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The Guardian en español

Theresa May debilita su autoridad aburriendo a Reino Unido con respuestas vacías

May y Corbyn responden a las preguntas del público en vísperas de las elecciones

Owen Jones

Un público representativo presente en el estudio se mofó en varias ocasiones de la primera ministra, la interrumpió continuamente con preguntas y la abucheó en la televisión nacional. El programa de anoche con ambos líderes relata la historia de esta campaña: unas elecciones anticipadas convocadas únicamente para aplastar cualquier oposición trascendente en Reino Unido y lanzadas como un concurso presidencial dependiente de la particular popularidad de Theresa May.

Aun así, las elecciones giran en torno al desvanecimiento de la autoridad de May, su compromiso obsesivo con los giros de 180 grados, la caída de su valoración en las encuestas, la reducción de las distancias en los sondeos y una impactante insurgencia laborista. Anoche May no parecía la candidata “fuerte”. Parecía débil, nerviosa y recurriendo a la estrategia de aburrir hasta la muerte al país con palabrería y respuestas vacías. May esperaba pasar estas elecciones escondiéndose del escrutinio del público y de los medios de comunicación lo máximo posible. Cualquiera que viese de buena fe el no-debate de anoche (May tiene demasiado miedo para debatir con su oponente) llegaría a la conclusión de que esta ha sido una decisión inteligente.

Cuando alabó la herencia de su gobierno en el Sistema Nacional de Salud —meses después de que la Cruz Roja lo describiese como en estado de “crisis humanitaria”— un perspicaz miembro del público masculló: “Gilipolleces. Puras gilipolleces”. Cuando se osó a criticar ferozmente a los laboristas por hacer cuentas que no cuadran, el público estalló en carcajadas incrédulas, puesto que solo los laboristas han elaborado un programa calculando presupuestos.

Cuando el presentador, Jeremy Paxman, sugirió que los cambios de dirección radicales de la primera ministra podrían llevar a los líderes de la UE a pensar que May es una “fanfarrona que se derrumba al primer sonido de bala”, una buena parte del público empezó a gritar y a aplaudir.

Lo único que ayudó a May fueron las interrupciones caricaturescas de Paxman.Su exagerado bombardeo rescató a May, en lugar de acabar con ella —especialmente por su consistente inconsistencia—. Aburrir a la audiencia hasta la sumisión también ayudó: el talento de May te hace olvidar lo que dice tan pronto como lo dice. Perdiendo las ganas de vivir, inicié el hashtag en Twitter #TheresaMayGIFs, que se llenó de cómicos GIFS sobre su terrible actuación.

Jeremy Corbyn, por otro lado, mejoró. A diferencia de May, Corbyn disfruta haciendo campaña y hablando en público, y lo demostró. Cuando el público se rió, se rió con él, no a su costa. El bombardeo de Paxman a Corbyn resultó ser un fracaso, porque el líder laborista mantuvo su actitud zen. Paxman utilizó una estrategia peculiar para sugerir que Corbyn había moderado su radicalismo: incluso cuando demostró que no funcionaba, insistió. ¿Por qué no está la abolición de la monarquía en su programa? “No está ahí porque no lo vamos a hacer”, bromeó. El público se rió y animó. Corbyn permaneció calmado, seguro y alegre.

La decisión de May de convertir las elecciones en un concurso presidencial está resultando contraproducente: nos lo mostró el programa de anoche. Sin embargo, la prensa británica no está llevando este asunto a las portadas y esto puede que esté ayudando a May. Pero como me cuenta un destacado periodista de un periódico conservador: “Los tories están en pánico. Saben que el asunto del IRA no está funcionando”. Creían que a esta altura los laboristas se habrían desplomado en las encuestas a niveles similares a los de los años 20 —o incluso peor—. Se suponía que esto iba a ser un paseo. Sin embargo, una combinación de incompetencia tory y una exitosa campaña laborista ha perturbado ese cálculo. Y como señala el exjefe de comunicación de Corbyn, Matt Zarb-Cousin, a los laboristas les están ayudando las normas de imparcialidad de las emisiones. Finalmente, a los votantes se les presenta una segunda aproximación al líder laborista y a las políticas del partido.

Sí, hay razones importantes para el nerviosismo. Antes de las elecciones, la situación del Partido Laborista en las encuestas era muy mala. Además, Reino Unido suele exagerar el liderazgo de los laboristas en las encuestas. La derrota en las elecciones parciales de Copeland y los resultados electorales locales de los laboristas parecen apuntar a una terrible derrota. Por eso, francamente, temía que la izquierda se estuviese dirigiendo hacia el desastre y que sus ideas se quedasen enterradas bajo los escombros de una terrible derrota electoral (al mismo tiempo la sección del partido más a la derecha me acusaba de jugar un papel fundamental en la destrucción de la formación —incluido un destacado diputado laborista que me lo dijo a la cara hace unas semanas—).

Nunca he querido estar más equivocado. La situación del Partido Laborista en las encuestas se está inflando por su emergente ventaja entre los jóvenes, así como entre los jóvenes que votan por primera vez. Se debe apostar todo para fomentar la participación y evitar que las encuestas vuelvan a inflar al Partido Laborista. También hay otros retos: el mapa político está tan dominado por los tories que incluso si los laboristas toman ventaja, el partido seguiría perdiendo. Pero no hay duda de que los laboristas no hubiesen mejorado en los sondeos sin una visión y unas políticas inspiradoras y claramente de izquierdas. Y sí, eso depende de Corbyn y su equipo. Las probabilidades siguen jugando en contra del partido. Pero lo que parecía una inevitable derrota histórica hace unas semanas, ya no lo parece. Un partido conservador caótico y una visión laborista inspiradora son los responsables.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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