El candidato de Trump al Supremo no cree que la Justicia esté para desarrollar derechos sociales
En un ensayo de 2005 titulado Progresistas y demandas, Neil Gorsuch, entonces abogado de una empresa en Washington DC, sostenía que los “estadounidenses progresistas” han llegado a confiar demasiado en decisiones judiciales para promover sus ideas sociales sobre todo: del matrimonio homosexual al suicidio asistido y contra el uso de bonos y ayudas para la educación privada“.
Publicado tan solo unos meses después de la reelección de George W. Bush, era un ejemplo de troleo adelantado a su tiempo. Si los progresistas querían realmente impulsar su agenda, escribió Gorsuch, se deberían centrar en “intentar ganar elecciones en lugar de demandas”.
Doce años después, los progresistas estadounidenses y unos cuantos centristas han perdido otras elecciones y puede que vuelvan a mirar a los tribunales en busca de protección frente a lo que a muchos ven como un ataque despiadado del Ejecutivo a derechos y libertades fundamentales.
Si Donald Trump tiene la voluntad, Gorsuch estará en esta ocasión en una posición de hacer algo más que escribir un ensayo. Si el Senado lo confirma como nuevo juez del Tribunal Supremo, tendrá el poder exclusivo de defender o frustrar la estrategia de los progresistas.
El anuncio a bombo y platillo de la nominación de Gorsuch este martes por la noche fue recibido con expresiones de preocupación en la izquierda y de alegría en la derecha. Carrie Severino, abogada jefa de la Judicial Crisis Network, de corte conservador, calificó a Gorsuch como un “constitucionalista de principios” con “una mente legal brillante”. “Es alguien que va a examinar cada asunto de acuerdo con lo que dice la Constitución, dejando a un lado sus visiones políticas”, sean las que sean, afirmó Severino.
Pero la batalla partidista en torno a la nominación ya se ha desatado. Los demócratas prometen llevar a cabo la estrategia de obstrucción conocida como 'filibuster' y el liderazgo republicano en el Senado garantiza la confirmación. La controversia no se centra en el historial profesional de Gorsuch como juez, ya que no incluye decisiones en los temas sociales candentes a los que sí aludía en su ensayo de la era Bush.
En contra de interpretaciones y aventuras judiciales
La tendencia de Gorsuch en casos de derechos reproductivos se puede entrever en una línea de un libro escrito por él sobre la eutanasia, el tema de su doctorado en la Universidad de Oxford. “Actuar intencionadamente contra la vida supone sugerir que su valor reside solo en su utilidad efímera para otros fines”, escribió Gorsuch.
Nancy Northup, presidenta y CEO del Center for Reproductive Rights, afirma que es responsabilidad del nominado el explicar su posición sobre el asunto. “Dada la promesa de Trump de nombrar un juez del Tribunal Supremo que busque derogar el caso Roe contra Wade [que reconoció el derecho al aborto], necesitamos saber si Gorsuch hará precisamente eso”.
“Nuestra Constitución garantiza el derecho de una mujer al aborto seguro y legal. Cualquier esfuerzo de eliminar esas protecciones dañaría los derechos y la salud de las próximas generaciones de mujeres”, explica Northup.
Pero más allá de cualquier asunto individual, Gorsuch ha desarrollado una filosofía judicial que enfatiza la primacía de la Constitución y el valor del texto contenido en las leyes, al tiempo que advierte contra aventuras judiciales que podrían ser erróneas en un intento de moldear o dirigir la legislación.
“El Congreso podría haber escrito la ley de una forma diferente a la que lo hizo y siempre es libre de reescribir la ley cuando lo desee”, sostenía Gorsuch en una sentencia que abogaba por una nueva vista para un criminal sentenciado por posesión de armas. “Pero en nuestro sistema legal, es función de los tribunales aplicar la ley tal y como está escrita, no una legislación diferente que el Congreso haya podido escribir en el pasado o que pueda escribir en el futuro”.
Libertad religiosa, por encima de todo
Gorsuch tiene muchas probabilidades de agradar a los conservadores. Ha defendido en repetidas ocasiones la objeción de conciencia por motivos religiosos para saltarse la ley. Y aunque el Tribunal Supremo rechazó considerar tal “libertad religiosa” en un caso en 2016 —en el que una farmacia se opuso a la obligación de vender anticonceptivos de emergencia—, puede que próximamente veamos otros casos parecidos.
En la sentencia Hobby Lobby Stores Inc contra Sebelius, Gorsuch argumentó que el dueño de una tienda no tenía por qué cumplir con la disposición de la ley sanitaria de Obama que le obligaba a dar a sus empleados un seguro médico que cubriese los anticonceptivos orales. Gorsuch dio amplio margen a la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa, que reivindica la libertad religiosa y a la que Gorsuch llamó una “súper ley”.
Hannah Smith, abogada en la Fundación Becket por la Libertad Religiosa, que representó a Hobby Lobby en el caso, alabó la sentencia judicial. “El argumento es un ejemplo de su claridad de pensamiento en asuntos de libertad religiosa realmente complicados”, señaló Smith a the Guardian. “Mis clientes no tenían alternativa, debían elegir entre obedecer su religión o salvar su negocio. Creo que Gorsuch podría erigirse como el defensor de la libertad religiosa de todos”.
