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Sanidad: lo público como huésped, lo privado como parásito

Manifestación de la marea blanca.

Marta Sibina

Diputada en el Congreso de los Diputados por En Comú Podem —

Decía Aneurin Bevan, ministro de salud británico, que “el Sistema Nacional de Salud durará tanto como quede gente con fe para luchar por él”. Esas palabras las decía uno de los artífices de la creación del sistema nacional de salud británico, ese que ahora vemos despedazarse en una mezcla de privatización encarnizada y burocratización de su asistencia.

En España fue el sistema nacional de salud británico en el que nos empezamos a mirar para levantar el nuestro. Que se financiara con impuestos, que fuera universal, que pusiera la atención primaria en el centro y que tuviera a los médicos y médicas de familia como directores de orquesta… esas ideas duraron poco.

En el año 1997 los grandes partidos políticos del momento (PSOE, PP, CiU, PNV) decidieron copiar otra cosa del modelo británico: la posibilidad de que la empresa privada entrara a gestionar y prestar la asistencia sanitaria pública. De esta manera empezamos a ver en nuestro sistema sanitario a empresas como Ribera Salud, Capio, Quirón… y otras que nada tenían que ver con la sanidad como SACYR y OHL, que buscaban en la sanidad algo que estabilizara sus vaivenes empresariales en el mundo del ladrillo y la burbuja inmobiliaria.

A día de hoy, 1 de cada 3 euros del gasto sanitario total del Sistema Nacional de Salud es privado, y dentro del gasto público, 1 de cada 3 euros acaba en manos privados (hospitales de gestión privada, centros privados de larga estancia, suministros, subcontratas,…). Este trasvase de dinero público a manos privadas se hace, además, sin criterios de interés público, sin transparencia y sin control, con implicación en mil y un casos de corrupción y con empresas de ámbitos ajenos a la sanidad tratando de meter sus manos en esta porque saben que es un negocio muy rentable.

Que la sanidad pública es un negocio rentable para las empresas privadas no es solo algo que digan las activistas de la Marea Blanca o cualquier colectivo de defensa de la sanidad pública, son las palabras del Consejero Delegado de Fresenius (una de esas empresas de sanidad privada), que literalmente dijo: “Probablemente les sorprenda, pero los ingresos del lado público son más rentables que los del lado privado”.

Frases como esta ensalzando la rentabilidad de los ingresos que recibe la empresa privada por parte del sistema sanitario público ocurren justo cuando nos enfrentamos a la mayor descapitalización del sistema sanitario desde su creación, habiéndose reducido el gasto sanitario en un 20% en los años de crisis económica y proyectándose que suponga una porción cada vez más insignificante del gasto público total.

En un sistema como el nuestro, con una opacidad administrativa notable, con un sistema sanitario con un déficit total y absoluto de gobernanza y sin cauces válidos para la participación y control de la ciudadanía, la introducción de fórmulas público-privadas está condenada a ser un nicho de parasitación y privatización de beneficios, con perjuicio para la salud del sistema y de la ciudadanía.

No es la Ley 15/97 la única que nos ha llevado dónde estamos. En Cataluña sabemos que la LOSC del año 1990 sentó las bases de ese modelo público-privado en el que lo público desempeña la función de huésped y lo privado la de parásito. También ha habido leyes posteriores que han apuntalado este sistema. No toca mirar para atrás más que para sentar las bases del diagnóstico; ahora toca mirar al presente y el futuro e invitar a aquellos partidos que en su momento pensaron que flirtear con la llamada “colaboración público-privada” era una buena idea den un paso adelante y apuesten por una gestión pública eficaz, eficiente, transparente y con control de profesionales y ciudadanía.

Hay que evaluar el impacto de los diferentes modos de privatización de nuestra sanidad sobre la salud de la población y sobre la sostenibilidad del sistema, hemos de modificar la legislación que permite la entrada del lucro en nuestra sanidad y hemos de crear nuevas formas de gestionar los servicios sanitarios que hagan que profesionales y ciudadanía tengan una voz que se escuche por encima de los dividendos de los consejos de administración de Capio, Ribera Salud o las empresas y fondos buitre que pueda haber detrás de alguna de ellas.

Hemos de hacer que la frase que nos importe sea la de Bevan, y no la del Consejero Delegado de Fresenius.

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