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Obama entregará un Estado de vigilancia y una maquinaria de guerra a un loco

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Trevor Timm

En poco más de dos meses, Donald Trump –tras su sorprendente triunfo– controlará un aparato gigante de armamento y Seguridad Nacional, sin parangón en la historia del mundo. La pesadilla sobre la que han advertido los libertarios durante años se ha hecho realidad de forma trágica: en lugar de desmantelar el Estado de vigilancia civil y la maquinaria de guerra, el gobierno de Obama y los demócratas lo han institucionalizado, y dentro de poco tiempo estará en manos de un loco.

Esto pasará a la historia probablemente como el error más catastrófico del presidente Obama.

El gobierno de Obama podría haber perseguido a los torturadores y criminales de guerra del gobierno de Bush y enviar un mensaje inequívoco al mundo entero: la tortura es ilegal e inadmisible. En su lugar, el presidente dijo que “iba a mirar hacia adelante, no hacia atrás”, básicamente convirtiendo un crimen en una cuestión de enfoque político. Trump ha alardeado de que reinstaurará la tortura, el waterboarding y “cosas mucho peores”. Ha hablado de asesinar a las familias inocentes de los terroristas, anunciando abiertamente al mundo entero que cometerá crímenes de guerra.

En enero, Trump estará al mando de varias guerras en Oriente Medio. ¿Quién lo detendrá cuando quiera cumplir sus escalofriantes promesas?

Obama prometió que cerraría Guantánamo, esa mancha en nuestra Carta de Derechos, la primera semana de su mandato. Sin embargo, sigue abierta hasta el día de hoy, con docenas de prisioneros en un limbo legal, detenidos sin acusaciones formales por casi 15 años. Trump no sólo dijo que la mantendría abierta, sino que advirtió que le parece “bien” enviar a ciudadanos estadounidenses arrestados en suelo estadounidense a cumplir misiones militares inconstitucionales.

Obama, que alguna vez se manifestó en contra de los secretos de Estado y las facultades de la Agencia de Seguridad Nacional para espiar de forma masiva, sin embargo ratificó las increíbles acciones de vigilancia de la agencia al asumir su mandato y luego la defendió cuando salieron a la luz las revelaciones de Snowden. Realizó modestos cambios por presión pública, pero el Estado de vigilancia como lo conocemos sigue activo.

El argumento que utilizó fue: sí, tenemos estas facultades que ejercemos de forma completamente secreta, pero lo hacemos con criterio. “Confiad en nosotros”, dijo.

Ahora, la capacidad de espiar a innumerables estadounidenses que no son siquiera sospechosos de nada estará en manos de una persona que ya fue acusado de escuchas telefónicas por sus propios empleados y que, según el New York Times afirmó esta semana, “en privado se divierte hablando de todas las formas en que castigará a sus enemigos después de las elecciones”. Trump ha incluso afirmado, respondiendo a una pregunta sobre la posibilidad de hackear a sus enemigos políticos: “Ojalá pudiera hacerlo. Hombre, eso sí sería tener poder”.

El programa de drones secreto de la CIA del gobierno de Bush fue ratificado por el gobierno de Obama. Ha bombardeado más de media docena de países e incluso reafirmó su autoridad legal para matar ciudadanos estadounidenses en el extranjero sin el debido proceso legal. Al mismo tiempo, la Casa Blanca –con la ayuda de un débil Congreso– aumentó dramáticamente la autoridad del Presidente para llevar la guerra a todo el mundo sin que el Congreso la haya declarado, como establece la Constitución. Trump, que prometió “bombardear todos los países de Oriente Medio” y puede estallar de ira ante el más mínimo desprecio, pronto tendrá también este increíble poder.

Y, quizás lo peor, Trump también controlará un escalofriante arsenal nuclear, que sólo él puede activar. Mientras estuvo sentado sobre una enorme pila de armas nucleares que podrían destruir el mundo por generaciones, Obama prometió que trabajaría para que el mundo se librara de las armas nucleares, y aún así ha reducido el arsenal nuclear de Estados Unidos menos que cualquier otro presidente. También le hizo un desplante su propio equipo de Seguridad Nacional cuando propuso modestos cambios en el sistema hace unos meses.

Sólo podemos imaginar qué horrores nos deparará el mandato del Presidente Trump, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que tendrá a su disposición todas las herramientas para causar estragos en nuestro país y en el mundo entero. Lo tendríamos que haber visto venir, y tendríamos que haber puesto en marcha dispositivos de seguridad para limitar el daño que podía causar.

Ahora puede ser demasiado tarde.

Traducción de Lucía Balducci

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