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Participación ciudadana directa en política: aún falta mucho por recorrer

El caballo de Troya del Partido de la Red ante el Congreso de Argentina.

José Di Bártolo

Buenos Aires —

La idea es la siguiente: el ciudadano debe involucrarse, más allá de la emisión de su voto cada determinado lapso de tiempo, en las decisiones cotidianas de un Parlamento. Con matices, esa es la piedra fundacional del gobierno abierto, una manera de concebir el poder público, su delegación en representantes y el rol de los ciudadanos a través de internet.

En las últimas elecciones legislativas llevadas a cabo en Argentina, irrumpió en escena un actor novedoso que se presentaba ajeno al sistema de partidos tradicionales. La iniciativa fue del Partido de la Red; una idea basada en los fundamentos del gobierno abierto (participación, transparencia, colaboración) pero que se quedó, simplemente, con el mote de “novedoso”, ya que su plataforma política carecía de contenido.

Más allá del resultado final (logró un total de 21.000 votos, algo más del 1%) y de las críticas sobre la propuesta iniciadas en la misma comunidad web argentina, el objetivo final del Partido de la Red era poner en marcha un sistema de decisión ciudadana. Para ello habían presentado la plataforma “Democracia OS”, en la que se presentaban diferentes proyectos de ley, ingresados en la Cámara de Legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para que los usuarios registrados en ella decidieran cuál sería el mejor y, en función del resultado, el representante del partido, de ser elegido, votase dicho proyecto.

Es importante no confundir un concepto: no es lo mismo gobierno abierto que transparencia de los datos públicos. La transparencia es una parte de la práctica de un gobierno abierto, pero no lo es todo.

¿Existen experiencias similares en diferentes partes del mundo? La respuesta es sí.

Miremos los ejemplos de Islandia y Alemania en este terreno. En el primero de estos países surgió la plataforma Better Reykjavik, cuya idea está implementada hace tiempo y busca la participación a través de propuestas de los usuarios registrados, que luego votan entre sí las más destacadas para ser presentadas en una Junta que deberá considerarlas.

La plataforma Liquid Feedback nace en Alemania de la mano del “Partido Pirata” (The Pirate Party), cuyo eje central se basa en la centralidad de internet en la toma de decisiones de diferentes temáticas de gobierno.

También en España hay dos proyectos que van en este camino. Ambos son impulsados por el Gobierno del PSOE en el País Vasco. El primero está relacionado con la transparencia y se llama Open Data Euskadi. Allí se podrán ver cientos de datos relacionados con el entorno público. El segundo es Irekia, donde, al estilo de las anteriores plataformas citadas, se invita a los ciudadanos a participar de las iniciativas de gobierno.

Todos estos proyectos vienen de la mano de plataformas de software libre que generan aplicaciones concretas para la participación en ellas de los ciudadanos. Una de las premisas del gobierno abierto está fundamentada, precisamente, en el uso de herramientas no privativas originadas en la comunidad de código libre y abierto.

¿Y los datos abiertos? Como ya se apuntó, es importante no tergiversar los conceptos en relación al significado de lo que es gobierno abierto. Incluso algunos políticos y partidos suelen aparentar estar trabajando en ese sentido, cuando solamente lo hacen muy por arriba.

El gobierno abierto tiene tres ejes: transparencia, colaboración y participación. Los datos abiertos son, sin duda, el empujón inicial de muchos Gobiernos y medios de comunicación para empezar a trabajar sobre la transparencia.

Para los Gobiernos significa garantizar una de las claves de todo proceso político, la transparencia de los actos públicos: gastos, proyecciones, inversiones, presupuestos. Los medios de comunicación han encontrado en la disponibilidad de los datos públicos una excelente oportunidad para decodificarlos y generar interesantes artículos de investigación periodística basándose en la interpretación. Por ejemplo, cabe citar el trabajo que vienen realizando The Guardian en Inglaterra, The New York Times en Estados Unidos o La Nación en Argentina.

La colaboración viene unida a personas interesadas en generar aplicaciones reales basadas en código abierto para la visualización de los datos abiertos públicos. Ahí tendrán la posibilidad de trabajar en equipo para hacer lo mejor que saben hacer: decodificación de datos en apps. Así, vemos cómo se han multiplicado eventos de #data alrededor del mundo.

Pero el eje que falta para la verdadera traducción de conceptos sueltos en una doctrina de gobierno abierto es la participación. Ciudadanos que, a través de la web o una aplicación generada para tal fin, pueden emitir su opinión sobre temáticas concretas de gobierno que sean tomadas en cuenta a la hora de la decisión final. Los proyectos del Partido de la Red en Argentina, Better Reykjavik en Islandia y Liquid Feedback en Alemania van, con matices, en esa vía.

Ya saben, no todo es gobierno abierto. Pese a que así lo presenten los funcionarios de turno. A veces puede ser una estrategia. Otras, simple desconocimiento. Tampoco sirve exponerlo como algo novedoso pero carente de contenido político y estratégico. Pero sí deben ser los ciudadanos los que asuman un rol activo en la reivindicación de una mayor transparencia y participación real.

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