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La revolución de los coches sin conductor no es solo cuestión de tecnología, también es política

Prácticamente todos los estudios sobre los coches autónomos bien equipados sugieren que son más seguros que los conducidos por personas.

Jackie Ashley

Si hay algo que nos enseñó el 2016 es que las predicciones políticas son un juego de idiotas. Las predicciones sobre tecnología y sociedad, sin embargo, son por lo menos algo más fáciles. Una cosa que estará presente delante de nuestras narices en este nuevo año es la inminencia de la revolución de los coches de conducción automática, que va a ser importante.

En mi casa se escucha algo nuevo. Es mi voz, con tono autoritario, diciendo: “¡Alexa, para!”. O quizá, “Alexa pon los Beach Boys”, o “Alexa ¿cómo será el tiempo mañana?”. Sí, como tantos otros miles, yo también compré el juguete de Amazon por Navidad: un pequeño cilindro que puede responder muchas preguntas con increíble rapidez y acierto, poner música, pedir taxis, dictar recetas y mucho más.

Sin embargo, Alexa, que ya está transformando la vida en mi hogar, no es nada comparado con los cambios que los coches sin conductor nos van a traer muy pronto. No hace mucho esto era ciencia ficción, pero en 2016 los hemos probado en las calles de la ciudad inglesa de Milton Keynes. Mientras tanto, en San Francisco, una disputa por licencias entre Uber y el Estado de California echó de las calles a los vehículos de conducción automática. También se produjo el primer accidente mortal en Estados Unidos con un coche sin conductor.

Este año en Reino Unido se realizarán las primeras pruebas de coches de conducción automática en las autopistas británicas. Por tanto, es hora de reflexionar seriamente sobre lo que viene en 2017 por el carril rápido.

Empecemos por las reflexiones positivas. En primer lugar, se salvarían muchas personas que morirían o quedarían lisiadas en las carreteras si continuamos con el estado actual de las cosas. Puede que parezca insensato, pero prácticamente todos los estudios sobre los coches autónomos bien equipados sugieren que son más seguros que los conducidos por personas. Existe una ventaja adicional para las mujeres que tienen miedo de coger un taxi de madrugada. Un coche de conducción automática puede parecer algo siniestro para muchos, pero no te va a violar.

Los coches sin conductor podrían mejorar notablemente el paisaje urbano. Nos hemos acostumbrado a lo fea que es una calle a reventar de coches aparcados, pero con este tipo de vehículos no tendría sentido que comprásemos uno. El precio de un viaje en taxi se basa principalmente en el pago al conductor y, por tanto, los viajes locales serían mucho más baratos.

Sería una extravagancia absoluta tirar miles de euros en la compra de un producto que puedes alquilar cuando necesitas por un precio mucho menor. Los locos de los motores a lo Jeremy Clarkson (expresentador del programa Top Gear) querrán seguir teniendo sus coches, pero para la mayoría esto supondría un gran ahorro.

Así que nuestras calles estarían más despejadas. Y, dado que estos serían coches eléctricos, también serían más limpios. Tendrá que haber importantes nuevos sistemas de infraestructuras, inmensos parkings para guardar los coches y que puedan llegar rápido cuando sean solicitados. Me pregunto si sobrevivirán los servicios locales de tren. Puede que volvamos a ver la propuesta de Margaret Thatcher de convertir las vías del tren en carreteras, esta vez para coches de conducción automática.

Respecto a los autobuses, actualmente existe un indiscutible apartheid de transporte entre los dueños de los coches y los usuarios de autobuses. Pero si los coches de conducción automática funcionan, seguro que habrá autobuses de conducción automática, que podrían ser mucho más pequeños y más numerosos que los vehículos de hoy, emisores masivos de diésel. Por otro lado, también aumentarán las modalidades de car sharing (coches compartidos) y car pooling (viajes compartidos): la diferencia entre alguien que utiliza un minibus sin conductor y un vehículo compartido grande se convertiría en insignificante.

Junto todo esto y me imagino que la compra y la conducción de coches será igual de mal vista que abrir hoy un paquete de tabaco en una reunión familiar.

Pero vayamos a su lado oscuro. Primero, las consecuencias sobre el empleo. Hay algo menos de 300.000 conductores de camiones con licencia en Reino Unido y aproximadamente el mismo número taxistas en Inglaterra y Gales. Pero estos datos son probablemente una estimación a la baja del número actual de conductores profesionales, dada la economía sumergida y los conductores de reparto locales. En suma, no me sorprendería si hubiese alrededor de un millón de personas en todo Reino Unido para los que conducir es su forma de ganarse la vida.

Pero los números son solo la mitad de ello. En una era de inseguridad laboral, conducir se ha convertido en la vía de muchas personas, especialmente hombres, para mantenerse a flote. Si no puedes encontrar nada más, firma con una empresa local de transporte y pasa muchas horas en la carretera.

Así que el efecto de esta versión de destrucción de empleo será duro y requerirá una redistribución. ¿Quiénes serán los grandes ganadores de la revolución de coches de conducción automática? Probablemente las grandes empresas de coches y aquellas a la vanguardia tecnológica –Tesla, Mercedes, Honda– y empresas como Uber. Todas pueden esperar beneficios colosales. ¿Cómo reinvertir ese dinero en la economía para dar empleo a los antiguos conductores?

Esa es la vieja pregunta sobre impuestos y multinacionales. No veo ninguna posibilidad de que en nuestra sociedad las personas se queden sin labores que hacer: no con la crisis de asistencia médica, las necesidades sanitarias o el incalculable trabajo medioambiental por hacer. Se trata más bien de financiar mediante tasas impositivas adecuadas los nuevos beneficios.

También hay problemas de seguridad. Todo este sistema depende de Internet. Un ataque terrorista, o incluso una gran erupción solar, podría destrozarlo todo. Cuanto más interconectados estamos, más vulnerables somos.

Esto es un problema importante que espero que sea uno de los debates políticos fundamentales del nuevo año. Como con la mayoría de progresos tecnológicos, los coches sin conductor pueden ser un futuro maravilloso o un peligroso desastre, dependiendo de las decisiones políticas que tomemos. Eso, por lo menos, no ha cambiado, ¿verdad, Alexa?

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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