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¿Quieres saber qué es un drone? Ve series de televisión

Fotograma de la serie de televisión 'The good wife'.

Paula Corroto

Ya no hace falta estar pegado a series de ciencia-ficción como Star Trek para satisfacer el gusto por la tecnología. Tampoco tienes que ser un geek para estar al tanto de bitcoins, los coches autotripulados de Google, la comercialización de derechos en la red, los datos masivos o la polémica por la privacidad. Hoy en día varias series de televisión, que a priori no tienen nada que ver con asuntos tecnológicos, nos muestran en sus episodios lo que acontece con estas herramientas en el mundo occidental. Si aparece un Edward Snowden en los periódicos, tarde o temprano también lo hará en la pequeña pantalla.

Precisamente, The Good Wife, que retrata el día a día de un bufete de abogados de Chicago, y que ha sido una de las revelaciones en las últimas nominaciones de los Globos de Oro, ha canalizado en su cuarta temporada –emitida por Fox, está a punto de finalizar en España– los asuntos que más páginas han llenado en las secciones de tecnología en el último año.

De hecho, personajes como Mr. Bitcoin o una empresa llamada Chumhum, émulo de Google, y sus problemas con la censura en China, han protagonizado varios de sus capítulos. “No es una simple serie de abogados, sino que refleja nuestra sociedad y es normal que aparezcan estos temas”, explica Belén Frías, directora de Comunicación de Fox España. Lo mismo sucede con 24, en la que aparecía toda la tecnología necesaria para espiar, desde los drones a las cámaras por satélite. En The Newsroom, una de las temáticas de la segunda temporada fue el desarrollo en internet del movimiento Occupy Wall Street.

Y en la británica Sherlock, una especie de revisita contemporánea del clásico de Arthur Conan Doyle, uno de los fuertes es la mensajería instantánea que utilizan el singular detective y su subalterno, Watson. No es peregrino afirmar que la inmersión tecnológica en sus argumentos explique en parte que sus audiencias sean de más de diez millones de espectadores en una sociedad tan televisivamente atomizada como la norteamericana.

“Estas series lo que hacen es captar lo que usamos en la realidad cotidiana y llevarlo a la televisión. Por ejemplo, antes en las series sólo sacaban a los ricos con móviles. Hoy es extraño ver una serie en la que no aparezcan estos teléfonos. Se trata de incorporarlos de manera natural, aunque no siempre se consigue”, explica Álvaro Ibáñez, uno de los fundadores de Microsiervos.

La tecnología, a debate

Otras ficciones sí abordan el tema de la tecnología con una intención más reflexiva. Es lo que ocurre con Black Mirror, creada por Charlie Brooker en 2011. Hasta la fecha se han emitido dos temporadas –originalmente en Channel 4– y en ellas se han tocado temas como la falta de privacidad en las redes sociales y sus consecuencias, o cómo las redes pueden seguir interactuando por nosotros aunque hayamos muerto. Algunos han denominado a esta serie como un clásico de la ‘tecno-paranoia’, aunque, según estima Ibañez, “no son mensajes ni positivos ni negativos, sino que te enseñan que las tecnologías pueden tener los dos lados y pueden usarse para algo que no es bueno”.

Otros expertos como Luis Segura, especialista en Gestión de Contenidos Digitales y autor del libro La cultura en las series de televisión, tienen una opinión más negativa con respecto a la imagen que se da de estas nuevas herramientas en la ficción. Según él, “tales propuestas son denuncias evidentes de los frutos que se recogerán si no se impide la aplicación masiva y forzada de las nuevas tecnologías. Las ideas dominantes fluyen por los canales que ofrecen precisamente estas herramientas, y son ideas vertidas en el ambiente por quienes ostentan grandes parcelas de poder. Así, las modas, o aquello que hay que comprar, seguir, o creer, viene impuesto. El consumidor sólo da su consentimiento. Y a medias”.

La pérdida de la inocencia

Es evidente que la noción que se tenía hace décadas sobre el progreso que traerían los nuevos adelantos tecnológicos se ha modificado completamente. Star Trek nos exponía un mundo idílico en el que no había dinero, ni enfermedades. Fue una época que coincidió con el consumo masivo de automóviles. Y lo único en lo que se pensaba era en la posibilidad que te ofrecían de trasladarte de un sitio a otro de un modo fácil. Nadie caía en los problemas de la contaminación o en la cuestión del uso excesivo del petróleo.

Ahora se ha perdido la inocencia, y hay muchas dudas con respecto a lo que realmente significa progreso. Con la posmodernidad llegó el fin de la era de la celebración. Como señala Ibáñez, ahora “nos planteamos el tema del coche de Google. ¿Va a querer la gente meterse ahí sin conductor? Y, sin embargo, los aviones se conducen solos y ya existen robots que efectúan operaciones quirúrgicas. Está bien que estas series nos adelanten dilemas que vamos a tener. ¿Qué ocurrirá cuando se produzca el primer accidente con un coche Google? ¿Lo va a pagar el seguro? ¿De quién será la responsabilidad? Son temas muy interesantes”.

Las series actuales también transmiten otra sensación: si la tecnología está por todas partes, es que todos nos hemos vuelto un poco cíborgs. En el mundo occidental e industrializado, una gran parte de la población posee un smartphone, una tableta, una conexión a internet y un perfil en diferentes redes. Son nuestras nuevas prótesis. “Y se consumen cada vez más porque nadie quiere quedarse fuera del rebaño. Ese es el plan”, admite Segura.

Somos cíborgs

Esta idea ya estaba en el libro del filósofo Fernando Broncano, La melancolía del cíborg, y, por supuesto, también trae consigo transformaciones. “La tecnología está produciendo nuevas formas de conexión en el espacio y tiempo que estamos comenzando a pensar ahora como nuevas formas de ser, y no sólo de estar en el mundo. Nos va a llevar mucho tiempo reflexionar sobre lo que nos ocurre y sobre cómo nuestras identidades se están transformando”, sostiene Broncano.

El filósofo reconoce también nuevas reformulaciones en cuanto al concepto del 'yo' en las redes: “Está modificando las formas de presentación y re-presentación en el ámbito público de nuestros proyectos, deseos e historias personales. Pero la adolescente adicta a Tuenti no es tan diferente a un Unamuno adicto a ser leído. Sólo estamos encontrando formas más democráticas de ser reconocidos por círculos menos constrictivos que los tíos y los abuelos”.

Que la cultura popular se haga eco de las controversias que surgen hoy en el mundo de la tecnología es una señal más de los cambios en los que estamos inmersos. Habrá que prestar atención: si quieres saber qué es un drone, enchufa la televisión (o internet).

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