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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Mujeres en tecnología: una ambiciosa minoría absoluta

Un grupo de mujeres participa en un programa para reducir la brecha de género / Foto: U.S. Mission Geneva - Eric Bridiers

Joaquín Pi Yagüe

Madrid —

Según la encuesta elaborada por Accenture que salió a la luz a finales de 2013, el número de mujeres trabajando en el sector de la informática era del 25 % frente al 35-40 % que suponían en la década de los ochenta. Paralelamente, se constató un descenso en el número de universitarias matriculadas en carreras asociadas a ese sector en Estados Unidos, país al que se circunscriben estos porcentajes. Para paliar los efectos de esta situación existen iniciativas tan conocidas como Girls Who Code, destinada a prestar apoyo a las mujeres dentro del sector y a fomentar su ingreso en el mismo.

Esta clara minoría no carece de ambición según el mismo estudio. Un 85,3 % de las encuestadas afirmó que esperaba ascender al siguiente peldaño en la empresa o a escalar posiciones en su carrera profesional en los tres años siguientes. Casi un 80 % tenían un modelo a seguir y casi el 43 % decía que tenía varios ejemplos de referencia entre los cuales había hombres y mujeres indistintamente. La mayoría de las que solo tenían una referencia en la que inspirarse, afirmaban que ese espejo era un hombre. Al preguntarles por alguna mujer sobresaliente en el campo tecnológico en la que poder mirarse, la mayoría citó a Marissa Mayer.

Mayer era una ejecutiva de renombre en Google que no se conformó y ahora dirige Yahoo! compañía que, bajo su impronta, está uniendo la innovación a la oferta de contenidos mediante la compra de aplicaciones estratégicas. Justo ese mismo año, en 2013, la revista Time nombraba a Roya Mahboob, fundadora de Software Co. en Afganistán, en su lista de las cien personas más influyentes de aquel año.

Aparte de estas mujeres, podemos encontrar decenas de ellas, menores de treinta años, ocupando puestos de importancia en empresas tecnológicas de prestigio o desarrollando sus propias aplicaciones, tal es el caso de Ruzwana BashirKevin, cuyo proyecto, Peek.com, consiguió atraer como inversores a dos ejecutivos de Twitter y Square, así como a Eric Schmidt, presidente de Google; o el de Morgan Missen, que después de trabajar como consultora en Google, Twitter y Foursquare se lanzó a desarrollar su propia startup, Main, mediante la cual ayuda a otras empresas a formar equipos para que puedan crecer.  También está Angie Chang, que fundó Women 2.0, algo así como un espacio de encuentro donde las empresarias pueden contactar e intercambiar experiencias.

El 'American way of success' de las hispanohablantes

Si hablamos de las mujeres latinoamericanas, algunas pertenecientes a esa minoría que sobresale de la otra minoría, terminan encontrando su sitio en EE.UU. En mayo del año pasado, durante el segundo encuentro anual de HITEC, una organización de ejecutivos del sector de la tecnología informática de origen hispano con vocación global, la CEO de Softtek, Blanca Treviño, puso el acento durante su intervención en algunas de las contradicciones fundamentales que según ella se observan cuando se habla de mujer y liderazgo en el ámbito tecnológico.

Citaba un estudio preliminar de la Universidad de Stanford y la Fundación Kauffman para afirmar que aquellas empresas tecnológicas en las que había mujeres al frente conseguían un retorno de la inversión del 35 % mayor y un 12% de beneficios más que aquellas que solo contaban con hombres en la dirección. Sin embargo, continuaba Treviño —aludiendo esta vez a datos de Pew y Nielsen— que las mujeres, pese a representar un 40 % de la población “activa económicamente” en Latinoamérica, tan solo contaban con un 15 % de emprendedoras entre sus filas. Además, mientras que un 40% de los varones emprendedores de esta vasta región optaban por introducirse en todo lo relacionado con Internet, software, dispositivos, etcétera, en este sector solo había un 6% de féminas.

