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Mounir Mahjoubi, el 'friki' que salvó la campaña de Emmanuel Macron

Mahjoubi limitó el impacto del ataque informático creando "cuentas trampa" para engañar a los hackers, que sólo habrían robado materiales irrelevantes como "facturas de proveedores"

Angelique Chrisafis

En un mercado del Noreste de París, a la sombra de unos bloques de apartamentos, los clientes se agolpan para hacerse fotografías con un hombre joven y algo tímido que lleva traje de ejecutivo. “¡Mounir! ¡Una foto con mi abuela!”, grita una joven, empujando a una anciana norteafricana para que le de un abrazo. “Mi hija necesita experiencia laboral. ¿Qué le recomiendas?”, pregunta un padre desde el décimo piso de uno de los bloques, orgulloso de que su hija sea la primera persona de su familia que está en la universidad.

Mounir Mahjoubi, de 33 años, es el miembro más joven del nuevo Gobierno francés y una de las personas del círculo de confianza de Emmanuel Macron. Fue alma y activista digital de la estrategia que le ayudó a ganar unas elecciones presidenciales decisivas en mayo de este año, además de impedir el hackeo masivo que puso en peligro los últimos días de su campaña. Pero también es una de las caras del “milagro Macron”: un recién llegado a la política que ha ganado un escaño en las elecciones legislativas, en las que el presidente del nuevo movimiento centrista, La République En Marcheha conseguido una de las más cómodas mayorías parlamentarias de la historia moderna francesa.

“Prepárense para ver caras nuevas en el Parlamento”, solía decir Mahjoubi, hijo de marroquíes nacido en el este de París, durante la campaña electoral. Francia tiene un porcentaje alto de personas con orígenes marroquíes, argelinos y tunecinos, pero muy pocos diputados de dicha procedencia. Mahjoubi se ha presentado por el distrito 19 de París, donde ha vivido dos años: una zona de gentrificación acelerada donde aún subsisten barrios de trabajadores. En la primera ronda de las legislativas venció al líder del Partido Socialista, Jean-Christophe Cambadélis, que había mantenido su escaño durante dos décadas. En la segunda vuelta se ha impuesto al movimiento izquierdista La France Insoumise. Pero, de cara al votante, Mahjoubi es famoso por su papel en el mundo digital.

Horas antes de que se celebraran las elecciones presidenciales, Mahjoubi se enfrentó a lo que los asesores de Macron definieron como un ataque “masivo y coordinado” que, según algunas empresas de ciberseguridad, podría haber partido de un grupo de origen ruso. Tras varios meses de intentos de hackear sistemas y cuentas de correo, varias decenas de miles de mensajes y otros documentos acabaron en la Red. Mahjoubi afirmó que había limitado el impacto de lo sucedido por el procedimiento de poner “cuentas trampa” de correo electrónico para engañar a los hackers, que sólo habrían robado materiales irrelevantes como “facturas de proveedores” y simples “bromas”. Días después, lo nombraron secretario de Estado de Asuntos Digitales y quedó a cargo de la estrategia del nuevo Gobierno en Internet, desde la seguridad hasta las empresas.

Todos los gobiernos franceses de los últimos tiempos han tenido un secretario de Estado de Asuntos Digitales, pero ninguno era un geek de familia pobre que cruzaba París para usar los ordenadores gratuitos de los museos. Mahjoubi afirma que los años más didácticos de su vida fueron los que pasó en un servicio telefónico de atención al cliente, trabajando como técnico que ayudaba a resolver problemas con las conexiones a Internet. De hecho, es el primer secretario de esta cartera que, cuando descubrió que su apellido árabe asustaba a sus posibles empleadores, se convirtió en emprendedor, tomando un camino que lo llevó a ser el máximo responsable de la estrategia digital del Gobierno y adalid de una red inclusiva para todos, incitado por las dificultades que tenía su madre para usar Internet y pedir una simple cita.

Sentado en el coche oficial que lo lleva a una reunión de su departamento —celebrada antes de la primera ronda de las elecciones parlamentarias—, Mahjoubi mira por las ventanillas y reflexiona sobre el término geek. Dice que siempre se ha descrito de ese modo y que, en la escena política francesa, lo usan como una descripción exacta de su obsesión con los ordenadores; pero también lo ve como una especie de título de outsider. “Es algo sobre tu relación con el mundo. Ser un geek es ser un bicho raro. La gente te mira de forma distinta, y tú miras el mundo de forma distinta. Estar en la red y establecer contactos digitales fue muy importante para mí. Cambió mi vida social”.

