política de “integración” que ha anunciado el Ukip ha generado la indignación que merece. La discriminación racial, la brutalidad policial y una obsesión con lo que comen o llevan puesto los musulmanes contribuyen a la sensación de que Francia no logra resolver las consecuencias de su pasado colonial.

Los debates sobre la religión y la identidad son mucho más extremos en Francia, y la relación con las antiguas colonias ha sido un punto sensible durante la campaña electoral. El padre de Marine Le Pen, Jean-Marie, fue teniente durante la guerra argelina de independencia y fue acusado de torturar argelinos. La propia Marine Le Pen no ha hecho ningún esfuerzo por mejorar las relaciones con Argelia durante su campaña. En cambio, en una entrevista reciente dijo que “la colonización aportó mucho”. Macron al menos dio un paso en la dirección correcta cuando describió a la colonización como un “delito de lesa humanidad”, tras un viaje de dos días a Argelia como parte de su campaña. Pero todo esto no hace sino demostrar que Francia tiene aún mucho trabajo que hacer para reconciliarse con su pasado si quiere aspirar a un futuro mejor.

Si los candidatos franceses realmente quieren luchar contra la radicalización de ciudadanos en su propio país, deberían diseñar medidas preventivas y programas de integración coherentes. Desde luego, Macron tiene una idea mejor de lo que eso significa, pero si gana tendrá que esforzarse para que Francia se parezca a esa imagen inclusiva y diversa que pintó durante su campaña.

Lo que es seguro es que, al margen de quién gane la presidencia, sin un plan coherente y real para enfrentar estas cuestiones clave, Francia seguirá en peligro de sufrir más ataques.

Traducido por Lucía Balducci

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