La segunda primavera de Charles Manson: atrapados por la sangre y las sectas
Charles Manson hizo en los años sesenta muchas predicciones sobre su futuro a sus seguidores perturbados y drogados, pero nunca predijo que se pudriría en una cárcel hasta la vejez. Por el contrario, él decía que iba a ser una estrella de rock “más grande que Los Beatles”. Al fracasar ese plan, o quizás paralelamente, fantaseó con ser el líder ario de una triunfante revolución racial a nivel mundial. Pero lo que realmente quería, más que nada, era ser famoso. Y realmente logró cumplir ese propósito, aunque haya fallado en todo lo demás.
Este mes se cumplen 47 años desde que Manson y sus seguidores –en su mayoría mujeres– conocidos como La Familia, cometieron los asesinatos que ya forman parte de la historia de Estados Unidos en el siglo XX, junto con el asesinato de JFK y el juicio a OJ Simpson. Sin embargo, a diferencia de esos crímenes, no hay dudas sobre los asesinatos de Manson. Sabemos casi con exactitud quién hizo qué, cuándo y por qué, incluso las últimas palabras de algunas de las víctimas.
La noche del 9 de agosto de 1969, siguiendo instrucciones de Manson, cuatro miembros de la Familia (Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel) dejaron el Rancho Spahn donde vivían, y que había sido utilizado a menudo como plató para películas del oeste, y fueron al número 10050 de Cielo Drive, una casa que había sido alquilada por Terry Melcher pero que en ese momento habitaban Roman Polanski y su esposa Sharon Tate.
Manson había conocido a Melcher a través de Dennis Wilson, un Beach Boy adicto a las drogas que equivocadamente pensó que Manson “tenía algo”. “Charlie es un hombre cósmico, tío. Es profundo. Escucha a los Beatles y en la música entiende mensajes sobre qué debe hacer”, le dijo Wilson a sus amigos.
Melcher no quedó tan impresionado y se negó a firmar un contrato musical con Manson. A veces se dice equivocadamente que Manson envió a sus seguidores a Cielo Drive a matar a Melcher como venganza, pero en realidad Manson ya sabía que el productor se había mudado de la casa. Sin embargo, sí quiso darle “un susto”.
Así que en la antigua casa de Melcher, los seguidores de Manson asesinaron a cinco personas: Steven Parent, de 18 años, la heredera de una fortuna de café, Abigail Folger, y su novio Wojciech Frykowski; el estilista de famosos Jay Sebring; y Tate, que estaba embarazada de ocho meses y medio y murió implorando por la vida de su bebé. “Basta, zorra, tú no me importas”, dijo Atkins. Tate fue apuñalada 16 veces. Su hijo murió dentro de ella 20 minutos después.
La noche siguiente, los mismos cuatro asesinos junto a Manson y los otros miembros de la Familia Leslie Van Houten y Clem Grogan, fueron al número 3301 de Waverly Drive y mataron a la pareja Leno y Rosemary LaBianca. Lo más probable es que los eligieran porque la Familia antes había estado en una fiesta en una casa vecina.
En ambas escenas de los crímenes, la Familia escribió palabras y dibujó símbolos en las paredes que –según Manson– harían que la policía creyera que los asesinatos habían sido cometidos por los Panteras Negras, lo que daría comienzo a una guerra racial. También escribieron letras de canciones del Album Blanco de Los Beatles, que Manson había interpretado como un mensaje en código para que él desatara la guerra racial. Además de estos asesinatos, hubo otros cometidos por Manson y su Familia, y algunos no probados, como narcotraficantes y personas inocentes (incluido el tío de Manson y el abogado de Van Houten).
Best sellers y series
A pesar de que ya no queda misterio por resolver, la historia de Manson continúa fascinando al público. Mientras los asesinos se han podrido en la cárcel (Atkins murió en 2009; a Van Houten le negaron la libertad condicional por vigésima vez el mes pasado), el verano de 2016 se ha convertido en la temporada de Manson.
El libro de Emma Cline The Girls, un relato de ficción sobre una niña de 14 años que se convierte en un miembro periférico de la Familia, es el libro del momento. Cline, que tenía solo 27 años cuando se publicó el libro, recibió un adelanto de 1,77 millones de euros, uno de los más altos que se hayan pagado por una novela debut. Aunque su éxito se debe al sobrecogedor talento de Cline, seguramente el tema Manson como argumento de venta habrá ayudado un poco.
En junio se estrenó en Estados Unidos la segunda temporada de la serie de la NBC Aquarius, que tiene como protagonista a David Duchovny en el papel de un policía jubilado que es contratado para encontrar a un adolescente que ha huido en 1967 para vivir con, ese mismo, Charles Manson. Finalmente, se acaba de publicar la nueva novela de Alison Umminger American Girls, que trata sobre una adolescente moderna que se obsesiona con las mujeres de la Familia Manson.
