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Se termina el proyecto One Laptop per Child

Estudiantes con sus OLPC en Uruguay.

Iván Martínez

Ciudad de México —

La misión era clara: una laptop por niño. De esta forma, el ideal de un futuro digital se concretaba en el hecho de que niños y niñas de todo el mundo tuvieran una computadora portátil a su alcance. Durante ocho años, aquellas laptops verdes llegaron a muchas manos en países tan distantes como Ruanda o Uruguay.

Pero en los primeros días de marzo de 2014, la administración central de One Laptop Per Child (OLPC), el proyecto de Nicholas Negroponte ampliamente reseñado como el paradigma de las tecnologías de la información en una disponibilidad global, anunció el fin de sus operaciones.

One Laptop per Child funcionó desde 2007 basado en una idea central: un ordenador portátil de menos de 100 dólares a disposición de cientos de niños y niñas en el planeta.

Además de contar con un diseño singular para evitar al máximo el robo, nació como un producto barato en su fabricación al no ser necesario incluir varios accesorios mercadológicos de una laptop convencional, esencialmente hardware fácilmente vendible a un gran público; su funcionamiento, con base en software libre, ahorró en costos de embalaje y, sobre todo, gastos publicitarios y mercadotécnicos. Pronto OLPC encontró aliados expandiéndose a 19 países.

Aún más. En su etapa de esplendor, OLPC pudo ofrecer el programa “Ten una y dona una” (Get one, give one), permitiendo que, con la compra de un equipo por 399 dólares, la organización donara otro en un país en desarrollo.

¿Qué podía fallar?

Con el paso de los años, se perdieron los apoyos que el proyecto llegó a tener de empresas como Google, AMD o Nortel. Poco más de 2 millones de laptops verdes fueron distribuidas en países emergentes como una solución primordial para la reducción de la brecha digital. Incluso varios modelos de OLPC integraron una fuente manual de energía.

En esencia, es 2014. Hay nuevos actores que se integran al mercado digital, como los propios móviles, cada vez más baratos, y tabletas con precios que han bajado drásticamente en los últimos dos años. Incluso en los propios países donde OLPC puso sus pies. Los móviles de bajo costo –unos 25 dólares, según los planes de otras fundaciones con fines altruistas digitales como Mozilla– serán la siguiente cadena del eslabón.

El esquema uruguayo

En el caso de Uruguay, los equipos OLPC son parte esencial del programa nacional Plan Ceibal, un proyecto socioeducativo que el 2 de octubre de 2013 entregó su equipo número un millón, en un evento encabezado por el presidente de la República, José Mujica, en Montevideo.

Miguel Brechner, presidente del Plan Ceibal, calificó al proyecto, en breve entrevista con Diario Turing, como “un éxito rotundo”, e informó de que la noticia del cese del proyecto global no significa que en Uruguay termine igualmente. “Ceibal no depende de ningún proveedor de hardware hoy en día. Tiene múltiples proveedores de equipos y repuestos. La reparación de las máquinas la hace Ceibal. En algunos casos la hacen en la escuela”, afirma Brechner.

Con el fin del proyecto OLPC, deviene el cese de una etapa que tuvo como emblema un ordenador basado en GNU/Linux para la integración a las tecnologías de la información en un mundo desconectado. No fue cualquier equipo: un portátil con una alta propensión hacia lo abierto y lo libre, teniendo detrás la idea del autoaprendizaje. Afortunadamente, llegó a miles de manos.

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