Marais, el elegante distrito de París en el que hay más ratas que personas
Anochece en Marais, el elegante distrito parisino y uno de los barrios más antiguos de la ciudad, y se oye un repiqueteo entre las hojas secas del parque. Con las colas serpenteando, las ratas salen de las sombras para correr por el pavimento y llegar a los muros de los edificios, listas para atacar los cubos de basura más cercanos.
Queda poca gente por la calle a esta hora, pero aquellos que ven correr a los roedores reprimen un grito de espanto.
“Hace diez años que vivo aquí y nunca había visto ratas en esta calle. Pero ahora hay por todos sitios. Casi no se ven durante el día, pero al anochecer comienzan a correr por el pavimento para llegar a los cubos de basura”, explica un residente del barrio que acaba de ver media docena de ratas correr deprisa mientras abría la puerta de su edifico.
Al día siguiente, sobre la avenida Richard-Lenoir, Anne-Laure pasea a su perro. En esta mañana fresca y despejada, las ratas se han adueñado de la calle, impávidas ante la luz y los peatones.
“Ya nos hemos acostumbrado a las ratas. Vienen y se van. La verdad es que no son peores que las palomas, pero sí que es inquietante ver tantas”, afirma Anne-Laure.
Los parisinos han convivido con las ratas desde la fundación de la ciudad. Si hay bullicio entre los setos, no hay que alarmarse: lo más probable es que sea un roedor. Al anochecer se les puede ver por la ciudad, incluso en la avenida más famosa del mundo, la de los Campos Elíseos, cruzando las calles y las avenidas. Incluso en el metro, corren por los andenes buscando comida que hayan dejado los pasajeros o los indigentes que pasan la noche en las estaciones.
La mayoría se queda en las alcantarillas, pero desde hace un tiempo han comenzado a salir y cada vez son más las que se animan a buscar comida arrojada por accidente o a propósito. La película de Disney Ratatouille intentó hacerlas más amigables, aunque la escena en que miles de ratas caen desde un techo roto sobre la cabeza de un viejecito sigue resultado aterradora. El protagonista, Rémy, es un experto en cocina francesa. Pero al terminar la película es difícil eludir el hecho de que –amigable o no– Rémy sigue siendo una rata.
Una campaña para eliminarlas
Ahora que se calcula que la población de ratas de París ha llegado a 4 millones (prácticamente dos por cada uno de los 2,3 millones de habitantes humanos de la ciudad), el ayuntamiento ha lanzado otra campaña para intentar erradicar la plaga.
Dr Georges Salines, director del servicio medioambiental que se encarga de las ratas en la ciudad, dice que la lucha contra las ratas se vio afectada en parte por un cambio en las normas europeas que regulan los venenos. “Por ejemplo, ya no podemos utilizar el veneno en granos que colocábamos a la salida de las madrigueras en el parque,” declaró a la prensa.
A fines de noviembre se cerraron nueve parques de la ciudad por “tareas de desratización”. Los funcionarios y los expertos tienen la esperanza de que, al no haber humanos que arrojen comida y desechos, los animales se coman las cebos que les dejan. Le Parisien informaba hace unas semanas que una pareja de ratas es capaz de producir 936 crías en dos años.
El ayuntamiento insiste en que la población de roedores no se ha disparado, sino que los medios han hecho que los parisinos las noten más. Una portavoz declaró que “el problema no es peor que antes. Lo que pasa es que salen en los medios y se las ha visto en lugares turísticos como los Campos Elíseos. Por eso la gente piensa que hay más. Hemos cerrado los parques porque, aunque no lo creáis, la gente les da de comer”.
El problema surge si hay más de dos ratas por habitante
Pierre Falgayrac, un experto que trabaja de forma independiente y ha pasado horas en las alcantarillas de París estudiando a las ratas, ha asegurado a Le Monde que no hay nada por qué alarmarse.
“En grandes ciudades como París, que fue construida en el siglo XIX y tiene alcantarillas por toda la ciudad, hay unas 1,75 ratas por habitante. El problema surge cuando la proporción es mayor a dos ratas por persona”.
Falgayrac explica que las ratas necesitan tres cosas para aumentar su población: agua, comida y un sitio donde hacer nido. Si se les quita una de estas tres cosas, dejan de reproducirse. “No son invasoras ni conquistadoras. Su espacio vital está reducido a 20 metros cuadrados y se pasan el 75% de su vida en ese espacio. Hay que diferenciar la realidad de lo que dicen los que siembran el miedo. Las ratas no son naturalmente agresivas. Son mayormente amables, pacíficas y temerosas.
“Una vez que la población de ratas baja a menos de una rata por persona, ya nadie las nota”, asegura Falgayrac.
Mientras tanto, la parisina Jo Benchetrit ha lanzado una petición llamada “Detengamos el genocidio de ratas” y ha denunciado al ayuntamiento de París por “musofobia”.
Traducido por Lucía Balducci