Las personas LGTB tienen que conocer su historia
¿Las personas LGTB conocemos nuestra historia? Aquí tenemos un buen ejemplo. El cantante Sam Smith, hay que decirlo, tiene una relación complicada con las redes sociales. Sí, las redes pueden ser un poco como ese oso que lucha contra Leonardo DiCaprio en El Renacido: despiadadas e implacables. Pero Smith no ha podido evitarlo. Cuando pareció descubrir el racismo por primera vez después de que un amigo recibiera insultos racistas –para acabar hablando más de sí mismo y de lo molesto que estaba–, Twitter no se alegró.
Su última metedura de pata ha sido usar su discurso de aceptación del Oscar para aventurar que era el primer hombre abiertamente gay en ganarlo –muy mal: merece la pena hacer al menos una búsqueda rápida en Google antes de dar un discurso delante de cientos de millones de personas–. Pero la cosa va a peor. Cuando le dijeron que el letrista (y hombre gay) Howard Ashman también ganó un Oscar, Smith respondió: “Debería conocerlo. Tendríamos que quedar”. Ashman murió de sida en 1991.
Al guionista estadounidense Dustin Lance Black –sí, otro hombre gay ganador de un Oscar– tampoco le gustó el discurso de Smith, y le recriminó: “Si no tienes ni idea de quién soy, puede ser el momento de que dejes de enviar mensajes a mi prometido (Tom Daley)”. Añadió de propina su propio discurso de aceptación del Oscar.
El mensaje resulta un poco embarazoso, pero Black apunta algo importante: “Conocer nuestra historia LGTBQ es importante. Caminamos sobre los hombros de innumerables hombres y mujeres valientes que nos abrieron el camino”.
Esta es una reflexión fundamental: que las personas LGTB –que hemos sufrido milenios de persecuciones y prejuicios– caminamos sobre los hombros de gigantes, de personas que soportaron desgracias y sacrificios para conseguir los derechos y libertades que tenemos ahora. Para personas como, por ejemplo, Howard Ashman: ser un letrista consagrado y abiertamente gay fue considerablemente más duro de lo que es ahora, en especial en el momento álgido de la crisis del VIH/sida. Las personas como él facilitaron las cosas a quienes llegamos después, incluido Smith.
Smith está lejos de ser la única persona LGTB con escaso conocimiento de su propia historia. Los eventos de orgullo se han ido convirtiendo en fiestas de empresas y han relegado la política. Para muchas de las personas LGTB más jóvenes, bucear en Netflix y encontrar Milk –el conmovedor biopic que otorgó a Black su Oscar, centrado en el pionero político LGTB estadounidense Harvey Milk– puede ser su único acercamiento a los sacrificios del pasado.
No hay duda de que debemos recordar a los héroes del pasado –sean o no famosos–, por dos motivos. En primer lugar, porque lo mínimo que podemos hacer es recordar a quienes lucharon a ese precio por nuestros derechos y nuestras libertades: garantizar que quienes en su momento fueron ignorados, demonizados o perseguidos acaben reivindicados por la historia. Y en segundo lugar, porque eso nos alienta a continuar con su tradición de vencer cualquier forma de opresión y prejuicios, sea quien sea el perjudicado.
Por lo tanto, recordémoslos a todos: a las mujeres trans negras que se enfrentaron a policías cerrados de mente; a los activistas LGTB que apoyaron a los mineros británicos y les ayudaron a cambiar las actitudes del Partido Laborista y de los sindicatos; a Alan Turing, que ayudó a combatir a los nazis y fue premiado con la persecución; al activista gay por los derechos de los negros Bayard Rustin; y sí, a Howard Ashman. Son un recordatorio de que el cambio no viene dado, sino que se lucha por él. Y Smith no es el único que lo ha olvidado.
Traducido por: Jaime Sevilla