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Acabemos con la basuraleza

Personas limpiando un espacio natural

José Luis Gallego

El poder de las palabras es asombroso. Por eso los que recurrimos a ellas para tratar de transmitir emociones opinamos que, a menudo, vale más una palabra que mil imágenes. Como ocurre con el nombre abstracto del titular: basuraleza.

Basuraleza es un acertado neologismo que nos permite nombrar lo innombrable. Y lo innombrable son los billones de colillas que cubren la arena de las playas. Los neumáticos usados abandonados en un claro del bosque. Las bolsas de plástico ondeando como banderas de nuestra miseria en las ramas de los árboles. Las olas del mar mostrándonos al trasluz las toallitas húmedas que nunca debimos tirar por el váter porque, pues era verdad, no se deshacen.

Basuraleza nombra a toda esa basura y el resto de la que dejamos tirada por ahí y que se acumula en el entorno afeando el paisaje, contaminando los ecosistemas y amenazando a nuestra propia salud. El origen de la expresión surge de uno de los proyectos medioambientales más bellos que se están llevando a cabo en nuestro país: el Proyecto Libera, con el que SEO/Birdlife y Ecoembes nos convocan para liberar al campo de nuestras basuras.

Los que salimos al campo para disfrutar de sus inquilinos somos testigos de hasta qué punto la basuraleza no es un invento. Resulta imposible adentrarse en una arboleda, subir a una montaña, cruzar un rio o pasear por la playa sin dejar de ir agachándonos a recoger basura. Por eso llevamos siempre bolsas en la mochila: no para tirarlas, sino para llenarlas con lo que otros tiran.

Desde SEO/BirdLife nos acercan algunos datos elegidos a vuelapluma para que intentemos comprender la magnitud a la tragedia. El 90% de las aves marinas han ingerido plásticos y en 2050 el número de las que albergarán este residuo en su organismo alcanzará el 99%. Otro. De los cerca de seis billones de colillas que se producen cada año más de la mitad acaban abandonadas en el entorno convertidas en basuraleza. Cada año. Más de tres billones. Uno más, esta vez de Greenpeace: en 2050 habrá más plástico que peces en nuestros mares. Traguen saliva.

Podríamos llenar más de veinte páginas del diario con datos como éstos para demostrar que la basuraleza es uno de los mayores problemas medioambientales. Pero no solo eso. La basuraleza es también una amenaza para nuestra salud pues los residuos se están incorporando a la cadena trófica hasta contaminar a las especies que nos sirven de alimento.

Hace años que los médicos recomiendan la ingesta moderada de determinadas especies de pescado, como el salmón o el atún, por su tendencia a concentrar los contaminantes marinos en el tejido adiposo. Unas sustancias tóxicas que pueden transmitirnos al ingerir su grasa. De hecho un estudio llevado a cabo hace quince años por WWF con las muestras de sangre de un variado grupo de eurodiputados de todos los estados miembros determinó la presencia en su organismo de más de un centenar de sustancias tóxicas (disolventes, plastificantes, parabenos, PCBs, piroretardantes bromados, etc) que sus abuelos ni siquiera conocieron.

Tal vez esa sea la peor de las amenazas de la basuraleza: que al final acabe incorporándose a nuestro propio organismo como el alien se incorpora al del personaje de John Hurt en la película de Ridley Scott. Por eso es tan urgente identificarla, estudiarla, prevenirla, reducirla y eliminarla de nuestro entorno. Y en eso estamos todos los voluntarios que participamos en el Proyecto LIBERA contra la basuraleza. Estamos preparando una gran jornada de limpieza para el próximo 16 de junio, y contamos con todos. Seguiremos informando.

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