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Salir de la excepcionalidad, cerrar heridas

El portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Antonio Hernando (i), el presidente de la gestora del partido, Javier Fernández (c), y el secretario general del grupo parlamentario, Miguel Ángel Heredia(d).

Ibán García del Blanco

El pasado sábado se acabó por cerrar otro capítulo importante de la tragedia que vive la vida política española. Los votos del PP, de Ciudadanos y Coalición Canaria, sumados a la abstención mayoritaria de un desgarrado PSOE, acabaron por certificar la presidencia de Mariano Rajoy. Se cerró otro capítulo, digo, porque el libro continuará hasta llevarnos de nuevo al clímax que supondrá el debate de Presupuestos.

Ya lo anticipaba el presidente electo, no basta con la investidura sino que quienes la han facilitado necesariamente deberán hacerlo también con la gobernabilidad. Es difícil realmente creer que después de lo vivido, el PSOE esté en condiciones de bloquear unos presupuestos, indispensables para cumplir con los draconianos compromisos del PP con Europa, provocando sin duda un adelanto electoral inmediato. Rajoy, inmisericorde, se encargó de repetirlo una y otra vez, como un maestro de la postguerra la lista de los reyes godos.

En esta tesitura, faltará poco para que a los socialistas nos acaben pidiendo un primogénito, acogotados por la imposibilidad de abordar un adelanto electoral temprano. Decía Bismark que el concepto de “guerra preventiva” era tan absurdo como suicidarse para evitar la muerte. Descabezarnos, sumir a la organización en la fractura, alejarnos de nuestro electorado, atarnos de pies y manos, con la idea de “rearmarnos desde la oposición”, responde a una lógica tan absurda como esa.

A todo esto se suma una gestión política por parte de la gestora, tan sutil como un chorizo aceitoso con patatas fritas. No hay peor muestra de autoridad que tener que afirmarla constantemente. Junto con la desastrosa gestión de la abstención, se suma ahora la escalada de tensión con el PSC. No le envidio a la gestora su situación, sin duda la gestión del momento de excepcionalidad que vive el PSOE es de extraordinaria dificultad; pero los movimientos de los últimos días tienen un punto de masoquismo autodestructivo.

Llama la atención sin embargo esa apelación constante a cerrar heridas, a la calma, mientras los actos dicen otra cosa. Estos días lo he escuchado por boca de varios epígonos del statu quo actual y no puedo sino pensar que responde a una ética perversa: lo responsable, por lo visto, es aceptar lo que ha venido y lo que vendrá como un fatum fatal.

Comparto la necesidad de pasar página, pero en un momento de desgarro como éste solo se hará normalizando el funcionamiento de nuestros propios órganos, precisamente porque lo que está en cuestión es un problema de legitimidad representantes-representados. La gestora es un organismo ad hoc, sujeto estatutariamente con pinzas, que solo tiene sentido para gerenciar lo que ha ocurrido y convocar inmediatamente Congreso. Todo lo demás solo servirá para seguir abriendo brecha en la organización.

El argumento de “bajar los ánimos” antes de convocar Congreso es tan pueril como retorcido. Este domingo veía debatir a cuatro militantes del PSOE en el programa Salvados de la Sexta y no podía dejar de preguntarme con qué legitimidad nadie les podía considerar poco menos que incapaces intelectual y emocionalmente de optar en este momento por una u otra opción. Ya le gustaría a alguno de los portavoces de este PSOE hablar con esa serenidad no reñida con la emoción, con esa capacidad de argumentación y responsabilidad –me queman los dedos sobre el teclado, pero evitaré poner ejemplos–.

No nos engañemos, detrás de la pretensión de retrasar nuestro Congreso hay un ánimo indisimulado de que se desdibuje el aura de un agigantado Pedro Sánchez y así evitar un “efecto indeseado” en la consulta. Parece, por lo que se lee todos los días en algunas crónicas, que esas mentes que diseñaron la caída de Pedro están seguras de que el paso del tiempo hará olvidar todo a la militancia. Por cierto, una terrible conclusión que se extrae de ello, es que parecen conscientes de que hoy la militancia está con su exsecretario general, lo que no dice nada bueno del debate sobre la legitimidad con la que los “representantes” sustentan sus decisiones.

Parece que hay quien está segura/o de que el paso del tiempo, el ejercicio de poder desde los aparatos y el uso de los mismos resortes de ahora, serán argumento suficiente para que la militancia del PSOE se adapte y aún parece que también lo esperan de los votantes. Ante esas reflexiones, inevitablemente me viene a la cabeza un pasaje de mi obra favorita de Shakespeare (en dura pugna con 'Julio César'):

“¡Oh, Macbeth! Puedes ser feroz y sanguinario, ningún nacido de mujer podrá dañarte mientras no veas al bosque de Birnam moverse de su lugar”.

No se sorprendan mucho cuando vean al bosque caminar.

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