La situación termina de perfilarse cuando miramos algunos datos de las mujeres hispanas en EE.UU. Se trató la cuestión en un encuentro celebrado en la sede de Google el pasado mes de octubre que reunió a 300 latinoamericanas destinadas allí. La artífice del encuentro, la psicóloga dominicana Ángela Pérez-Litwin, fundadora de Latinas Think Big, arrojó algunos datos inquietantes: menos del 15% de la población hispana residente en EE. UU. posee un título universitario. De ese porcentaje, un 37% de las mujeres deciden estudiar una carrera de ciencias y, de ese 37%, menos del 3% eligen una disciplina relacionada con informática.

En ese evento también intervinieron figuras como Eliana Murillo, responsable en temas de multiculturalidad del buscador de Google; Ileana Rivera, máxima responsable de IT en Cisco o Sylvia Flores, que definió su labor como aquella que consistía en “recolectar startups” para Google a través de Manos.

Entre estas triunfadoras hispanohablantes en suelo estadounidense no se puede dejar de lado a la española de 28 años María Alegre, fundadora de Chartboost, una plataforma de publicidad para aplicaciones de juegos que ha alcanzado prestigio desde su despegue en 2011 y que cuenta con la financiación de uno de los principales fondos de Silicon Valley, Sequoia Capital. En 2013 esta joven entró en la lista Forbes de los menores de treinta más influyentes.

Científicas y emprendedoras en España

De los 27 equipos que presentaron sus respectivos proyectos hace poco más de un año en la aceleradora de negocios SeedRocket, solo uno se encontraba dirigido por una mujer. En las carreras técnicas, al menos por las fechas en las que se celebró el encuentro de SeedRocket, el número de mujeres suele rondar el 30 %. Si hablábamos de ingeniería informática, ese porcentaje cae hasta el 15%. Algunas expertas a las que recurrió en su día eldiario.es achacaban estas cifras a la falta de referentes y a ciertos miedos adquiridos por suposiciones educacionales y sociales preestablecidas.

Marta Esteve es una de esas pocas emprendedoras españolas en las tecnologías de la información. Ha desarrollado su modelo de negocio en su país de origen y es mencionada con cierta asiduidad en las listas de los CEO más importantes de España. Tanto ella como el resto de las entrevistadas para este reportaje no decidieron emprender por una falta de salidas profesionales, una situación de emergencia económica o una idea inspiradora caída del cielo.

En el caso de Esteve “estaba en Bélgica con mi marido. Yo trabajaba en Coca-Cola y él en un consulting group. Nos dimos cuenta de que algo estaba sucediendo en Internet. Decidimos dejar nuestros respectivos trabajos y venir a España para crear una empresa en el sector turismo”. En realidad terminaron siendo dos: Rentalia y Toprural. En 2012 decidió vender ambas empresas y empezó con Soysuper, con la que sigue en la actualidad. “Soysuper la llevo yo y mi marido me ayuda”, puntualiza. 

Cuando Mar Alarcón decidió montar un negocio por su cuenta, no es que estuviera en una situación que le obligaba a seguir adelante y lanzarse a la piscina, es que la decisión de construir su propia empresa trajo cambios a su vida que para más de uno serían un auténtico quebradero de cabeza. Después de trabajar como abogada fiscalista en Cuatrecasas, de participar en proyectos sociales relacionados con la asesoría jurídica en algunos entornos hostiles a la aplicación de los derechos humanos en Asia y de empaparse de lo que denomina “negocio social” trabajando en Bangladesh con Muhammad Yunus, creador de los microcréditos y premio Nobel de la Paz en 2006, decidió fundar en China Social Energy.

Como ella había ido allí a realizar un curso de lengua, cultura y economía autóctonas, “mientras yo estudiaba, mi marido hacía trading entre los fabricantes de paneles solares chinos” y, cuando terminó sus estudios, “pudimos acordar con un fabricante chino un número determinado de paneles mientras nosotros nos encargábamos de conseguir las certificaciones pertinentes en Europa”. No ser expatriados sino residentes en territorio chino les supuso una ventaja, cuenta Alarcón, si bien existía el reto de cambiar la mentalidad de los propios empresarios españoles ya que “todavía en España se asociaba lo chino con un mal producto”.