Un joven inquieto

Los padres de Mahjoubi llegaron de Marruecos en la década de 1970, cuando su madre tenía 17 años. “Era una familia de trabajadores, que llegaron sin cualificación de ninguna clase. Al principio, trabajaban cuidando a personas. Luego, mi madre consiguió un empleo de camarera en un hotel y mi padre, de pintor de edificios”.

Mahjoubi tiene una hermana diez años mayor que él y otra diez años más joven. De niño, adoraba las matemáticas y la geometría y se quedó asombrado cuando oyó hablar “de una cosa increíble que se llamaba Internet”. A los doce años vio un anuncio del Museo de Ciencias de París en el que se ofrecía conexión gratuita y decidió probar: “Había 15 ordenadores y tenías que hacer cola para conectarte a la red, sin más condición que comprar una entrada. Yo me compré un abono anual, y todos los sábados y domingos cruzaba París para ver qué era eso de Internet. Me metía en Yahoo y hablaba con gente del otro lado del mundo. Mi inglés no era muy bueno, así que no era un gran conversador”.

Un año más tarde ganó una competición de jóvenes innovadores convocada por Sciences et Vie —una revista de ciencia para niños— por su diseño de un nuevo instrumento de geometría que tenía forma de queso camembert. Con el dinero del premio, compró el ordenador más barato que pudo encontrar. Estaba desmontado y lo tuvo que montar en casa. Y, en su tiempo libre, se dedicaba a programar.

A los 18 años, cuando aún seguía en el instituto, presentó una solicitud para un trabajo a tiempo parcial como técnico del Club Internet, el primer proveedor francés de servicios de la red. Era tan joven que su madre tuvo que firmar el contrato, pero estuvo ocho años en la empresa, ganándose la vida mientras estudiaba Derecho y Empresariales en la prestigiosa Sciences Po de París. Más tarde, creó una serie de negocios basados en la economía colaborativa, entre los que estaba La Ruche qui dit Qui (FoodAssembly en Gran Bretaña), un sistema en línea que permitía comprar alimentos a los productores locales sin necesidad de intermediarios.

Sin embargo, Mahjoubi vuelve durante nuestra conversación al Club Internet y afirma que su época en aquel centro de atención al cliente fue la que más le ha marcado. “Debí de contestar más de 9.000 llamadas en ocho años. Me decían: ‘Esto no funciona’, ‘no me puedo conectar’, ‘no sé lo que pasa”. ¿Y qué aprendió allí? “Aprendí a vivir. 9.000 llamadas son 9.000 vidas diferentes. Te vuelven más humilde. Escuchas y ayudas. Si no te produce ninguna satisfacción, te quemas; pero a mí me gustaba. Cuando recuperas el correo de la gente y ven que sus mensajes vuelven a estar allí, los haces felices”.

Todavía en su adolescencia, aceptó un importante cargo sindical en el Club Internet cuando la empresa impuso una súbita e “inhumana” automatización sin consultarlo con la plantilla. “En general, cogías el teléfono, saludabas al cliente y te pasabas una hora solucionando su problema. Pero, de la noche a la mañana, el teléfono saltaba solo, se colgaba solo y activaba una alerta cuando la llamada se extendía demasiado. Además, había un supervisor que escuchaba las conversaciones y un gráfico donde se decía quién era el técnico más competitivo. La gente empezó a ausentarse y a ponerse enferma. Y todo porque se había hecho sin consultarlo con los trabajadores. La automatización no me asusta; la he vivido y sé que se puede utilizar bien, pero hay que establecer normas básicas al principio”.

Ser representante sindical “moldeó mi carácter”, dice. “Me dio el aplomo de quien está acostumbrado a negociar con jefes, compradores y jueces. Me dio fuerza”.

Con los estudios le fue bien. Ganó premios: uno de oratoria y otro de investigación en la Universidad de Columbia (Nueva York), donde dirigió el club de cine francés. Estuvo un mes en Cambridge, en un programa becado de estudiantes internacionales de todas las clases y creencias religiosas; pero eso no le ahorró el viejo problema francés de tener un apellido árabe en el curriculum. Incluso después de terminar Empresariales, sus solicitudes de trabajo chocaban con un muro de silencio. Y llegó a la conclusión de que crear sus propias empresas sería más fácil.

