Misty Plowright, la primera candidata transgénero al Congreso de Estados Unidos
Misty Plowright cree que vivirá lo suficiente para ver a gente a la que, cuando se presente a elecciones, solo se le pregunte sobre verdaderos temas electorales: inmigración, control de armas, impuestos a los ricos, energía nuclear, sanidad universal, aborto.
Algún día, las otras preguntas no surgirán, porque a los votantes ya no les preocuparán. “¿Cuándo te diste cuenta de que habías nacido en el cuerpo equivocado? ¿Cuánto tardaste en convertirte en una mujer? ¿Cómo es ser la primera candidata transgénero al Congreso, o al Senado, o a gobernadora, o a presidenta? ¿De verdad crees que los votantes están preparados para alguien como tú?”.
Plowright tiene motivos para tener esperanzas. Incluso mientras la batalla por el acceso a los baños públicos se propaga por el país, los derechos transgénero han dado grandes pasos adelante en los últimos días.
El martes de la semana pasada, Plowright, que vive en Colorado y tiene 33 años, se convirtió en la primera candidata transgénero en ganar las primarias de un gran partido a la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Al mismo tiempo, Misty K. Snow, nacida en Utah y de 30 años, fue la primera candidata transgénero en hacer lo mismo para el Senado estadounidense.
Y el jueves, el secretario de Defensa, Ash Carter, anunció que los hombres y mujeres transgénero podrán servir abiertamente en el Ejército dentro de un año. También dijo que los miembros de las Fuerzas Armadas podrán pasar por una transición de género mientras están en ejercicio.
Plowright, veterana del Ejército, afirma en una entrevista con the Guardian que “ya va siendo hora” de que las Fuerzas Armadas –y la política también– se vuelvan más inclusivas. “Cualquiera que quiera servir”, explica, “que sea capaz de hacer el trabajo, debería poder hacerlo”.
Para algunos, esto marca un momento trascendental en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, un impulso para los 1,4 millones de adultos que se identifican como transgénero, según un estudio publicado este jueves, que eleva la población transgénero en EEUU al doble de lo que se pensaba que era.
“Las actitudes hacia la identidad sexual han cambiado mucho más rápido y de forma más radical de lo que nadie podría haber anticipado hace una década”, valora John J. Pitney, politólogo en el Claremont McKenna College. “En 2004, los republicanos usaban la lucha contra el matrimonio entre personas del mismo sexo para movilizar a sus filas”.
“Este es uno de los cambios más rápidos y profundos de la opinión pública en la historia de las encuestas”, afirma Pitney. “Es mucho más rápido que el cambio en las relaciones raciales”.
Un camino escarpado hacia la victoria
Los votantes demócratas de Utah y Colorado dieron la espalda a candidatos más tradicionales para elegir a Plowright y Snow como sus abanderados para las elecciones de noviembre. Sin embargo, estas dos mujeres progresistas y de clase trabajadora se están presentando en zonas profundamente republicanas, lugares en los que muchos demócratas se han rendido.
Sus caminos hacia la victoria son escarpados, cuanto menos. Sin embargo, ganen o pierdan, tienen la oportunidad de cambiar percepciones a nivel nacional en un momento en el que los estadounidenses parecen cada vez más receptivos.
“Esto es política inteligente”, explica Ted Trimpa, estratega político de Denver. “Dándote cuenta de que tienes una batalla cuesta arriba, utilizas la plataforma de una carrera hacia el Congreso estadounidense para que la gente vea que las personas transgénero son como todas las demás, con las mismas luchas. Que las vean en carne y hueso, en la vida real”, precisa. “Me parece brillante. Estoy celoso porque no se me ocurriera a mí”.
Las personas transgénero han conseguido cargos electos en el pasado, pero sus victorias han tenido lugar en niveles políticos más bajos y en regiones del país que son más liberales que Utah o el quinto distrito parlamentario de Colorado.