La experiencia vivida en Bangladesh, el hecho de moverse así en el sector de las renovables y el impacto de la crisis económica, le llevó a montar Social Car, un servicio de alquiler de coches entre particulares. “Cuando estaba en el Grameen [el  banco de Bangladesh donde trabajó] comprobé que era posible un modelo de negocio social y sostenible. Social Car la lanzamos en 2011 para poner en contacto a usuarios de coche que tuvieran una inquietud particular por la movilidad sostenible. Tenemos todas las características de la empresa privada, pero, a la vez, estamos generando unos ingresos a la clase media española que están teniendo un impacto”, detalla con convicción.

El mismo interés y curiosidad que movieron a Esteve y Alarcón incentivaron a Carlota Pi, fundadora de Holaluz.com, la primera eléctrica online en España: “conocí a mis dos socios estudiando el Executive MBA en el IESE. Un año después nos graduamos y decidimos revolucionar el sector eléctrico. Fundamos Holaluz.com para responder a esta pregunta, ¿por qué no hacemos las cosas más sencillas?”. Su empresa se enorgullece de decir que con ella solo se paga por lo que se consume. Eso “no significa que nuestros precios sean los más baratos”, matiza, “pero sí los más competitivos, justos y transparentes. Cuando podemos ofrecer un precio mejor, se lo aplicamos a todos los clientes sin que lo pidan. No trabajamos con descuentos porque nos parecen poco claros con el cliente”.

La doctora Celia Sánchez-Ramos, profesora en la Facultad de Óptica de la Universidad Complutense de Madrid, lleva 29 años en la docencia y en la investigación y sigue dedicándose a ello aun después de haber sido la artífice en el desarrollo de un filtro para pantallas de tablets y smartphones encargado de proteger la retina de la luz que emiten estos dispositivos. “A mí me paga la UCM, soy profesora y me precio de ser buena docente e investigadora. Desde 2006 se nos permite desarrollar, gracias a nuestras investigaciones, productos que luego se pueden comercializar. Nos insistieron para que constituyéramos una empresa de base tecnológica. En esa empresa yo tengo una participación del 10 %, no llevo el peso de la misma. Yo les aporto mis conocimientos como profesora y diseñadora de los productos, les doy apoyo”.

Cuando emprender es conciliar

La mayoría de las entrevistadas reconocen la existencia de las limitaciones y la discriminación por razones de género, independientemente de que todas hayan conseguido esquivar las situaciones que estas conllevan. Apelan a la fuerza de voluntad individual y la autoestima para sobreponerse. Sus respectivas startups y otros negocios les han hecho añadir más horas al trabajo, fines de semana incluidos, pero también les han permitido conciliar mejor la vida profesional y familiar.

Para Marta Esteve, que el trato diferenciado por ser mujer les afecte “depende de cómo una se enfrente al problema. En mi caso, cuando fundamos Rentalia, éramos nosotros [su marido y ella] los que invertíamos, así que en ese sentido no vi la diferencia [de trato] por ser mujer. Haberme metido en las TIC me obliga a tratar con muchos informáticos, pero como se me da bien nunca he tenido ningún problema tampoco. El cliente final que entra en la web ve que le gusta y ya está, nunca me ve”. Tampoco se sintió discriminada cuando trabajaba por cuenta ajena: “Nunca noté la diferencia, pero también es porque nunca llegué al techo de cristal. Yo salí de trabajar por cuenta ajena a los 27 años, así que no pude llegar a ese tope”.

Se podría pensar, a priori, que una mujer ejerciendo la abogacía no debería encontrar ningún problema para conciliar porque podría existir cierta conciencia al ser una carrera donde la mayoría femenina se ha ido haciendo paulatinamente más abultada.

“Somos una mayoría de mujeres en la carrera, también en los despachos a los veintitrés años y recién licenciadas, pero a partir de los treinta los hombres pasan a ser mayoría en este ámbito, ¿dónde están esas mujeres? Son jornadas de catorce horas donde tienes que tener un compromiso absoluto”, explica Mar Alarcón.

¿E iniciar una empresa en el sector de las TIC donde hay que emplear más horas y hay una mayoría masculina no se hace todavía más cuesta arriba? “El mundo de las startups te permite gestionar tu trabajo más libremente, pero trabajas más. Si mi hijo se pone malo y lo tengo que llevar al pediatra pues lo llevo y punto. Es un sufrimiento que me he sacado de encima, porque antes pensaba: 'ostras, tengo que llevar al niño al médico a las siete pero ¿cómo me voy a ir a las siete?'”, reflexiona. “Ya me he sacado de encima la carga de tener que oír ese comentario patético, pero que aún se escucha: 'buah, ahora esta tiene que llevar al niño al médico', como si los suyos no se pusieran malos”, apostilla.

La doctora Sánchez-Ramos es contundente al manifestar que en ningún momento se ha sentido desplazada en el trato del día a día con sus colegas del ámbito académico. “En la Universidad en el día de hoy, no he encontrado ningún trato diferenciado por cuestión de género. Nos movemos de igual a igual, aunque no haya el mismo número de mujeres en los altos cargos. Sí es cierto que he tenido más dificultades durante la crianza de mis dos hijos, cuando tuve que desligar mi actividad laboral al no poder trabajar como ahora, que dedico el 100 %”. Pese al ambiente normal, defiende con decisión la inclusión de programas que inciten a las estudiantes a optar por carreras científico-técnicas: “Está bien mostrar en los institutos que existen otras carreras aparte de Medicina, Farmacia o Historia, que no se segmente por género una actividad u otra”. 

Carlota Pi niega con rotundidad haberse sentido menospreciada o tratada de forma diferente por ser mujer. “Yo creo en el talento de las personas. Soy una persona segura de mí misma. Tú decides qué actitud tomas ante las cosas que te suceden”. Cuando se le pregunta por la forma de paliar la escasez de mujeres en puestos directivos de las empresas tecnológicas, ofrece una receta muy sencilla que lleva a gala aplicar en su compañía: “Si quieres mujeres en lo más alto de las empresas, hay que crear compañías donde las mujeres puedan desarrollarse como personas, a la vez que progresan en su carrera. Algunas ideas podrían ser los horarios flexibles, guarderías para bebés —para que así las madres puedan reincorporarse en dieciséis semana— o el teletrabajo; los hombres han de pedir bajas de paternidad y hacer uso del horario flexible”, entre otras ideas.

Mirando al futuro

El medio y largo plazo aparecen algo desdibujados para ellas. El día a día y las horas que han de invertir al ser sus propias jefas no dejan espacio para pensar mucho lo que harán o dónde estarán dentro de unos años o en la próxima década. Esteve y Alarcón tienen previsto seguir escalando posiciones en España con Soysuper y Social Car respectivamente y están convencidas de que más temprano que tarde podrán dar el salto allende nuestras fronteras. En concreto, Alarcón se muestra reservada y prefiere no dar más detalles porque, “la competencia europea mira estos mercados y no queremos que nos los pisen”.

La doctora Sánchez-Ramos asegura que trabaja “día a día”, pero sí admite que no se va a quedar siempre donde está. “Creo que alcanzaré puestos de responsabilidad, pero pienso eso porque mi carácter no los rechaza, me gustan los retos y resolver problemas. Sigo creyendo que las mujeres preparadas y con proyección estamos listas para entrar en [un puesto en] cualquier parte del mundo, de igual a igual”, opina con rotundidad.

La actitud de todas ellas concuerda con la respuesta que dieron algunos encuestados de un estudio muy reciente, también de Accenture, realizado en los inicios de este año 2015 a la cuestión de si creían que el número de mujeres en puestos ejecutivos de perfil tecnológico se incrementaría para 2030. Un 71% respondió afirmativamente.

Foto: United States Mission Geneva

 

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