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The Guardian en español

El peligroso juego militar entre Rusia y el renacer de la OTAN

Rusia dice que más tropas de la OTAN en Europa del Este no mejoraran la seguridad de la región

Luke Harding

Se anunció como el mayor despliegue militar sobre las fronteras rusas desde la Guerra Fría. El próximo año, el Reino Unido va a enviar aviones de combate a Rumanía. Estados Unidos desplegará tropas, tanques y artillería en Polonia. Alemania, Canadá y otros Estados miembros de la OTAN también se han comprometido a desplegar sus fuerzas en la reunión de ministros de Defensa celebrada el miércoles en Bruselas.

Los movimientos llegan después de que Rusia haya estado ocupada desplegando su propio armamento. A principios de mes, Moscú dijo que estaba colocando misiles de capacidad nuclear en Kaliningrado, enclave ruso en el Báltico, el mismo mar por donde esta semana dos buques de guerra rusos armados con misiles crucero se movieron disimuladamente. 

Mientras tanto, el descomunal portaaviones ruso Almirante Kuznetsov surcaba las aguas del Canal de la Mancha en dirección a Siria. Según España, el Gobierno de Moscú retiró la solicitud de repostar en Ceuta entre las sospechas de Occidente de que la flota rusa fuese a ser utilizada para arrasar con los civiles en Alepo.

El objetivo de la OTAN parece ser disuadir a la Rusia revanchista de Vladimir Putin de llevar a cabo futuros actos de agresión en territorio europeo. Tras un período en el que la OTAN pareció lenta y sin temple, la alianza envía ahora un claro mensaje. Como dijo esta semana el secretario de Defensa de EEUU, Ash Carter, el objetivo del actual despliegue es la disuasión.

Concretamente, la OTAN quiere enviar el mensaje a Moscú de que está preparada para defender los asediados estados de Estonia, Letonia y Lituania. En mayo, el Reino Unido enviará un batallón de 800 soldados a Estonia, con el apoyo de Francia y Dinamarca. Para el próximo verano, unas 4.000 tropas de los países de la la OTAN se situarán cara a cara con los 330.000 soldados rusos estacionados en la frontera occidental de Moscú.

Nada de esto implica que Europa esté al borde de un conflicto entre Oriente y Occidente. Ni que el mundo se esté preparando para una tercera guerra mundial, como sugieren de manera apocalíptica Donald Trump y algunos analistas políticos. No es así. En una conferencia en Sochi el jueves, Putin lo confirmó cuando definió, frente a un grupo de expertos occidentales, como “estúpido y poco realista” pensar que Rusia pudiera atacar Europa.

Así que, a pesar de la atmósfera de Guerra Fría, son muy bajas las probabilidades de ver en el futuro inmediato a tanques rusos cruzando la frontera con los países del Báltico.

Antes que eso, esta última demostración del poderío militar de Rusia es parte de una estrategia híbrida del Kremlin. En el extranjero, el objetivo es proyectar la fuerza y el poderío armamentístico ruso. En palabras de un analista, demostrar “quién la tiene más grande”. Desde que Putin asumió la presidencia en el año 2000, su objetivo ha sido restablecer la posición de superpotencia de Moscú, con Rusia al mismo nivel de la hegemonía estadounidense.

Putin quiere demostrar que ningún problema internacional se puede resolver sin la opinión del Kremlin. Así ha sido en Oriente Medio y Siria, donde Rusia ha desplegado su primera intervención militar a gran escala fuera de las antiguas fronteras soviéticas desde el fin del comunismo.

También se ha demostrado con Ucrania, el país vecino que Putin invadió de manera encubierta en 2014 tras anexarse Crimea, que formaba parte de su territorio. Lejos de no atacar a nadie en Europa, unas 10.000 personas han perdido la vida hasta el momento en el este de Ucrania en una guerra comenzada y sostenida por el Kremlin.

Las fuerzas armadas de Rusia desempeñan un papel muy importante, pero la televisión también lo es. En Rusia, los canales estatales plantearon hace poco la posibilidad de una guerra nuclear con Washington. (Aunque el poderío militar de Rusia es inferior al de Estados Unidos, en términos de armas nucleares, están en paridad). En este momento, muchos rusos creen que el país ya se encuentra en un estado de casi guerra o de preguerra con Occidente.

Esta retórica de guerra ha sido diseñada con el claro propósito de desviar la atención de los graves problemas internos que sufre Rusia: el empobrecimiento de la economía, las sanciones de Occidente, el fraude en las últimas elecciones parlamentarias y el alto nivel de corrupción, dirigido desde arriba por Putin y sus secuaces multimillonarios. Dentro del país, el aparato propagandístico ha funcionado de maravilla.

Según el presidente de Rusia, la OTAN es un bloque implacablemente agresivo y hostil. Paradójicamente, la reciente movilización de la OTAN en Europa del Este tan solo sirve para confirmar la historia que Putin y la televisión estatal rusa llevan tanto tiempo contándole al pueblo: que Occidente está empecinado en “acorralar” a Rusia y hacerla claudicar.

El peligro ahora no es el de un conflicto militar abierto. Con tantas tropas desplegadas, con aviones rusos sobrevolando todos los días los portaaviones de EEUU y con otros tantos recursos militares, el peligro es que ocurra un accidente o choque. En septiembre, en una investigación realizada por holandeses, se llegó a la conclusión de que un misil Buk que pasó la frontera rusa de contrabando fue el que derribó el vuelo MH17 en 2014 y mató a 298 personas.

Durante gran parte de los noventa, la OTAN perdió su razón de ser. En los últimos años se ha quedado sin dinero. Estados Unidos se ha quejado continuamente de que muchos de los estados miembros no están dispuestos a pagar el precio de la seguridad colectiva europea. Para bien o para mal, ahora la OTAN ha encontrado un propósito: contener la creciente e impredecible amenaza del Kremlin.

Traducido por Francisco de Zárate

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