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Sobre este blog

¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.

¿Dónde está Rex Tillerson?

El presidente de EEUU, Donald Trump y el secretario de Estado, Rex Tillerson.

Isabel Piquer

¿Dónde está Rex Tillerson? Al secretario de Estado, uno de los fichajes estrella del equipo de Trump, ni se le ve ni se le oye. El exjefe de la petrolera ExxonMobil parece haber caído en el silencio, víctima colateral de un presidente que ejerce la diplomacia a golpe de tuits y de un programa de gobierno que se basa en priorizar “Primero América”.

Tillerson no ha participado en los encuentros de Trump con los líderes de Canadá e Israel y estuvo muy poco visible en las reuniones que mantuvo con la premier británica Theresa May y el japonés Shinzo Abe. Su reciente visita a México no ha ido bien.

El Departamento de Estado –o Foggy Bottom, el nombre del barrio de Washington donde se ubica– es un gigante que emplea a 70.000 personas. Desde la llegada de Trump, los ánimos están por los suelos. Una ola de despidos en el piso séptimo, el de los jefes, ha contribuido al desaliento general de los profesionales de la diplomacia. Más aún después de que el consejero de estrategia de Trump, Steve Bannon, dijera en el reciente congreso de los ultraconservadores, (CPAC por su siglas en inglés) que había que “deconstruir el Estado administrativo”.

Nadie parece saber lo que se cuece en el entorno más cercano a Tillerson. De hecho el secretario de Estado sigue sin numero dos. Quería contratar a Elliot Abrams, un personaje controvertido (estuvo tangencialmente involucrado en el escándalo Irán-Contra) con amplia experiencia diplomática, pero la Casa Blanca lo vetó por las declaraciones incendiarias que hizo contra Trump durante la campaña (dijo que no podía ganar y que no debía ser presidente). El que se rumoreaba iba a sustituirle, el exgobernador de Utah y excandidato presidencial en 2012 Jon Huntsman podría irse ahora de embajador a Rusia.

Algunos aseguran que Tillerson prefiere empezar discretamente, ya que nunca ha ocupado un puesto público. Toda su carrera se ha desarrollado en ExxonMobil donde entró en 1975 (cuando era sólo Exxon) nada más terminar la carrera de ingeniero en la Universidad de Texas.

Lo cierto es que la sorprendente ausencia del Departamento de Estado ha generado gran inquietud en Washington.

Desde la llegada de Tillerson, el Departamento ha enmudecido. Los briefings diarios para los medios, tan útiles para entender las grandes líneas de la política exterior estadounidense, han sido temporalmente suspendidos. Debían reanudarse a principios de marzo pero de momento no hay fecha.

En una carta hecha pública el 27 de febrero, un centenar de altos mandos militares, entre ellos el general David Petraeus, exdirector de la CIA, pidió a la cúpula del Congreso que no recortara los presupuestos de la acción exterior. Y para apuntalar sus argumentos incluyeron una cita del general Jim Mattis, actual secretario de Defensa: “Cuanto más invirtamos en la diplomacia del Departamento de Estado, menos tendremos que contribuir al presupuesto militar, en el marco de una retirada de Estados Unidos de la escena internacional”. La cita es de 2013.

A Tillerson le toca una tarea complicada. Es difícil construir una política exterior cuando el presidente manda tuits de medianoche. Y cuando dos personas de su entorno más cercano –su yerno, Jared Kushner, y Steve Bannon– han dejado claro que quieren contribuir a forjar una nueva diplomacia. A esto se le añade la prioridad que ha dado la Casa Blanca al Departamento de Defensa, al anunciar un aumento de su presupuesto en 54.000 millones de dólares.

Pero la ausencia de Tillerson es cada vez más insostenible. “Si el señor Tillerson aspira a ser secretario de Estado, es hora de que empiece a comportarse como tal”, le increpaba recientemente The New York Times en uno de sus editoriales.

Entre las críticas y las presiones, ¿quién sabe si en su despacho de Foggy Bottom, Tillerson no ha empezado a añorar sus tiempos en ExxonMobil donde sólo mandaba él?

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