“No es sólo porque sean apellidos árabes, sino también porque los asocian con la clase obrera. Y, como no conoces bien el sistema, acabas con un curriculum sin el tipo de experiencia que quieren encontrar”, dice. “Ese era mi caso. Quise trabajar para una empresa de gestión, pero el entrevistador me dijo: ‘Mounir, no has hecho prácticas en ningún sitio importante. Tu experiencia laboral no es suficiente’”.

Carrera política

Mientras estudiaba, ingresó en el Partido Socialista y trabajó en la Segosfera, como se denominaba la campaña digital de Ségolène Royal, candidata a la presidencia. Más tarde (ya en el 2012), hizo lo mismo con François Hollande, quien consiguió su objetivo. Pero el año pasado, su éxito lo llevó a convertirse en responsable del Consejo Digital francés, una comisión independiente de expertos que aconsejan al Gobierno, donde conoció al entonces ministro de Economía, Macron.

Mahjoubi tenía la sensación de que los socialistas no ayudaban suficientemente a los “emprendedores” y, cuando Macron anunció que se presentaba a la presidencia, cambió de partido y pasó a ser su consejero digital con el argumento de que Macron era “la única persona capaz de crear las condiciones para cambiar Francia de verdad”.

En su opinión, las transmisiones en directo fueron el elemento definitorio de la campaña digital de Macron. Fue el candidato con más transmisiones en vivo, desde mítines hasta momentos como el que protagonizó al abrirse paso entre una multitud de trabajadores indignados para debatir con ellos en el exterior de la fábrica de Whirlpool en Amiens (acto al que no pudieron entrar los grandes medios, aunque lo transmitió su equipo en Facebook). “Las campañas digitales no son sustitutas de las físicas; sólo sirven para llegar a más gente”, dice Mahjoubi, quien añade que algunos de los vídeos de Macron llegaron a tener alrededor de cuatro millones de visitas.

Sin embargo, era consciente de la posibilidad de sufrir un ciberataque, y cita al respecto la filtración que dañó la campaña de Hillary Clinton. “Sabíamos que nos iban a atacar”. De hecho, afirma que ya habían sufrido intentos “altamente refinados” de acceder a las cuentas de correo de la campaña, incluso con hackers que fingían ser él y enviaban mensajes a su equipo para que descargaran supuestos documentos sobre la forma de proteger dichas cuentas. Mahjoubi concentró sus esfuerzos en reducir el riesgo de que alguien consiguiera entrar en el sistema. Su equipo puso trampas y creó una cortina de humo de cuentas y documentos falsos para entorpecer el trabajo de los hackers y hacerles perder el tiempo, alejándolos también de las cuentas personales de Macron y sus principales ayudantes.

Pero, ¿quién hackeó la campaña? “Aún no lo sabemos, y es posible que no lo lleguemos a saber”, responde cautelosamente, aunque insiste en que su equipo limitó el alcance de los daños. “No nos podían robar gran cosa. No había información de interés”.

Según Mahjoubi, Internet impone una especie de “equilibrio delicado”, porque “empeora los aspectos más peligrosos y oscuros y mejora los más buenos y decentes”. Como secretario de Estado de Asuntos Digitales, su primer objetivo es conseguir que todo el mundo tenga acceso a la red, hasta en los puntos negros rurales y entre la gente que se siente demasiado mayor para usarla o demasiado intimidada por ella; pero también pretende que la “anticuada” administración francesa pase a ser completamente digital, además de ayudar al sector tecnológico privado.

El movimiento político de Macron, que afirma no ser “ni de izquierdas ni de derechas”, ha prometido renovar y revolucionar la clase política y llevar a cabo una serie de reformas favorables a las empresas. Preguntado sobre si la renovación de la clase política se refiere a minorías étnicas como la suya, Mahjoubi guarda silencio un momento y responde: “Emmanuel Macron es la candidatura de la diversidad: edad, clase social, estudios, etc. Lograr que personas de la sociedad civil y del sector privado lleguen al Gobierno es una revolución. En cuanto a mí, estoy a favor de la diversidad en muchos frentes, desde el digital y el empresarial hasta sí, por supuesto, el étnico, porque tengo apellido árabe y un tipo distinto de cara. Y si eso sirve para que un niño se fije en mí y piense que él también podría llegar a ocupar un cargo como el mío, estaré encantado”.

Traducido por Jesús Gómez

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