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Makerbot: impresoras 3D populares en medio de denuncias de apropiación del trabajo colectivo

Markerbot 5th Generation

Sergio Figueroa

Madrid —

El camino que están tomando algunas compañías que fabrican impresoras 3D está provocando polémica, pelea y denuncias en este pequeño sector. Lo hemos podido comprobar con la presentación de la nueva línea de impresoras 3D de Makerbot que ya comercializa en España Ultra-lab, a un precio que empieza a acercarse al de las primeras unidades autoreplicantes que crearon las comunidades de desarrolladores durante los últimos años.

Las nuevas máquinas se basan en dos ideas opuestas a las que han sustentado hasta ahora el surgimiento de las impresoras 3D personales: uso sencillo y estructura cerrada. Es precisamente esta última característica la que provoca una gran disputa entre los grupos que defienden las dos formas de crearlas, quienes lo hacen por conocimiento y quienes lo hacen por dinero.

La propuesta de Makerbot para el consumo

La propuesta de Makerbot para el consumo

Una con piezas para un tamaño máximo de 10 x 10 x 12,5 cm, otra de 25,2 x 19,9 x 15 cm y la última de 30,5 x 30,5 x 45,7 cm. Sus nombres son Replicator Mini Compact (1.560 euros), Replicator 5 Generation (2.950 euros) y Replicator Z18 (más de 4.000 euros). Están fabricadas en plástico negro, con un aspecto sólido y estructuras de protección para las partes peligrosas. Ultra-lab insiste en un factor: estabilidad.

Han sido creadas como un auténtico hardware para el consumo en masa. Esa es la intención de la empresa, vendérselas a cualquier tipo de usuario para trabajo doméstico o profesional y no solo a expertos en tecnología e informática. El modelo más barato está concebido como la impresora 3D que cualquiera puede tener en su casa y utilizar sin saber de qué va esto: calibrada de fábrica, con un espacio independiente para la bobina de PLA, un sensor para suspender la impresión si se queda sin filamento, una pequeña puerta de seguridad, conexión WiFi y una entrada USB para meterle los diseños, que se pueden conseguir en cualquier parte de internet.

Los otros dos modelos son propuestas más completas sobre la misma base. Más tamaño y más extras, como una cámara IP con la que hacer seguimiento de la impresión desde el PC o desde el móvil o un display desde el que seguir y gestionar las operaciones directamente sobre la impresora 3D. Esta es la Replicator 5th Generation en marcha.

Dentro de su estructura cerrada, una de las decisiones es que los nuevos modelos estén preparados para funcionar solo con material PLA, no admiten plásticos ABS u otro tipo de materiales. Esto significa que imprimen más rápido pero que solo producen piezas frágiles y con escaso margen de posproducción. Es un factor determinante a tener en cuenta a la hora de escoger una impresora 3D, sobre todo una como esta, que es hardware cerrado, no modificable.

Otra forma de simplificar la tarea es mediante el software de gestión y uso que va incluido con cada máquina. Se puede utilizar para activar las impresiones directamente, introduciendo un diseño conseguido de algún otro lugar o encontrado en Thingiverse, con la posibilidad añadida de hacer pequeñas modificaciones sin necesidad de tener conocimientos de dibujo. O se puede aprovechar como soporte de creación propia porque está conectado con otras herramientas de diseño 3D de largo recorrido. También existe una aplicación complementaria para el móvil con la que dar órdenes a la impresora, gestionar los procesos y comprobar a distancia y a tiempo real el estado de la impresión a través de la pequeña cámara.

La traición a los principios del hardware abierto

La traición a los principios del hardware abiertoMás sencillo, más accesible, más controlado. Completamente cerrado. Las empresas están dando los pasos para crear un mercado de impresoras 3D de consumo al uso frente a los trabajos comunitarios y colaborativos como RepRap que levantaron este segmentos hace unos años. Y lo están haciendo con mucho conflicto.

Makerbot lanza su nueva generación a la sombra de una serie de denuncias sobre la apropiación del trabajo ajeno para explotarlo en sus productos. Durante los últimos meses ha presentado propuestas de patentes (que aun deben ser aprobadas) sobre algunos mecanismos y técnicas desarrollados de forma abierta. Algunos son trabajos están en las wikis, como una suma de notas y experimentos sin apenas documentación formal, otras están disponibles en la red bajo la licencia Creative Commons-Atribution Share Alike, por lo que podrían haberlas utilizado y comercializado con el mero hecho de nombrar a sus creadores.

La red está repleta de quejas y demostraciones de estos procedimientos. Un ejemplo entre varios, Openbeamusa.com detalla aquí de dónde procede la técnica de autonivelación de la base que ahora Makerbot está tratando de apropiarse. La describen como una pieza clave en el futuro de las impresoras 3D y que podría ser utilizada por su compañía matriz para denunciar a otros fabricantes que siguen trabajando en código abierto y que también han empleado estas técnicas CC-SA.

Muchas de las miradas de esta batalla entre el hardware propietario y el hardware abierto se centran en Stratasys, el viejo fabricante de impresoras 3D industriales que compró Makerbot por unos 400 millones de dólares más otros 200 millones en objetivos en junio de 2013. Está acusada de ser patent-troll, es decir, de utilizar el registro y la denuncia posterior como forma de acabar con la competencia.

Es el punto final de una transición que comenzó en 2012, cuando uno de los cofundadores decidió abandonar la empresa y denunciar la pérdida total de rumbo. El pionero en impresoras 3D Zackary Smith, que firma como Hoeken, no dudó en explicar la diferencia entre el hardware abierto y el camino que estaba siguiendo el resto de la directiva, del que él se había apeado unos meses atrás. Cómo se estaban traicionando unos principios que habían sido básicos para levantar ese proyecto y cómo se estaban comercializando en beneficio propio sin contar con los creadores colectivos.

En Ultra-lab, que se declaran defensores de todo lo abierto e incluso imparten talleres de fabricación casera, no niegan estar al tanto de esta polémica y se excusan mirando al pasado ya que distribuyen la marca desde 2011. “Era totalmente open source en este momento”, responde Fred Muscinesi para Diario Turing, “Cuando empezaron a cerrar, tuvimos un debate interno pero decidimos seguir porque son de buena calidad y, de momento, no hemos encontrado una solución alternativa, aunque hemos añadido y seguiremos haciéndolo, modelos open source. Ahora tenemos la Reprap Prusa i3”, añade.

Muchos de los futuros compradores de Replicator Mini Compact, Replicator 5 Generation y Replicator Z18 solo verán la marca, Makerbot, sin saber que detrás hubo un trabajo colectivo, cooperativo y abierto.

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