Petra Kelly, una figura más que nunca de actualidad
Petra Kelly es más que nunca una figura de actualidad. Además de central e histórica para entender el movimiento verde alemán, español y europeo, sus ideas teóricas y su praxis política siguen marcando el imaginario colectivo ecologista. Kelly unió de forma novedosa y con fuerza la ecología, el pacifismo y el feminismo como pocos lo habían hecho antes.
Con un pie en las calles y otro en las instituciones alemanas y europeas, Kelly fue una activista incansable y multifacética. Fue al mismo tiempo una fuente de inspiración para muchos y un personaje desbordante para otros, al igual que una lideresa que no terminó de asumir nunca del todo su liderazgo. Su hiperactividad no tiene parangón en el panteón verde: como teórica, dejó un trabajo que la sitúa como un referente del pensamiento político verde; como activista, dejó un largo camino de luchas a pie de calle desde Europa y Estados Unidos hasta Sudáfrica y Tíbet.
Como activista, Petra Kelly recorrió Europa y medio mundo. Ayudó a construir una mentalidad global y paneuropea, conectando las luchas por un mundo en paz y limpio, desde Berlín a Moscú, pasando por Suecia e Irlanda. Allá donde hubiese bases militares o centrales nucleares, sus pasos la guiaban con una íntima convicción: la lucha pacifista va de la mano de la lucha ecologista. Con esta visión y a pesar de terminar, en alguna que otra acción reivindicativa, en el calabozo, Kelly lideró en el Bundestag alemán el movimiento hacia el desarme, consiguiendo incluso que Alemania pidiera perdón por el bombardeo de Guernica.
Petra Kelly también pasó por España dejando una huella indeleble, quedando la creación del partido verde vinculada para siempre a su persona. El 29 de mayo de 1983 y aprovechando la visita de Kelly, dieciséis activistas ecologistas de toda España firmaron el Manifiesto de Tenerife, en el que reconocían como “indispensable la existencia de una formación política comprometida con nuestra concepción global de la vida y de las relaciones del hombre con su entorno”. (Manifiesto de Tenerife, 1983). Treinta y tres años más tarde, varios diputados ecologistas han entrado en el Congreso español, depositando una de ellos, Rosa Martínez, flores por el cambio y contra la violencia machista en su asiento, recordando así a Petra Kelly el día que entró en el Bundestag.
Con la imagen de las flores, Petra Kelly aportó algo fundamental a la política: la ternura. Apostaba por “un movimiento en el cual la política signifique el poder de amar, el poder de sentirnos unidos en la nave espacial Tierra”. Contraria a la política agresiva y fálica dominante, Kelly aspiraba a construir un partido político en particular y una sociedad en general, donde la empatía, la no violencia y el cuidado mutuo fueran valores y pilares básicos. Esta voluntad está plenamente vigente en todos aquellos movimientos que hoy en día proclaman alto y claro que “las formas son el fondo”. Debemos ser el cambio que queremos ver en este mundo.
Para Kelly la “ternura” significaba “una relación tierna con los animales y las plantas (…). Y, por supuesto, la relación con los humanos”. Es un proyecto que sigue siendo a día de hoy radicalmente revolucionario. Una utopía necesaria que se puede y debe declinar en todos los aspectos de nuestras vidas, desde lo más íntimo a lo más público. Es una suerte de búsqueda personal y colectiva por la paz interior, donde, para ser felices, no necesitamos dominar, competir, humillar o poseer, sino empatizar, cooperar, abrazar, compartir.
Así que, como clama Kelly, “contra el estilo de vida de usar y tirar, se ofrece solidaridad y amistad”. Y es que la ternura y el pacifismo son ecología. Menos cantidad de bienes, más cuidado de lo que tenemos; menos crecimiento del capital, más calidad de vida; menos agresividad contra los ecosistemas, más conservación de la Naturaleza. En el fondo, la ecología tiene todas las ventajas para aportar una alternativa a un sistema insostenible e injusto.
Además, para que un sistema sea equitativo y pacífico, Kelly decía con total certeza que había que terminar con el sistema patriarcal. El patriarcado es opresor para las mujeres y restrictivo para los hombres, transmite valores de dominación y violencia, está profundamente vinculado a la mentalidad militar, provoca injusticias sociales y fomenta la explotación agresiva de la naturaleza. Es más, el patriarcado cruzado con el pensamiento tecno-científico occidental ha generalizado una percepción arrogante del mundo en la que la Naturaleza (simple materia prima) y la Mujer (débil) existen para ser dominadas y explotadas por los hombres. Supone un doble proceso de dominación donde la Mujer ha sido naturalizada y la Naturaleza ha sido feminizada.
Frente a ello, se requiere una nueva visión basada en la fusión del ecologismo y del feminismo: el ecofeminismo. Del poder vertical y jerárquico del patriarcardo, pasemos al poder horizontal y compartido; en vez de un “poder sobre los otros”, más “poder con los otros”; en vez de producción (asociada a valores de género masculino de competencia, dominio y control de la naturaleza y de la mujer), más reproducción de la vida (asociada a valores del género femenino de no violencia, cooperación y del cuidado de todas las personas y de la naturaleza). En esta óptica, el ecofeminismo sitúa “la sostenibilidad de la vida” en el centro de nuestras preocupaciones como nuevo paradigma de la transformación socio-ecológica de nuestros afectos, nuestras vidas diarias, de la economía y de la sociedad en su conjunto.
Decía Petra Kelly: “Ser tierno y al mismo tiempo subversivo: eso es lo que significa para mí, a nivel político, ser 'verde' y actuar como tal”. Un consejo de gran valor para nuestros tiempos y para el cambio político que España y Europa necesitan.