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Rolezinhos, las flashmobs raciales y consumistas que desconciertan a Brasil

Un 'rolezinho' el 19 de enero frente a un centro comercial de Río de Janeiro.

Bernardo Gutiérrez

São Paulo —

“La zona sur no es de ellos, su zona es nuestra. #COLETIVOTATU #ROLEZINHO”. Este tuit de Daniel Cabral es la última entrega del fenómeno que desconcierta al establishment de Brasil: el rolezinho. En el vídeo incluido en el tuit -Rolezinho no Shopping Leblon 19/01/14, del Colectivo Tatu- un grupo de personas se manifiesta en la puerta del exclusivo Shopping Leblon, en Río de Janeiro. Bailan funk carioca, gritan y corean consignas contra el “racismo de los centros comerciales” que vetan la entrada de los afro descendientes.

Al final del vídeo, la multitud se aleja por las calles con uno de los gritos más vivos de las protestas de Brasil: “Não Vai Ter Copa” (por el Mundial de Fútbol). Un detalle: el centro comercial estaba cerrado. La dirección del mismo se asustó al ver las más de 9.000 personas que habían confirmado su presencia en el evento del rolezinho de Facebook. Un día antes, el elitista Shopping Iguatemi de São Paulo había cerrado sus puertas, ante un rolezinho convocado por varios colectivos que luchan contra el racismo.

¿Por qué cierran los centros comerciales? ¿Qué es exactamente un rolezinho?rolezinho ¿Por qué se ha extendido esta oleada de flashmobs y se ha tensado el debate racial en Brasil? Todo el mundo parece tener una teoría a favor o en contra. Tesis que explican la ola de rolezinhos que desde las redes sociales se expanden por shoppings de todo Brasil. Muchos relacionan directamente el fenómeno con el racismo. Se ha empezado a hablar incluso de un apartheid en los shoppings de Brasil. Otros justifican el fenómeno como una “lucha de clases”. Sin embargo, todo parece un poco más complejo.

El rolezinho (“dar um rolê” significa dar una vuelta) de las clases más desfavorecidas por los centros comerciales existe hace décadas. Chopis Centis, la popular canción del grupo Mamonas Assasinas, de 1990, refleja esa práctica: “ese tal 'Chopis Centris / está muy bien / para llevar a las novias / y dar unos rolezinhos”.

El texto Etnografía del rolezinho, de la investigadora Rosana Pinheiro, describe el fenómeno de jóvenes de clase baja que ya en 2009 se engalanaban para pasear por los shoppings de Porto Alegre. Los jóvenes intentaban resolver con ropa cara “la visibilidad de su existencia”, mientras “los comerciantes y guardias de seguridad les despreciaban”.

Los rolezinhos activistas, coordinados por organizaciones sociales, tampoco son novedad. El documental Hiato relata cómo en el año 2000 un autobús de ciudadanos de las favelas del Río Norte llega al shopping Rio Sul. Y cómo las tiendas cerraban sus puertas cuando el rolezinho de pobres se aproximaba.

Sin embargo, hay una radical novedad en la última ola de rolezinhos: la autoconvocatoria a partir de las redes sociales. Un individuo crea un evento en alguna plataforma sin mediación, sin organizaciones o colectivos de por medio.

Y otra novedad: la viralización. Difícil saber cuál fue el primer rolezinho de la nueva era. Posiblemente fue el convocado en el shopping Parangaba, en Fortaleza, a finales de noviembre del año pasado. Y ya estaba presente la cuestión racial y la represión de las fuerzas de seguridad. La ola de rolezinhos, sin embargo, se expandió desde la periferia sur de São Paulo, a partir de diciembre.

Rolezinhos convocados por estrellas del funk ostentação -un estilo inspirado en el hip hop comercial estadounidense- para conocer a sus fans. Rolezinhos en los que lo que movía a las masas era la promesa de diversión, consumo, paquera (ligoteo) y baile. Fama y dinero, ropas caras y seducción. Poco que ver con la denuncia social o el activismo, como revela un sorprendente reportaje de Folha de São Paulo. Los rolezinhos iniciales parecían tener más que ver con el deseo de consumo de la tan mencionada nueva clase media nacida durante el lulismo, que según el sociólogo Giuseppe Cocco, podría considerarse más una clase working poor endeudada y sin derechos civiles que clase media.

Y la policía hizo el resto. Guardias de seguridad impiden la entrada a los centros comerciales a jóvenes, la mayoría mulatos o negros. Guardias de seguridad preguntan a los convocantes de rolezinhos si pertenecen a una organización terrorista. La Policía Militar (PM) de São Paulo lanza gas lacrimógeno y balas de goma a participantes en un rolezinho el día 11. Y una oleada de convocatorias se expande por todo Brasil (el pasado día 13 ya había al menos 17 megarolezinhos convocados). Y Facebook cierra algunos eventos a petición de los centros comerciales. Algunos shoppings consiguen el apoyo de la justicia para vetar a los rolezinhos. Y muchos otros piden a la justicia que los prohíba.

¿Es un apartheid en los templos del consumo? Lo cierto es que el fenómeno rolezinho ha mutado. Ya no existe un único perfil de convocantes. Y la narrativa de famosos-y-sus-fans no es la única. De hecho, muchos de los últimos rolezinhos tienen un claro perfil activista, social y político. El Movimento dos Trabalhadores Sem-Teto (MTST) lanzó en los shoppings Jardim Sul e Campo Limpo de São Paulo el “O rolezão contra o Apartheid”. Por otro lado, el Rolezinho no Xópim Iguatemi do Lago Norte de Brasilia está convocado por Franklin Melo, un estudiante universitario que participó en la toma del techo del Congreso del pasado junio.

La descripción del rolezinho de Brasilia da pistas sobre la última mutación del fenómeno: “Convocado para protestar contra la privatización de los espacios públicos y la criminalización de la pobreza”. De hecho, la red de colectivos y plataformas activistas surgida desde el estallido de las protestas de junio está usando el rolezinho para denunciar la violencia policial o el racismo. O para movilizar con creatividad artística (aquí el Coletivo Vinhetando), con humor (“Hitler descubre la verdad de los rolezinhos de los shoppings”) o con lemas anticonsumistas como el “Não vai ter shooping”, una remezcla del popular grito “Não vai ter copa”.

Por si fuera poco, la izquierda -partidos políticos, sindicatos, movimientos afines- ha visto en el rolezinho una oportunidad de entrar en las protestas y de redirigirlas contra las élites. Y de desviar un poco la atención de las crecientes convocatorias contra la FIFA y los desalojos provocados por las obras del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos. El periodista Saul Leblon compara los rolezinhos con la lucha afro de los años 50 de Estados Unidos. El mismísimo alcalde de São Paulo, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), ha pedido diálogo con los rolezinhos. Sin embargo, el poder instituido sigue buscando a los líderes donde apenas hay convocantes y convocados. Y no acaba de encontrar a los “líderes” del rolezinho inicial, una acción agregadora cocinada en red y sin matices ideológicos nítidos, claramente diferente de las últimas convocatorias.

¿Qué pasará con la oleada de rolezinhos que sigue en marcha? ¿Habrá nuevas mutaciones? El periodista y activista Adriano de Angelis, relacionándolos con las protestas de junio, los entiende como “una forma de hackear el sistema” y como “una nueva brecha encontrada en la trayectoria de consumo-ciudadania”. Pero quizá sea el investigador de redes Fábio Malini el más osado en su interpretación, al considerar el rolezinho una variante de ataque DDos, usado en Internet, que provoca que una página web caiga por el exceso de visitas. Un ataque DDos anticonsumista (cierre de shoppings) que podría generalizarse en las próximas semanas: “Sin saberlo, los jóvenes descubrieron una nueva táctica política: el ataque DDos en los shoppings. Mucho acceso hace que el sistema (de la economía política capitalista) caiga. Señores, sean bienvenidos al ataque de negación de servicio en el mundo real. Sin vídrio roto. Pero con el comercio suspendido”.

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