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Opinión - Ni liderazgo ni autoridad. Por Esther Palomera

The Guardian en español

Reino Unido está en guerra con Yemen y nadie lo sabe

Owen Jones

Reino Unido está armando y ayudando a una dictadura fundamentalista que bombardea y mata a civiles. Es un hecho indiscutible. La tiranía saudí –homófobos y opresores de la mujer que empezaron el año con una decapitación masiva– lleva 10 meses en guerra con Yemen.

Si los 26 millones de yemeníes estuvieran siendo acosados y bombardeados por un enemigo oficial de Occidente, podríamos esperar emotivos llamados a “hacer algo” y a intervenciones militares. Bueno, estamos interviniendo: no solo porque proporcionamos armas sino porque incluso aportamos asesores militares británicos a la coalición de dictadores árabes liderada por Arabia Saudí. Como le espetó el portavoz parlamentario del Partido Nacional Escocés, Angus Robertson, al primer ministro, Reino Unido está “efectivamente en guerra”, y sin embargo pocos británicos saben algo de ello.

Desde que las fuerzas de la coalición árabe intervinieron en el conflicto entre el presidente Hadi y los rebeldes houthis en marzo del año pasado, unos 6.000 yemeníes han muerto, y probablemente la mitad de ellos eran civiles. En un país bajo bloqueo naval, lo que la ONU ya denominaba “catástrofe humanitaria” hace seis meses se ha desatado. Ocho de cada diez yemeníes dependen ahora de la ayuda humanitaria y la mayoría no tienen “un acceso adecuado a agua limpia o a instalaciones de higiene”, según Naciones Unidas.

Los bombardeos han destrozado el sistema sanitario del país: 130 instalaciones médicas han recibido ataques, incluidas las de Médicos Sin Fronteras, en lo que esta organización califica de “total despreocupación por las reglas de la guerra”. El riesgo de hambruna es inminente: la ONU cree que más de 14 millones de personas padecen inseguridad alimentaria, la mitad de ellos de forma severa, y casi uno de cada diez han sido expulsados de sus hogares.

Yemen es un desastre generado por el ser humano, y las huellas de Occidente están en él. Tengamos en cuenta lo que revela un informe de la ONU al que ha tenido acceso the Guardian: los ataques aéreos han atacado “a civiles ya objetos civiles, en violación del derecho humanitario”. Esos ataques incluyen todo, desde campos de refugiados hasta escuelas, bodas y autobuses.

Creen que más de cien misiones militares están relacionadas con “violaciones del derecho internacional humanitario”. Sí, todas las partes han sido acusadas de crímenes de guerra. Pero, según el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, las fuerzas saudíes son responsables de “una cantidad desproporcionada” de ataques a civiles. No es de extrañar entonces que se hable de esta guerra como el Vietnam de Arabia Saudí.

En lugar de condenar esta guerra sucia, Estados Unidos respalda firmemente a su aliado, uno de los regímenes más repulsivos del mundo. “Hemos dejado claro que apoyamos a nuestros amigos de Arabia Saudí”, dijo el secretario de Estado, John Kerry, exmiembro los Veteranos de Vietnam contra la Guerra. Pero es seguro que tenemos que exigir a nuestro gobierno que responda por lo que hace en nuestro nombre.

Desde que David Cameron es primer ministro, Reino Unido ha vendido a la dictadura saudí casi 6.000 millones de libras (casi 8.000 millones de euros) en armas. Es significativo que desde que los saudíes empezaron su ofensiva de bombardeos, Londres ha firmado más de 100 licencias de armas. El suministro de asesores militares muestra que no se trata de consentimiento pasivo a lo que están haciendo los saudíes: nuestro Gobierno está implicado directamente. “Apoyamos a las fuerzas saudíes mediante acuerdos preexistentes de larga duración”. Así describe su papel eufemísticamente el Ministerio de Defensa.

Como dice Amnistía Internacional, el Gobierno de Cameron ha “alimentado este conflicto con ventas imprudentes de armas que incumplen sus propias leyes”. Según los juristas de Matrix Chambers, que asesoran a la organización, Reino Unido está incumpliendo una serie de obligaciones, entre las que se incluyen sus propios criterios de exportación de armas y la posición común de la Unión Europea en ese ámbito. De hecho, en 2014, un comunicado ministerial declaró que Reino Unido “no otorgaría una licencia si hay riesgo claro de que pueda usarse para cometer una violación grave del derecho internacional humanitario”.

La Campaña contra el Comercio de Armas ha lanzado una acción legal contra el Gobierno por incumplir el derecho internacional. Sorprendentemente, como ha recalcado el Partido Laborista, el observatorio del Parlamento sobre la exportación de armas no se ha reunido desde las elecciones generales: casi todo el tiempo que dura la guerra de Arabia Saudí respaldada por Reino Unido.

La alianza británica con los dictadores saudíes –que la semana pasada se negaron a descartar adquirir armas nucleares de Pakistán– no recibe el escrutinio público que merece. No se trata solo de derechos humanos, tan maltratados en el historial saudí, de encerrar, azotar y matar a los disidentes, de prohibir las protestas, los partidos políticos y los sindicatos, y de privar a las mujeres de sus derechos básicos –por cierto, nuestro Gobierno comerció con votos para garantizar que los saudíes fueran elegidos para el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que fue como darle a Harold Shipman (médico que mató al menos a 15 de sus pacientes) un asiento en el Consejo Médico Británico–. También se trata de la amenaza que supone Arabia Saudí para nuestra seguridad nacional: el país está en el epicentro del extremismo internacional.

Su asalto a Yemen no supone solo matar, mutilar e infligir sufrimiento masivo. Es también generar rencor. Estando nuestro Gobierno totalmente detrás de sus aliados saudíes, es seguro que el resentimiento hacia Reino Unido está creciendo, un resentimiento que puede ser muy fácilmente manipulado por los extremistas.

Si la sociedad británica fuera plenamente consciente de lo que está ocurriendo, la implicación de Reino Unido sería seguramente insostenible. Pero hay muy pocas voces que hablen. Un ejemplo excepcional es el exministro conservador Andrew Mitchell, que dijo hace unos meses: “Debemos tomarnos en serio la posibilidad de que armas hechas en Reino Unido se estén empleando para matar a civiles en Yemen”. Desde entonces, sabemos de al menos un ataque letal que usó un misil británico contra una fábrica de cerámicas.

Yemen necesita un acuerdo negociado y pacífico. Su pueblo necesita asistencia humanitaria, no más bombas. Pero Reino Unido está ayudando a intensificar esta guerra, está ayudando a un régimen atroz que sabe que está bombardeando a civiles. Esto es un crimen, literalmente. Y se debe responsabilizar al Gobierno por ello.

Traducción de: Jaime Sevilla

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