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The Guardian en español

Los nuevos campos de refugiados en Grecia son almacenes “no aptos ni para animales”

Imagen de archivo de los restos del campamento de Idomeni

Mark Townsend

Las condiciones dentro de la nueva red para refugiados permanentes en Grecia son tan desoladoras y deficientes en cuanto a servicios básicos “que no son aptas ni para animales”, según describen algunos voluntarios y organizaciones. La semana pasada, alrededor de 3.000 refugiados fueron trasladados a estos lugares después de que el improvisado campo de Idomeni, cerca de la frontera de Grecia con Macedonia, fuera finalmente desalojado por la policía.

Pruebas fotográficas y los primeros testimonios de voluntarios autorizados para estar dentro de algunos bloques de alojamientos, dirigidos por militares, revelan la falta de servicios como el agua corriente. Además, muestran las condiciones inmundas de los ruinosos almacenes, lugares que parecen del todo inadecuados para poder vivir.

El cierre de Idomeni también ha supuesto que 4.000 hombres, mujeres y niños continúen desaparecidos desde la demolición de lo que fue el mayor campo de refugiados improvisado de Europa. Se cree que los refugiados desaparecidos, incluido un número indeterminado de menores no acompañados, están viviendo en las calles de ciudades griegas como Salónica, están escondidos en bosques cerca de la frontera con Macedonia o han sido captados por contrabandistas en el norte de Europa.

Con la frontera ahora cerrada, los refugiados que se dirigen a Europa continúan haciendo el peligroso viaje desde el norte de África a través del Mediterráneo. La semana pasada, dos barcos se hundieron en 24 horas en el norte de la costa de Libia. Al menos cinco personas murieron, y la Marina italiana rescató a 562 personas. Alrededor de 40.000 personas refugiadas han sido transferidas este año al país.

El jueves, cuando el campo de Idomeni fue oficialmente cerrado, los guardacostas italianos anunciaron que habían coordinado 22 operaciones de rescate independientes y que habían salvado más de 4.000 vidas, haciendo de esa jornada la más intensa de la crisis migratoria mediterránea.

Los primeros informes desde dentro de los campos griegos piden que se tomen medidas. Fotografías hechas dentro de uno de los nuevos campos, en una zona industrial de Sindos, en la periferia de Salónica, muestra almacenes sucios llenos de tiendas de campaña montadas sobre suelos de hormigón mugriento.

“Las condiciones son peores que las de Idomeni”

“No hay agua corriente, no hay asistencia médica, menos aún traductores, no hay provisiones para los niños, ni una evaluación ambiental, ni un plan de evacuación”, explica Phoebe Ramsay, una voluntaria que ha estado ayudando a refugiados en el norte de Grecia desde principios de año. “Las condiciones en los nuevos campos militares son pésimas; hay desde deprimentes y desérticos hasta realmente inseguros no aptos ni para animales”, añade, señalando que las condiciones son incluso peores que las de Idomeni, 80 kilómetros al norte.

La voluntaria Alexandria South, que visitó otro campo instalado en una antigua fábrica de piel en las afueras de Salónica, cuenta que las condiciones son espantosas, que hay pilas de cristales rotos, y almacenes con todas las ventanas hechas añicos. “No hay agua corriente, ni duchas, ni electricidad o leña. Las madres no tienen agua caliente para la leche de fórmula de los bebes o para higienizar los envases y tienen que usar agua fría”.

También cuenta que las condiciones empeoraron cuando los militares griegos, que estaban supervisando la evacuación de Idomeni, acabaron con el agua y comenzaron a ordenar a los voluntarios que estaban suministrando comida y alimento a los refugiados que alimentasen primero a los militares.

“El primer día se le dio a la Marina las escasas botellas de agua que eran para las familias”, cuenta South. “Pero el segundo día no había absolutamente nada de agua. Incluso cuando aparecían recién llegados, algunos aseguran de que estuvieron tres horas sin agua en el campamento”.

También explica que solo hay seis baños portátiles para unos 1.000 refugiados y que tampoco hay wifi, por lo que es imposible que la gente pueda hacer sus solicitudes de asilo. Cuenta también que a los refugiados ni siquiera se les dijo que habían sido reubicados en Grecia.

Grecia niega las acusaciones

El portavoz del servicio de coordinación griego de la crisis migratoria, Giorgos Kyritsis, del partido de izquierdas Syriza, rechazó las acusaciones de que los campos carecían de los servicios básicos. “Hay agua y electricidad en todos los sitios. Una de las razones por la que elegimos antiguos edificios industriales en lugar de campos al aire libre fue por eso mismo”.

“Siempre que se abre un sitio nuevo hay carencias al principio pero después añadiremos los servicios y lo resolveremos a su debido tiempo. No estamos diciendo que las condiciones sean perfectas, queremos mejorarlas pero no hay ni punto de comparación entre las nuevas instalaciones e Idomeni”, asegura el portavoz. “Por lo menos ahora tienen un techo sobre su cabeza. Cuando llueva no se mojarán y no estarán obligados a vivir en el barro. Sin duda alguna, ¿esto no es una mejora?”

Kyritsis negó que miles de refugiados hayan desaparecido después del desalojo del campo de Idomeni.

Otras organizaciones benéficas, incluida Médicos Sin Fronteras, ha informado de varios pacientes con lágrimas en los ojos a los que se les pidió salir de Idomeni sin información clara de su destino.

El viernes, la ONU instó a Grecia a que mejorase rápidamente las condiciones “precarias” en un lugar que describe como almacenes abandonados escasamente ventilados y fábricas sin suficiente comida, agua o baños. El Comité Internacional de Rescate también ha expresado su preocupación y ha reclamado que se mejoren inmediatamente estas condiciones.

Desde que la ruta norte a través de los Balcanes se cerró a principios de este año, unas 54.000 personas han sido abandonadas en superpoblados campos griegos. Sin embargo, las llegadas han descendido significativamente desde que entró en vigor el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía hace dos meses.

Con información adicional de Helena Smith.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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