¡Que no nos jodan la vida!
¿Eres de las que has dejado de imaginar un futuro para tus hijas mejor que el tuyo? ¿De las que ahora se fijan en precios que antes no se fijaban? ¿Haces malabares para llegar a fin de mes y has desarrollado una gran capacidad sumando las horas de calefacción que te puedes permitir? Puede incluso que seas de las que han calculado alguna vez el salario final al mes para aceptar un contrato temporal por pocas horas.
Tal vez seas de los que llenan el maletero del coche de sillas plegables para pasar el calor del verano en un parque de tu ciudad porque no te llega para salir de vacaciones o de aquellas personas para las que contrato indefinido no significa estabilidad. Quizá seas de los pensionistas que estiran la pensión acogiendo a hijos, nietos e incluso vecinos en casa ¿Eres un perfecto experto en marcas blancas?
Puede que seas de ese grupo amplio de personas que aún derribando el hemos vivido por encima de nuestras posibilidades todavía se siente responsable de vivir peor de lo que vivía antes. O de los que asumen que el salario es algo que puede reducirse o desaparecer en cualquier momento y piso en propiedad es una combinación de palabras difícil.
En apenas unos años las condiciones de vida de la mayoría han empeorado hasta el punto de que sabemos que ya vivimos y viviremos peor que nuestros padres y madres. Con un mercado de trabajo cada vez más desregulado en el que nos sentimos mercancía y con unas vidas cada vez más a la intemperie. En la España de 2016 avanza la precariedad, se asientan las privatizaciones y los recortes de servicios públicos, al mismo ritmo con el que se machacan impunemente derechos básicos. La sostenibilidad de la vida está en riesgo.
Las reformas laborales del PSOE y el PP, la reforma constitucional del 135 y el asfixiante principio de estabilidad presupuestaria, el nuevo tsunami de recortes de más de 5000 millones impuesto por Bruselas y la futura reforma de las pensiones, suponen una amenaza constante para la mayoría trabajadora de nuestro país. No ha pasado ni un mes desde la puesta de largo del acuerdo tripartido PP, PSOE, Ciudadanos, que dio el gobierno al partido más corrupto de Europa, para que se empiece a señalar el nuevo frente de los recortes. El saqueo de la hucha de las pensiones, la aprobación del nuevo techo de gasto, indican la senda de un proceso constituyente de corte neoliberal que está transformando las reglas de juego sin contar con la mayoría social, a costa de su vida y a costa de la democracia.
Hemos pasado de escandalizarnos por ser mileuristas a alegrarnos de lograr un trabajo de 700€ en jornadas laborales de hasta 40 horas. Los trabajos temporales, por horas, la economía sumergida y el paro forman parte del mismo circuito de entrada y salida permanente del mercado laboral, que hace que vivamos en los márgenes de la exclusión. Sufrimos tasas de paro de las más altas de la UE, solo por detrás de Grecia. Cifras escandalosas del 20%, casi la mitad de larga duración (más de dos años), que se incrementan hasta un 43% entre los más jóvenes. Paro, exilio y precariedad forman parte del lenguaje cotidiano de la mayoría de jóvenes.
Según la Agencia Tributaria ya había 3,7 millones de personas en 2014 que subsistían con sueldos inferiores a 300€. El número de trabajadores pobres se sitúa ya en el 15%, y subiendo. Más de 1,5 millones de hogares carecen de cualquier tipo de ingreso, más de 4 millones de personas están desempleadas y la pobreza infantil asciende ya al 30%.
Los sueldos que se han expandido impiden una vida digna, pagar una vivienda y otros gastos básicos de subsistencia, por no hablar del ocio y la cultura. Las condiciones laborales y de existencia que antes eran comunes especialmente entre las mujeres, jóvenes y migrantes se han extendido al conjunto de la clase trabajadora, convirtiéndose en el paradigma general. Estamos ante un proceso de feminización de las condiciones laborales, ante un proceso de confrontación del capital con la sostenibilidad de la vida.