Stu Rasmussen fue elegido alcalde de Silverton (Oregón) en 1988 y 1990 –cuando aún se vestía como hombre– y de nuevo en 2008, 2010 y 2012 bajo su nueva identidad transgénero, según Los Angeles Times. Rasmussen se sigue identificando principalmente como hombre, pero se ha puesto implantes mamarios, se viste como mujer y a veces usa el nombre de Carla Fong. Fue el primer alcalde abiertamente transgénero elegido en Estados Unidos.
Victoria Kowalski transitó en 1989 durante su último año en la Facultad de Derecho y se sometió a una cirujía de reasignación de sexo dos años después. Consiguió un asiento en el tribunal superior del condado de Alameda, en el norte de California, en 2010. Se convirtió así en quien se cree que fue la primera jueza abiertamente transgénero del país.
“No es para nada imposible”
Plowright, que venció a su rival en las primarias esta semana con unos 16 puntos porcentuales de ventaja, no se presenta al Congreso para hacer historia. Esta seguidora de Bernie Sanders cree que el sistema político está corrupto y que ha dado la espalda a la gente que más lo necesita. Plowright quiere cambiar eso.
Es una demócrata inusual –una política inusual– más allá de su identidad de género. Experta tiradora con el rifle, no le gustan las armas pero no se las quitaría a los demás. También le gustaría tener una AR-15 de Hello Kitty. Autoproclamada “geek de los ordenadores”, cree que el próximo gran movimiento de derechos civiles tratará de la inteligencia artificial y los problemas éticos que surgirán “si creamos una inteligencia sensible”.
Pero, por encima de todo, la crió una madre soltera que tenía que tener tres trabajos y aun así apenas lograba salir adelante. Recuerda el mes en que su madre ganó 50 dólares más de lo habitual y perdieron las prestaciones del Gobierno que les ayudaban a sobrevivir: vivienda subvencionada, vales de alimentación y comedor escolar gratuito.
“Sinceramente, no creo que haya mucha gente en el Parlamento que sepa lo que es trabajar duro y aun así no llegar a fin de mes”, señala. “Yo he pasado por quedarme mirando comida para gatos y preguntarme si de verdad tenía tanta hambre. Nadie en el Congreso sabe lo que es sentir eso”.
Sobre un sándwich con mucho beicon, lechuga y tomate en un bar del centro de Denver, Plowright reconoce que sus posibilidades de ganar a su rival republicano, ya en el cargo, “no son buenas, pero no es para nada imposible”. Dice que el sentimiento anti-establishment que impulsó a Sanders y a Donald Trump juega a su favor.
Pero vive en lo más profundo de Colorado Springs, que está rodeada de bases militares y es el hogar del grupo cristiano conservador Focus on the Family (Centrados en la Familia). Y sabe que el diputado Doug Lamborn “hará todo lo que pueda” contra ella cuando se enfrenten en noviembre.
“Me va a atacar por el asunto trans”, prevé. “Probablemente no me tratará con el género adecuado. Y me va a golpear por mi relación poliamorosa”.
El poliamor al que se refiere Plowright es su situación de convivencia inusual, que menciona de pasada en su web de campaña. Su mujer, Lisa, y ella, que llevan juntas nueve años, comparten su casa y su vida con Sebastian. Lo describe como “un caballero al que conocemos desde hace años”. “Hace dos años, estábamos en Las Vegas para la Serie Mundial de Póker. Le compramos un anillo. Consideramos eso como nuestro matrimonio con él”.
Plowright dice que el mayor obstáculo para el éxito en noviembre no es el hecho de que sea transgénero –“a mucha gente con la que hablo le da igual”–. Tampoco es su relación poliamorosa, aunque reconoce que “ha fruncido algunos ceños”. “Creo que la mayor dificultad a superar –dice– será la D junto a mi nombre”. La D de demócrata.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo