Pobreza infantil en Japón: un drama en aumento en uno de los países más ricos del mundo
El olor a estofado de carne de la cocina llena el ambiente donde un batallón de voluntarios ejercita sus habilidades culinarias un sábado por la tarde en las cercanías de Tokio. En una habitación contigua, los niños conversan y recortan figuras de papel mientras esperan la comida. Para algunos, será la única del día.
El comedor de niños de Kawaguchi es uno de los cientos que han surgido en todo Japón en los últimos años por un problema que pocos asocian con la tercera potencia económica del mundo: la pobreza infantil.
Se calcula que 3,5 millones de niños japoneses (o uno de cada seis niños menores de 17 años) vienen de hogares clasificados dentro de la pobreza relativa, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) define como aquellos con ingresos menores o iguales a la mediana del salario neto nacional.
En las últimas tres décadas, la tasa de pobreza relativa en Japón ha llegado a un 16,3%. En EEUU la tasa es más alta (17,3%) pero ha disminuido en los últimos años.
Pocos de los cerca de 20 niños que cenan en Kawaguchi, una ciudad al norte de Tokyo con apenas 500.000 habitantes, viven en la pobreza extrema. Pero, según el fundador del comedor, Masashi Sato, varios provienen de familias que sencillamente no cuentan con dinero suficiente para alimentarlos adecuadamente.
La crisis afectó especialmente a las mujeres
Según Sato, que abrió el comedor en marzo, “la crisis económica mundial provocada por la caída de Lehman Brothers en 2008 afectó especialmente a las mujeres de entre 20 y 30 años”. “Las personas que trabajaban toda la jornada se vieron obligadas a aceptar trabajos irregulares o de media jornada y baja remuneración, sin gratificaciones y sin aumentos durante el año. En algunos casos, estas mujeres tienen que pedir dinero prestado, a veces a prestamistas, y terminan trabajando en la industria del sexo para pagar sus deudas. Es fácil para ellas terminar atrapadas en un círculo vicioso”.
La penuria que sufren es una poco conocida consecuencia de las dificultades que Japón está enfrentando para sacar a su economía del letargo, tras más de dos décadas de estancamiento y deflación. Cuatro años después de que Shinzo Abe fuera elegido primer ministro por segunda vez, los activistas argumentan que el incremento de la pobreza es un indicio de que su gran plan de crecimiento (conocido como la Abenomics) no ha cumplido con lo prometido.
Los peores índices de desigualdad
Dentro del mundo desarrollado, Japón tiene ahora uno de los peores índices de desigualdad de la riqueza y una de las tasas más altas en pobreza infantil, de acuerdo con un informe de Unicef publicado en abril, que situó a la nación asiática en el puesto 34 dentro del grupo de 41 países industrializados.
De los 3,5 millones de niños que en condiciones de recibir ayuda estatal, solamente 200.000 la reciben. Los activistas dicen que la gente no pide ayuda aunque la necesite por el estigma asociado a vivir de la seguridad social.
Según Yasushi Aoto, director de la Asociación de Lucha contra la Pobreza Infantil y Organizaciones de Ayuda Educativa de Japón, “el índice de pobreza que vemos en la actualidad demuestra lo difícil que se ha vuelto la vida en Japón para los niños en los últimos 25 años”. “En Japón, el tema de la pobreza se ignora completamente. Estamos muy por detrás de los países de Occidente en nuestra forma de enfrentar el problema”.
La popularidad de los comedores para niños refleja un problema más amplio que los legisladores japoneses tienen dificultades en resolver. Aunque en 2013 el Gobierno aprobó una ley para paliar la pobreza infantil, los expertos creen que los programas de ayuda a niños necesitados no tienen los fondos necesarios ni pueden avanzar debido a la ineficiencia burocrática y a la apatía política.
“No creo que Abe tenga interés alguno en el tema de la pobreza infantil o en la pobreza en general… por la simple razón de que no son temas que hagan ganar una elección”, afirma Aoto. En su opinión, “los políticos solo parecen pensar en el corto plazo”. “No son capaces de pensar en la vida de los niños ahora y en las personas en las que se convertirán dentro de 40 o 50 años”.
Abren 300 comedores en cuatro años
En los últimos cuatro años, se han abierto más de 300 comedores para niños en todo Japón. Más de la mitad en el último año, cuando en 2013 solo había 21. Casi la mitad alimenta a los niños de forma gratuita. El resto cobra, por lo general entre 100 y 300 yenes (€0,83 y €2,5). Los padres pagan un poco más que sus hijos.
El comedor de Kawaguchi sobrevive gracias a las donaciones de los empresarios locales y a la comida que proporcionan los agricultores y algunas de las mismas familias que concurren. De los aproximadamente 50 niños que comen ahí todos los meses, aproximadamente el 33% viene de familias monoparentales.
Hisako Yoshida y dos de sus tres hijos se encontraban entre los que cenaban en el comedor. La mujer, divorciada, comenzó a tener problemas financieros cuando un cáncer, diagnosticado dos años antes, la obligó a renunciar a su trabajo en una agencia estatal.
Yoshida, de 43, cuenta que la mayoría de las ayudas que recibe mensualmente es para sus hijos, en plena adolescencia. “No me molesta admitir que soy pobre, pero mucha gente jamás se describiría de esa manera debido al estigma que la sociedad japonesa asocia a la pobreza”.
“Tengo dos hijas y un hijo, que están en esa etapa en la que tienen un apetito voraz. Cocino en casa, pero no les puedo dar demasiado. Si no pudiéramos ir al comedor, la vida sería mucho más difícil”.
Chieko Kuribayashi, director de Waku, la cadena de comedores para niños sin ánimo de lucro del distrito Toshima de Tokio, decidió actuar cuando se dio cuenta de que había niños que vivían con una sola comida por día. “Incluso conocí niños en mi vecindario que no comían nada en todo el día”, contó Kuribayashi. “Otros niños tienen cerca de 500 yenes (3,90 euros) para comprar una caja de 'almuerzo bento' y eso es todo lo que comen durante el día”.
En su opinión, “el Gobierno debería estar haciendo mucho más para paliar la pobreza”. “Pero, por lo menos, ahora la gente habla del tema y reconoce que existe; esta es la oportunidad de pensar bien acerca del futuro de nuestros niños”.
El miedo a ser vistos como marginados en una sociedad que valora la imagen de seguridad financiera hace que en Japón la pobreza permanezca oculta.
Las familias que pasan dificultades hacen lo imposible para asegurarse de que sus hijos estén correctamente vestidos y formen parte de las costosas excursiones escolares, a costa de recortar en comida y en otras necesidades básicas. La situación es particularmente dura para los hogares monoparentales: casi la mitad vive por debajo del umbral de pobreza.
Para las madres solteras como Yoshida, que pidió usar un nombre inventado en este artículo, el comedor de Kawaguchi ofrece a los niños un sustento vital y les recuerda que no están solos, aunque sólo abra una vez al mes.
“Mis hijos tienen que comer”, dijo Yoshida. “Los traje a este lugar hace ya un tiempo y les encanta. No tienen ninguna vergüenza en venir y comer hasta estar llenos. No está bien que en un país como Japón todavía haya niños que tengan que irse a dormir con el estómago vacío”.
Traducido por Francisco de Zárate