El nominado ha sentenciado favorablemente en casos sobre la construcción de monumentos sobre los Diez Mandamientos en espacios públicos y falló en contra de sentenciados a pena de muerte que buscaban un alivio de sus penas.
Comparado con la elocuencia de su predecesor
En la rectitud de su adhesión al principio de contención judicial, al igual que en la elocuencia de sus opiniones, en ocasiones mordaces, Gorsuch es a menudo comparado favorablemente con el juez al que sustituirá, Antonin Scalia, fallecido en febrero de 2016.
“Su forma de escribir se ha comparado a menudo con la del juez Scalia”, señala Severino. “Es muy incisiva, clara y lógica, pero también muy entretenida, sello distintivo del característico estilo del juez Scalia.
Gorsuch habló sobre la muerte de Scalia en un discurso en abril de 2016 en Case Western University. “Estaba tomando un respiro en medio de una pista de esquí pensando nada más que en el siguiente magnífico paisaje cuando sonó el teléfono con las noticias”, contó el juez. “Inmediatamente perdí el poco aliento que me quedaba, y no me avergüenza admitir que no pude ver el resto de la montaña por las lágrimas. Realmente fue un león de la ley: dócil en la vida privada pero un combatiente feroz en el trabajo, con un rugido que sonaba a kilómetros”.
La mayor diferencia entre Gorsuch y Scalia está en la legislación administrativa, un sector poco excitante para la mayoría pero que determina el alcance de muchas de las acciones del Gobierno. El nominado de Trump ha sido un crítico de la doctrina conocida como “deferencia Chevron”, que da a las agencias administrativas cierta libertad en el modo de interpretar las leyes federales.
Sus opiniones, compartidas por varios académicos legales conservadores, debilitarían significativamente al gobierno federal y permitirían a los tribunales ignorar acciones de las agencias en asuntos que van desde la inmigración y la sanidad al medio ambiente.
Pero varios colegas de Gorsuch de diferentes espectros ideológicos han pedido su confirmación, defendiendo que su temperamento es claramente diferente al de Scalia.
“Los escritos de Sclaia parecían despectivos con las reivindicaciones de derechos de homosexuales”, indica Melissa Hart, profesora en la Universidad de Derecho de Colorado. Hart trabajó en el pasado con Gorsuch: “Todo lo que sé de él como persona me lleva a pensar que no será despectivo con los derechos de nadie, al margen de cómo sentencie. No estoy diciendo que creo que fallará en favor de los derechos de la comunidad LGTB, pero creo que no despreciará las reivindicaciones de nadie”.
Hart cree que Gorsuch está “más que preparado para estar en el Tribunal Supremo”, en referencia a un artículo de opinión de The New York Times de Neal Katyal, exprocurador general con Obama, que pide a los progresistas que apoyen a Gorsuch. Entiendo las razones políticas para querer bloquear la nominación“, indica Hart, ”pero no creo que haya una razón justificada para rechazar a Neil Gorsuch como jurista“.
Un abogado admirador de George W. Bush
Neil McGill Gorsuch nació el 29 de agosto de 1967 en Denver, Colorado, donde también creció. Su familia se mudó a Washington DC después de que Ronald Reagan nominó a su madre, Anne Gorsuch Burford, para presidir la Agencia de Protección Medioambiental. Gorsuch estudió en la escuela preparatoria de Georgetown, en la Universidad de Columbia, en la facultad de Derecho de Harvard y en la Universidad de Oxford, donde se inscribió en una beca Marshall y obtuvo un doctorado.
Cumple el pedigrí educativo de todos los jueces del Tribunal Supremo: todos estudiaron en Harvard o Yale. Tras la graduación, Gorsuch trabajó durante una década representando en su mayoría a empresas en el bufete de abogados de Washington Kellogg Huber Hansen Todd Evans & Figel. Pero Mark Hansen, el antiguo jefe del nominado, declaró al Denver Post que Gorsuch era una “persona normal”.
“Se comporta y se relaciona bien con todo el mundo, y hacía el mismo tipo de cosas en el juzgado, donde era muy bueno conectando con los miembros del jurado”, señaló Hansen.
En Oxford, Gorsuch conoció a la que sería su futura mujer, Louise, una ciudadana de Reino Unido. Viven con sus dos hijas adolescentes a las afueras de Boulder, Colorado, donde disfruta de sus hobbies, incluida la pesca con mosca, el senderismo y el remo.
Tras su ensayo de 2005 que celebraba sutilmente la reelección de George W. Bush, Gorsuch recibió buenas noticias de la administración: fue nombrado para el juzgado número 10 de apelaciones, que cubre todo o parte de los estados de Colorado, Kansas, Nuevo México, Oklahoma, Utah y Wyoming.
En 2006, cuando llegó la hora de que el Senado repasase su nominación, Gorsuch fue ratificado de la forma más rápida posible, por aclamación y sin objeciones. Esta vez puede ser diferente.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti