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Ante las mentiras de Francisco Espinosa sobre Javier Cercas

El escrito Javier Cercas.

Luciano Fernández

Profesor de Historia —

Comenzaré diciendo que conozco a Francisco Espinosa Maestre desde hace años. Que le considero uno de los más importantes investigadores sobre la Segunda República Española, la Guerra Civil y la represión franquista. Sus magníficos trabajos La Guerra Civil en Huelva, La Justicia de Queipo, La columna de la muerte o Masacre, entre otros, ocupan un lugar destacado en mi biblioteca personal y son para mí obras de obligada referencia. Conozco y valoro de un modo extraordinario su riguroso y decidido trabajo en pos de la recuperación de la Memoria Histórica en nuestro país y su incansable batalla contra el revisionismo de los pseudohistoriadores de la derecha franquista.

Por todo ello me resulta especialmente llamativo que el pasado 15 de marzo Francisco Espinosa publicase en eldiario.es el artículo titulado 'Javier Cercas blanquea de nuevo el fascismo'. Ya el mismo titular me parece brutal y la acusación gravísima, y más aún dirigida a un escritor como Cercas, a quien, por otra parte, conozco también muy bien y al que me une parentesco y amistad antigua y que ha dado sobradas muestras en sus artículos e intervenciones públicas de estar comprometido con la causa y los valores de la izquierda.

Por eso, como modesto investigador de la historia de nuestra región y conocedor de la historia reciente de Ibahernando –mi pueblo natal y el de Javier Cercas, pueblo en el que transcurre casi por completo El monarca de las sombras– me veo en la penosa obligación ética y profesional de afirmar taxativamente que se trata de un artículo difamatorio, sorprendentemente lleno no sólo de rencor y de insultos, sino también de tergiversaciones y conjeturas sin fundamento, pero sobre todo de invenciones y mentiras, entre ellas la de que Javier Cercas justifica el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y los asesinatos y el terror que lo siguieron.

Sinceramente me parece una infamia. Para empezar debo decir que cualquier lector mínimamente honesto de la novela de Cercas sabe que no hay absolutamente nada en ella que justifique semejantes barbaridades. Todo lo contrario. El monarca de las sombras constituye una aportación más de Cercas a la justa causa de la memoria histórica; es algo que el escritor extremeño lleva haciendo desde que en 2001 publicó Soldados de Salamina, según ha recordado hace poco el historiador y crítico Jordi Gracia, quien afirma con sobrados motivos que esa novela “era una defensa de la razón política de la República y sobre todo corregía la ingratitud que, también en democracia, los poderes y la sociedad misma tuvieron con quienes habían perdido en España la guerra civil y habían ganado en Europa la II Guerra Mundial: los exiliados y los vencidos (…) y con razón contribuyó decisivamente a fortalecer el impulso de las asociaciones de la memoria histórica en favor del rescate de las víctimas de la guerra y el franquismo”.

No puedo ocuparme aquí de cómo y por qué una vehemente reivindicación del pasado republicano como Soldados de Salamina ha sido flagrantemente tergiversada en los últimos tiempos para intentar convertirla en una solapada reivindicación del franquismo, aunque el asunto es muy interesante y tiene mucho que ver con el fondo de este artículo. Lo que me importa subrayar hoy es que Espinosa no aporta la menor prueba mínimamente creíble en apoyo de sus afirmaciones, sino sólo –vuelvo a repetirlo– tergiversaciones, conjeturas sin fundamento, invenciones y mentiras.

¿Cómo y por qué blanquea Cercas el fascismo en El monarca de las sombras, según Espinosa? De entrada, al parecer, porque en su libro usa las palabras “falangismo” y “franquismo”. ¿Está diciendo Espinosa que no existieron ni el franquismo ni el falangismo y que éste último no fue simplemente, según recuerda el propio Cercas en su libro, la forma que adoptó en España el fascismo (y que al menos al principio también lo fue el primero)? Siempre de acuerdo con Espinosa, Cercas también blanquea el fascismo cuando dice que el 18 de julio de 1936 “estalló” una guerra (p.92), como si así quisiera ocultar lo que en realidad se dice en el libro tres líneas antes, es decir, que ese estallido fue el resultado de que una parte del ejército “se sublevara contra el gobierno legítimo de la República”.

Si todo el que usa las palabras franquismo y falangismo y todo el que dice que en 1936 estalló una guerra en España está blanqueando el fascismo, yo me pregunto: ¿quién no blanquea el fascismo en España y fuera de España?

Espinosa, como se sabe, es un historiador reconocido, autor de numerosos artículos y libros, un hombre que ejerce su autoridad intelectual y que ha ocupado puestos relevantes en el Movimiento para la Recuperación de la Memoria Histórica junto a otros importantes historiadores; en cuanto a su artículo, no sólo fue publicado en uno de los diarios digitales más leídos de este país, sino también saludado con fervor por un buen número de entusiastas. Por eso considero que todo esto es un asunto muy serio.

Pero es sólo el principio. Francisco Espinosa comete otros errores e inexactitudes; pongamos otro ejemplo flagrante. Espinosa le reprocha a Cercas una supuesta ignorancia histórica porque éste afirma que su abuelo Paco Cercas, un personaje secundario de El monarca de las sombras, era un azañista que militó en Unión Republicana, cuando, escribe Espinosa, “el partido de Azaña era Izquierda Republicana y no el que él dice”. Espinosa se equivoca y, de hecho, así lo rectificó más tarde en el propio artículo. Lo que Cercas dice en su libro (p.93) no es que su abuelo militara en Unión Republicana sino en Acción Republicana, agrupación política fundada por Azaña a mediados de los años veinte del pasado siglo y que se convirtió en partido en mayo de 1931, y –que fue el de este político hasta que en 1934 se integró en Izquierda Republicana–.

Además, la pertenencia de Paco Cercas, el abuelo de Javier, a Acción Republicana está acreditada en el pertinente escrito, firmado, entre otros, por el propio Paco Cercas dirigido al Gobernador Civil de la provincia de Cáceres y fechado en noviembre de 1932. Por otra parte, también se conserva entre la documentación perteneciente a los fondos del antiguo Gobierno Civil de Cáceres, el acta de constitución en Ibahernando de Izquierda Republicana, fechada en Agosto de 1935. Y Paco Cercas, si, no pertenecía a dicho partido. Así que Cercas no es un ignorante. ¿Por qué Francisco Espinosa no ha querido o sabido leer correctamente lo que Cercas dice?

Aunque lo peor viene a continuación. Espinosa acusa a Cercas de ser un mentiroso, de que, dice, “se inventa lo que le da la gana”; no obstante, es incapaz de alegar una sola mentira de Cercas, ni una sola invención. El motivo es que, al menos por las fuentes y datos que yo mismo he podido consultar y en lo que se refiere a la reconstrucción del pasado histórico, en El monarca de las sombras no existen ni mentiras ni invenciones, porque Cercas ha realizado una minuciosa y precisa investigación sobre el pasado del protagonista de su novela –Manuel Mena, un tío abuelo suyo que, envenenado por los ideales de Falange, se alistó en 1936 en el ejército franquista y murió dos años después en la batalla del Ebro–, sobre la historia de su familia y de su pueblo.

En otro momento Espinosa le reprocha a Cercas el “disparate” de afirmar que su abuelo paterno, Paco Cercas, tuvo simpatías socialistas, y asegura que en realidad, “más bien encaja en aquellos reaccionarios descolocados por la llegada de la República que se metieron en el Partido Radical para no quedar fuera de la vida pública”.

Ahora bien, ¿conoció Espinosa a Paco Cercas? ¿Ha conocido a alguien que lo conociera? ¿Ha consultado el archivo municipal de Ibahernando, donde hay noticias acerca de él, un labrador anónimo del que apenas se ha escrito una línea? ¿Se ha informado hablando con sus vecinos o conocidos, o con los familiares de Cercas? ¿Ha pisado siquiera las calles de Ibahernando? ¿Cómo sabe que lo que Cercas dice es un disparate?

La realidad es que no lo sabe. Lo increíble es que este desconocimiento no le impide postular para el abuelo de Cercas, como se ha visto, una trayectoria política a su gusto. ¿De dónde demonios la ha sacado Espinosa? De su fantasía: simplemente es falso. Como es mentira –sólo es otro ejemplo– que el padre de Manuel Mena se llamara Juan y que fuera el cacique del pueblo, como dice Espinosa; la verdad es que se llamaba Alejandro y que era un simple y pequeño propietario rural, muerto antes de la guerra. Pero, para redondear su visión delirantemente interesada del libro de Cercas, Espinosa necesitaba que el padre del falangista Manuel Mena fuera el cacique del pueblo, así que no se hable más; en un visto y no visto Espinosa le cambia el nombre y le convierte en el cacique del pueblo. No es de recibo. Espinosa sabe muy bien que el primer deber de un historiador es ser fiel a la verdad.

El texto de Espinosa está repleto de este tipo de inexactitudes e invenciones, pero hay momentos en que estas son más notables. Por ejemplo, afirma de manera taxativa que Cercas “justifica” el asesinato de una muchacha llamada Sara García “por motivos externos”. Es otra falsedad. Cercas no justifica ningún crimen y parece que lo que Espinosa quiere decir con esa frase abominable es que Cercas atribuye el asesinato de Sara García a motivos personales y no políticos. Es otra mentira. En el libro aparecen varios testimonios, entre ellos el hijo de un asesinado por los fascistas sublevados que dan la versión más extendida de aquel hecho espantoso, una versión de acuerdo con la cual Sara García fue asesinada porque era novia de un izquierdista del pueblo; eso, claro está, no es justificar nada ni atribuir una causa no política al asesinato; por si fuera poco, Cercas afirma, concluyente: “En cuanto a los motivos de los asesinatos (de la retaguardia), eran por supuesto políticos”.

Pero Espinosa no se conforma con eso y enseguida añade: “Por su edad”, dice, “la maestra Sara García pudo ser una de las maestras de la generación de la república que no encajaban de ninguna manera en los planes de enseñanza que los sectores más reaccionarios de la sociedad española, con la Iglesia en cabeza, impusieron de inmediato”. En El impostor Cercas afirmaba que las peores mentiras se fabrican con verdades, y ésta de Espinosa es un ejemplo perfecto de esa afirmación: es verdad –esto se sabe con absoluta certeza– que el franquismo persiguió con saña a los maestros republicanos y mató o encarceló o apartó de su oficio a miles de ellos, pero es mentira –esto lo sabemos y lo recuerdan también muy bien unos pocos vecinos mayores de Ibahernando– que Sara García fuera maestra. No lo era y, además, en la documentación correspondiente al Registro Civil de Ibahernando (Libro de defunciones) aparece, el nombre de Sara García, cuya muerte (“cuyos motivos se ignoran”, se dice de modo deliberado y cruel) se fecha en noviembre de 1936, recogiéndose “de profesión su sexo”.

Espinosa es un historiador, pero aquí se inventa los hechos cuando le conviene, en este caso para intentar demostrar que Cercas exculpa de un asesinato a los sublevados o que priva a ese asesinato de su motivación política. Espinosa trabaja para devolver la dignidad a las víctimas del franquismo, pero, para arrojárselas a Cercas, miente sobre esta víctima del franquismo.

Siento una enorme perplejidad e incredulidad. Y también, por qué no decirlo, no poca tristeza. No logro discernir la razón por la que Francisco Espinosa ha podido incurrir en tal cúmulo de barbaridades. No creo ético hacer un uso perverso del pasado con el fin de obtener réditos políticos, morales o simbólicos, o simplemente con el fin de difamar, como ocurre en este caso.

Para mí es muy triste y preocupante que un historiador como Francisco Espinosa, a quien, insisto, conozco personalmente y valoro, haya optado por la mentira y las invenciones. Me pregunto por qué.

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