El sabor del fracaso en Silicon Valley
Silicon Valley, ese conjunto de poblaciones dispersas cercanas a San Francisco y plagadas de compañías tecnológicas, ha forjado a lo largo de las décadas una cultura empresarial propia. Y una de las características más notables que tiene esta cultura es su veneración del fracaso. El lema 'Fail fast, fail often' (fracasa rápido, fracasa mucho) está asentado firmemente en la mentalidad de los emprendedores que se lanzan a hacer carrera en Silicon Valley. Allí el hecho de haber fracasado antes con una startup o varias es una ventaja para atraer inversores a un nuevo proyecto.
Esta idea del fracaso como camino hacia una meta –que parece calcada de la cita de Winston Churchill “el éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”– puede encerrar conceptos positivos como la constancia o el afán de superación. Pero tiene también una cara negativa que habitualmente se pasa por alto, como es el efecto psicológico que hace mella en los emprendedores cada vez que fracasan. En Silicon Valley el fracaso se acepta, pero como un paso previo al éxito. ¿Y qué pasa si no llega el éxito?
En 2012 un estudio procedente de Harvard señalaba que el 75% de las startups fracasabanstartups. De estas, solo el 30% acabaron en desastre, con una bancarrota y acosadas por las deudas. El resto sencillamente echó el cierre sin haber encontrado ninguna salida que pagara a los inversores, como una venta a una compañía más grande o la salida a Bolsa. Los datos de este estudio se recogieron entre los años 2004 y 2010.
Otras estimaciones más recientes, en cambio, apuntan a un fracaso del 90% de las startupsstartups. Una de las incubadoras de proyectos empresariales tecnológicos más famosas de California, Y Combinator, avala estas cifras. La firma analista CB Insights ha examinado el periodo entre 2010 y 2013, destacando que la mayoría de las startups cierran a los 20 meses aproximadamentestartups. El 55% de los proyectos fallidos tuvieron una financiación de un millón de dólares o menos, mientras que el 70% no llegaron a obtener cinco millones.
En este cóctel explosivo de desengaño y dinero a veces el fracaso no significa el cierre de la empresa. Hay proyectos que siguen funcionando durante años a pesar de no encajar realmente en el mercado, tirando de la financiación de sus fundadores o de inversores fieles. En la jerga de Silicon Valley a esto lo llaman the walking dead, según recoge The Guardian. Aquí los fundadores se encuentran en la difícil tesitura de cerrar un proyecto que ha sido su sueño, o bien, continuar arrastrando a su empresa –que se ha convertido en una pesadilla– impulsados por una remota esperanza de éxito.
Esta decisión tiene que tomarse en un clima donde, aparte de venerar el fracaso, sobre todo se alaba el éxito. Silicon Valley alimenta su fama y su imagen con las historias de ascenso vertiginoso, como las de Facebook y Twitter o las más recientes de Airbnb o Uber. Esta triunfante realidad contrasta amargamente con los temores de muchos proyectos modestos ante el fracaso y la ansiedad de fingir de cara a los inversores que todo va bien.
La veneración del fracaso expresada
En San Francisco tienen incluso una conferencia dedicada al fracaso. La FailCon (que se ha expandido a otras ciudades del mundo, entre las que se cuenta Barcelona) es un evento en el que emprendedores, inversores y empleados de startups fallidas comparten sus experiencias sobre el fracaso. Se trata de una especie de terapia para aprender de los errores pasados y volcar este aprendizaje en el futuro para alcanzar el éxito.
En los últimos años la inversión es más feroz en Silicon Valley, más indiscriminada. “Con los servicios cloud y los nuevos entornos, algo que antes solía costar 10 millones de dólares probar ahora puede lanzarse por 200.000 dólares”, señala Brian O’Malley, que trabaja en la firma de capital riesgo Battery Ventures, en declaraciones a la página especializada en emprendedores Inc. Así, las entidades inversoras pueden diversificar el riesgo financiando a más startups.
Ni que decir tiene la tasa de fracaso entra dentro de los cálculos de los inversores, que recuperan todo su dinero con creces si solo uno o dos proyectos de los que han financiado tienen verdadero éxito.
Imagen: Wendy Longo photography