Las mujeres que no verás en la película de Alan Turing
El viernes se estrenó en España The Imitation Game, la película que narra la vida de Alan Turing y la historia de Enigma, el código secreto alemán que el matemático descifró y que permitió acortar el conflicto. Ambientada en Bletchley Park, el lugar en el que se libró esta criptoguerra, los estudiosos del tema se quejan de un error: ¿dónde están el resto? ¿Los que trabajaron durante años en las máquinas y el código? ¿Las 9.000 personas de Bletchley Park, que en su mayoría eran mujeres?
The Imitation Game simplifica y se las come –al fin y al cabo, su enfoque es biográfico y es sólo uno de los fallos que los expertos critican– pero no es la única. Resulta que la historia también.
Las 6.600 “chicas” de Bletchley Park
Las 6.600 “chicas” de Bletchley ParkEl verano pasado visité Bletchley Park. Ahora la finca es un museo (parque temático, según algunos ingleses) y en su mansión victoriana hay un Salón de la Fama con fotografías de individuos que “merecen elogio especial”. Allí están Alan Turing, Dilly Knox, Alastair Denniston, Gordon Welchman y así hasta treinta jefes y criptógrafos.
Sólo hay dos fotografías no individuales: un retrato conjunto para Jerzy Rozycki, Henryk Zyglaski y Marian Rejewski, los matemáticos polacos que rompieron el código antes que los ingleses, y otro aún más conjunto en honor a las 6.600 “chicas” que trabajaron allí.
“La carta de Turing a Churchill en octubre de 1941 llamó la atención sobre la desastrosa situación de falta de personal. El 'Action this day' de Churchill sirvió para aumentar el número de chicas que llegaban a Bletchley. A partir de entonces, el número de mujeres triplicó al de hombres. En 1945 había 6.600 de un total de 8.900 personas. Mucho del trabajo era repetitivo y tedioso, pero sin concentración un desliz sin importancia podía provocar un fallo. Sin el siempre dispuesto y meticuloso trabajo de las ”chicas“ no habríamos conseguido los logros de Bletchley. También sirvieron para añadir un toque amable a un lugar que, de otra manera, habría sido árido y demasiado serio”.
El trabajo que se hacía en Bletchley requería mucha mano de obra. Con los hombres en el campo de batalla y la necesidad de personal que supiera idiomas, resolviera crucigramas o fuera bueno al ajedrez, el Gobierno británico reclutó a miles de jóvenes británicas. De 1941 a 1945, aquella finca a cuarenta minutos de Londres se convirtió en una enorme fábrica secreta de descifrado.
Cuando terminó el conflicto, Bletchley Park quedó sepultado y nadie, nunca, dijo nada. Los jefes habían advertido: les preocupaba que una copa de más, demasiado cansancio o la vida después de la guerra pudieran sacar a la luz una batalla que debía permanecer oculta. “El mejor plan es advertir a las chicas jóvenes, especialmente contra que hablen a sus futuros maridos de su trabajo”, decían. Y el plan funcionó: los británicos ganaron, todos volvieron a sus casas y hasta los 70 el parque fue un secreto. En la sala de la fama, la historia de “ellas” quedó empaquetada en un único retrato.
“Estamos avergonzados”, reconoce el guía cuando, terminada la visita, pregunto por qué. “Hay que recordar que las posiciones de mando eran hombres. Si miras al diagrama de la organización no tienes que bajar mucho para ver mujeres. Por razones varias nunca han sido famosas, como muchos de los hombres. Todo el mundo ha oído hablar de Alan Turing, pero ¿quién de John Tiltman?”.
- Él está en el salón.
- Sí, estoy de acuerdo. Pero no podemos reinventar la historia.
Desempaquetar a las “chicas”
Desempaquetar a las “chicas”¿Cómo que no? El próximo 10 de enero sale a la venta Women Codebreakers, un libro sobre tres de las criptoanalistas de Bletchley Park: Margaret Rock, que continuó trabajando para el Gobierno durante veinte años, Mavis Lever, cuyos avances fueron decisivos durante el Día D y que luego escribió un libro sobre su jefe, Dilly Knox, y Joan Clarke, la matemática que descifró Enigma junto a Turing (y a la que sí verás en The Imitation Game).
“Los jefes de Bletchley querían mujeres educadas, pero no esperaban que fueran tan buenas en criptoanálisis como sus compañeros hombres”, explica su autora, Kerry Howard, en una reciente entrevista. “Afortunadamente, algunos vieron su potencial y las dejaron volar. Aún así, creo que no se les ha prestado atención suficiente en los libros de historia”.
No son las únicas. La doctora Sue Black, con quien hablamos en el vídeo sobre el parque, también lleva años contando que allí hubo miles de mujeres aunque no se las vea. En 2008 publicó Women of Station X. “Quería saber cómo fue su vida durante la guerra. ¿Qué hacían? Imagina a miles de jóvenes juntas. ¡Tiene que haber algo! Hay pequeños detalles, como el de aquellos aviones que volaban bajo, nadie sabía por qué y resultó que era porque sobre una tejado había chicas en topless. Ni siquiera tiene que ver con el descifrado, sino con sus historias”.
Con el tiempo, incluso, las veteranas que siguen vivas se han reencontrado: bien porque hayan visto sus fotos de jóvenes en The Telegraph y se hayan puesto en contacto, bien porque algún proyecto las haya reunido.
La narrativa de guerra nos ha enseñado durante décadas la vida del soldado. Las historias de las trabajadoras de Bletchley en libros, vídeos o reuniones pretenden lo mismo: ir más allá de esa única mención que su parque les dedica. Como dice Howard, “no sólo alumbran lo que pasó allí. También el papel de la mujer durante la guerra”.
Mujeres, guerra e informática
La informática era cosa de chicas. Hasta que dejó de serlo. En los 50 ellas volvieron a casa, a partir de los 80 los ordenadores empezaron a envolverse en marketing para chicos y los estudios y profesión quedaron en manos de hombres. Hoy la industria, que ya sabe que no es un problema de capacidad o interés, se lleva las manos a la cabeza cuando ve las cifras de la brecha y afirma que “es una pena perder a la mitad de la población para estas tareas” y que “necesitamos interesar a las chicas en ciencia” (la cita es de este artículo de The Guardian sobre el evento que reunió a veteranas).
¿Qué hacemos entonces? Cada generación elige a sus héroes, pero por “razones varias” ellas nunca lo son.
60 años después de su muerte, Reino Unido pidió perdón a Alan Turing por condelarle a la castración química. Reino Unido sabe que ocultar el parque e impedir a los que vivieron allí seguir trabajando - tirar a la basura el talento de 10.000 personas - fue perder otra guerra: la de la carrera tecnológica que ganó Estados Unidos. Restaurar Bletchley Park y pedir perdón a Turing son intentos para remediarlo y recuperar esa parte de su historia (informática).
Contar que al lado de Turing y de los 29 señores del salón de la fama hubo miles de chicas descifrando es lo mismo. ¿Que no hay mujeres en tecnología? No será porque un día no fue lo normal.
Si la historia se ve, mejor. Justo por eso, y de vuelta a la película, Black dice en su crítica que pese a ser tan simple le encantó. “Muestra una parte muy importante de nuestra historia de forma amigable y comprensible. Hemos hecho campaña durante muchos años para que lo que allí se hizo se reconozca”. Ahora, claro, sólo queda que se desempaquete todo lo demás. “El trabajo de diez mil personas día sí, día también, en absoluto secreto, es una historia increíble. Necesitará ser contada, de mil maneras, una y otra vez”.
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