Según la encuesta de calidad de vida en el trabajo la migración de personas trabajadoras hacia los niveles salariales más precarios, se ha incrementado en un 10% en apenas 5 años, de tal modo que dentro del perfil del nuevo asalariado urbano nos encontramos una concentración elevadísima de personas trabajadoras ligadas al sector servicios no cualificados, con elevadas tasas de temporalidad y parcialidad, así como una creciente presencia de trabajadoras jóvenes.
Es precisamente la precariedad material la que hace imposible hacer frente a necesidades vitales como la factura de la luz y el gas. España, con los salarios medios más bajos de la UE es uno de los países en los que más cara es la luz. La foto es aterradora: a pesar de los más de 5000 millones de beneficios de las eléctricas en el año 2015, produjeron casi 700.000 con cortes de suministro en hogares. Cifras terribles tras la que hay millones de vidas acosadas.
Para la mayoría de nosotras un proyecto de vida emancipado y libre se hace difícil, sino imposible. La precariedad se expresa en forma de incertidumbre, inestabilidad e inseguridad vital. Nos atraviesa, estructura y condiciona nuestras vidas, siendo consustancial a la actual fase del capitalismo. Esta situación tiene culpables, nombres y apellidos que engrasan el molino destructor de la precariedad. Si queremos liberarnos, es imprescindible identificarlos y ahondar en las causas profundas de la injusticia.
Mientras las grandes empresas y sus propietarios ingresan miles de millones de euros, nosotras no llegamos a fin de mes. Mientras el gobierno y sus cómplices recortan los servicios públicos, nosotras cuidamos a nuestros hijos e hijas, a nuestros mayores, en horarios imposibles. Mientras los partidos que representan los intereses de las elites económicas hacen leyes para los más ricos, nosotras debemos acortar las horas de calefacción o sufrir listas de espera interminables para ser atendidas en un hospital público.
Pero esta situación tiene alternativa. Esta no es la historia de miles fracasos individuales. Esta es la historia de unos gobiernos que han emprendido políticas que ponen en riesgo nuestras vidas. Este país genera recursos económicos para atender las necesidades de todos y todas.
Sólo con una parte de los recursos económicos destinados a rescatar la banca, se podría poner en marcha un plan de trabajos decentes para todas. Con una modificación de la ley del sector eléctrico se podrían garantizar suministros básicos para todas. Con una gestión responsable de los presupuestos generales del estado, se podría extender y reforzar una red de servicios públicos. Con un pacto contra la violencia machista un país en el que las mujeres seamos libres. Todo depende de cómo pactemos las normas que rigen nuestras vidas y los lugares comunes de convivencia. Todo depende de hasta dónde nos implicamos.
Tenemos la determinación de no permitir que nos jodan la vida. Estamos dispuestas a defender nuestro derecho a una vida digna, suficiente y feliz desde todos los frentes, desde la conciencia del “sola no puedes, con amigas sí”. Por ello, la campaña que ha lanzado IU, con la vocación de que las precarias nos la apropiemos, no es una campaña al uso. Está orientada a ser parte del conflicto, a organizarlo, a conectar los conflictos existentes en el territorio, a hacer que emerjan los conflictos latentes. Las camareras de piso, trabajadores de AENA, de Cocacola, de los Contact Center, los pensionistas, los jornaleros que no llegan a fin de mes, compartimos vida y lucha, tenemos un enemigo común.
Esta campaña indica la determinación de IU en volcar toda su experiencia y trabajo militante en la construcción de espacios unitarios de lucha frente a la precariedad, desde abajo, desde la precariedad que vivimos en primera persona, desde la participación activa en el conflicto y en la movilización, desde la confluencia con otros actores sociales, políticos y sindicales. Para ello, nuestra estrategia pasa por practicar la pedagogía de la acción y de la decisión.
La historia nos enseña que todos los grandes cambios que han supuesto avances para las sociedades, se han hecho con la participación de la mayoría. Identificar nuestros problemas comunes y tratar de unirnos a otros y otras que los sufren, es nuestro reto.
Hacer de nuestra indignación una herramienta para cambiar la realidad del país. Pelear por nuestros derechos y conquistar nuestra felicidad. Os proponemos construir esos caminos juntas y juntos. Luchemos por una vida digna, suficiente y feliz.