Todo esto llegó después de la magnífica serie de 12 episodios sobre Manson basada en el excelente podcast de Karina Longworth You Must Remember This, queVanity Fair denominó “el mejor drama del verano”. Al finalizar la serie, las escuchas del podcast se habían duplicado.
“Muchas de las historias de mi podcast tienen que ver con cómo cambia la gente cuando se hace famosa, o cuando la fama se les escurre entre los dedos”, señala Longworth. “Me fascinaba la idea de que esta tragedia que cambió una época sucedió en parte porque este hombre estaba muy cerca de hacerse famoso pero no lo conseguía.”
Las referencias a Manson están siempre presentes en la cultura pop. Mad Men aumentó la tensión sobre Megan Draper al vestirla para que se pareciera a Tate. El grupo de Leicester Kasabian, en un patoso intento de ser guays, se pusieron de nombre el apellido de Linda Kasabian. Brian Warner eligió a Manson como emblema del lado oscuro de Estados Unidos, y a Marilyn Monroe como emblema de belleza, cuando se puso de nombre artístico Marilyn Manson.
No es sorprendente que los crímenes continúen fascinando a tantas personas, dada la violencia de los asesinatos, el hecho de que fueron cometidos mayormente por mujeres seguidoras de un líder masculino y que una de las víctimas era una actriz hermosa y famosa. La pregunta es por qué han resultado tan fascinantes especialmente ahora.
Una época caótica
Desde que se descubrieron los cuerpos de Tate y sus amigos, la gente ha buscado el significado de los asesinatos de Manson, lavando la sangre de los crímenes con simbolismo clínico y narraciones prolijas. Esto a menudo se justifica haciendo referencia a la famosa cita de Joan Didion en el comienzo del Album Blanco, su ensayo sobre el fin de los años 60, que alude a Manson: “Nos contamos historias para poder vivir”. De hecho, el argumento de Didion era que no se podía encontrar significado en una época caótica. “Muchos de los encuentros de esos años carecen de lógica, excepto los sueños”, escribió.
El propio Manson era famoso por cambiar de forma y adaptarse para encajar con su público. Podía hacerse el rockero con Wilson y Melcher, el líder mesiánico con sus seguidores, el racista pueblerino con los moteros que llegaban a su rancho. De igual forma, sus crímenes pueden amoldarse para gusto de cualquiera. Pueden ser una historia de Hollywood en la transición a la segunda mitad del siglo XX, personificada por Terry Melcher, hijo de Doris Day (el Hollywood antiguo), pero amigo de la peña de Laurel Canyon (el Hollywood nuevo). O puede ser un cuento con moraleja sobre el deseo tóxico de ser famoso, simbolizado por Manson, que hizo su casa en un viejo plató de películas.
El cliché más común es que los asesinatos marcaron “el fin de los años 60”, cuando en realidad Woodstock, que podría definirse como el momento cumbre de la década, llegó después, y el concierto de Altamont, el final definitivo del sueño hippy del rock-and-roll, también estaba al llegar. El segundo cliché más común es que Manson representó “el lado oscuro de la cultura hippy de los 60”. Pero justo después del arresto de Manson, muchos estaban seguros de que él representaba un intento del establishment por suprimir la contracultura.
“Yo vi el caso Manson como una lucha por la vida de la contracultura. Uno de los nuestros estaba siendo martirizado, nuestras más preciadas creencias estaban siendo destrozadas por el cínico establishment y sus lacayos, la policía de Los Angeles”, escribió más tarde el periodista David Dalton. Su idea era escribir un artículo para la revista Rolling Stone (“Pondremos ‘¡MANSON ES INOCENTE!’ en la portada”, dijo al parecer el editor de la revista Jann Wenner), e incluso se quedó junto a su esposa en el Rancho Spahn después de entrevistar a Manson.
Pero cuando la policía de Los Angeles le mostró fotos de las escenas de los crímenes, con las mismas letras de canciones de Los Beatles de las que le había hablado Manson escritas con sangre en las paredes, supo que había sido un idiota.
“Todo lo que me había parecido tan sólido hacía una hora, se esfumó en el aire. Ya no podía pensar ni un minuto en las ramificaciones metafísicas del caso, el destino de la contracultura, etc. Tenía problemas más inmediatos: mi mujer, Andy, seguía en el Rancho Spahn”, relató Dalton. Llegó lo más rápido que pudo al rancho, evitó contacto visual con todo el mundo para que no vieran su pánico, cogió a su mujer y huyeron.
El mesías de la contracultura
El mismo Polanski al principio descartó las sospechas de la policía sobre Manson. “Recuerdo perfectamente mi primera respuesta ante esa información: ‘Esto es vuestro prejuicio antihippy’, les dije”, explica en su autobiografía.
De hecho, la idea de que el profundamente racista, misógino y absolutamente trastornado Manson representara algún tipo de sueño hippy es tan alucinada como la creencia de Dennis Wilson de que Manson tenía algún talento musical. Pero también es un reflejo de cómo en realidad sus creencias no eran tan distintas de las de aquellos que lo rodeaban.
Mucho se ha escrito sobre la misoginia de Manson. Su creencia de que era su derecho como hombre el tener todas las mujeres que quisiera y que ellas lo atendieran no era para nada inusual en esa época. De hecho, se daba por sentado en los círculos que frecuentaba. Melcher y Wilson se llamaban a sí mismos “los penetradores de oro”; Polanski le era compulsivamente infiel a Tate mientras ella se quedaba en casa pintando la habitación del bebé.
“La historia secreta de este caso parece ser las historias de las mujeres que fueron parte de estos acontecimientos, sea directa o indirectamente,” señala Longworth. “Enseguida vi muy claro que la época del amor libre no hizo que ninguna mujer que participó de él se sintiera más libre”.
Los supuestos revolucionarios de los años 60 solamente recrearon las viejas estructuras patriarcales, con los hombres como dominadores y las mujeres como juguetes domésticos y sumisas sexuales. Como escribió Robin Morgan en Adiós a todo eso, su ensayo de 1970 sobre los años 60: “Manson es sólo el extremo lógico de la fantasía del hombre común estadounidense, sea Dick Nixon o Mark Rudd: dueño de un harén, las mujeres haciéndole el trabajo sucio, desde criar a sus hijos y cocinar hasta asesinar a gente siguiendo sus órdenes”.
Fue una suerte para Manson que tantas de sus patologías encajaran tan bien en su época. Como notó Melcher después de negarle un contrato musical, Manson no parecía distinto a los cientos de hippies que andaban por Sunset Boulevard en esa época.
Al principio tampoco parecía estar más loco que muchos famosos. Después de todo, dado que algunos de los íconos de la época incluían al chiflado de Dennis Hopper y John Phillips del grupo The Mamas and the Papas, la cordura parecía ser una característica burguesa.
De hecho, inicialmente Polanski sospechó que el asesino era Phillips, porque él había tenido una aventura de una noche con la esposa de Phillips, Michelle, una de las mejores amigas de Tate, lo cual dice algo sobre la promiscuidad crónica de Polanski y la reputación de Phillips. “Tras esa aparente calma, yo sabía que John escondía una ira profunda y ardiente”, escribió Polanski sobre su antiguo amigo.
Las mujeres de entonces, las de hoy
Manson fue capaz de llegar lo lejos que llegó en Hollywood, de mezclarse con estrellas de rock y productores famosos, principalmente por una razón: la gente puede ser muy estúpida cuando busca algo auténtico. El hecho de que Manson tuviera un pasado complicado, con entradas y salidas a reformatorios y cárceles durante toda su vida, era visto como un punto a favor por personas como Wilson.
Así como los jóvenes de esa década se manifestaban para derribar viejas costumbres y restricciones, los jóvenes de Hollywood creían que estaban derribando las estructuras elitistas, derrotando el sistema impuesto por los estudios de filmación, dejando entrar a músicos y nuevos talentos. Manson representaba, para estos ricos algo avergonzados de su riqueza, el rechazo a la conformidad en su estado más puro. Juntarse con la suciedad de Manson los hacía sentirse mejor consigo mismos. Acostarse con las mujeres de la Familia, como hicieron Melcher y Wilson tras pedirlo Manson, los hacía sentirse aún mejor.
Longworth describe la historia de Manson como “muy, muy específica de su época”. Es cierto que involucra tantos aspectos de los años 60, desde la música surf hasta hippies tomando ácidos, que puede parecer una encarnación tóxica aunque prolija de la década. Pero si fuera solamente una historia característica de una década pasada, no seguiría teniendo tanta resonancia en nuestra época. La historia de las mujeres, desde Atkins hasta Tate, fascina a una generación de escritoras jóvenes, que están muy lejos del sexismo de los 60, pero no tan lejos como para que no les llegue su eco.
Hay algo en Manson que es muy camaleónico. Su genialidad estuvo en explotar el sentimiento burgués de esa época de que tenía que haber una nueva forma de hacer las cosas, que las viejas élites podían derribarse, que los medios de comunicación masivos y la policía estaban comprados por el establishment, y que la nueva generación se había vendido al sistema que los tenía que ayudar.
Estos sentimientos estaban expresados por la contracultura del momento, pero también son tan comunes ahora que es difícil encontrar una noticia policial que no esté empapada de estos temas. Una vez más, la historia de Manson ha mutado para encajar en otra época.
Cuando la gente busca salvadores, en general encuentra falsos profetas. Los seguidores de Manson tuvieron la pésima suerte de cruzarse en su camino con un verdadero psicópata. En ese sentido, su historia es sui generis. Pero en términos de las necesidades, deseos y frustraciones que facilitaron su ascenso, parece muy actual.
Traducción de Lucía Balducci