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A Albert Rivera

Barbijaputa

A Albert Rivera:

Comentábamos en este artículo la llamativa no-reflexión acerca de la desigualdad de género en el debate entre usted y Pablo Iglesias del pasado domingo, moderado por Jordi Évole. Pero esta carta no es para reprocharle que usted no lo denunciara, porque de ser así tendríamos que escribir una carta a cada político de cada partido político y esta sección sólo se publica dos veces cada semana.

Esta carta es para hablar de su negativa a las cuotas de paridad, que fue el único comentario que usted hizo relativo al 50% de la población que formamos las mujeres (además del “¡te rodeas de tías, jeje!”), del cual usted se vanaglorió para justificar que su equipo estuviera formado solo por hombres mientras que el de Iglesias sólo estaba integrado por mujeres. Exactamente dijo: “De todas formas, yo estoy en contra de las cuotas, tanto para bien como para mal”.

Desde aquí, antes de pedirle que lo reconsidere y explicarle el porqué, me atrevo a preguntarle: ¿sabe qué son las cuotas? Se lo explicamos brevemente, porque su negativa es siempre tan vehemente que empezamos a dudar de que lo tenga claro:

Las leyes de paridad electoral (cuotas de género o cuotas de equidad) son, básicamente, medidas de discriminación positiva consistentes en establecer para un cargo a un porcentaje mínimo de mujeres.

Hemos oído muchas veces de su boca que lo importante son las personas, sean hombres y mujeres. Como teoría es impecable, pero llevémosla a la práctica.

De todas las personas, sólo las mujeres son víctimas del techo de cristal, la brecha salarial y la violencia de género. También son las mujeres las que tienen mayor riesgo de pobreza y las que ocupan menos cargos de responsabilidad, por ponerle un ejemplo: sólo el 16,8% de los catedráticos son mujeres, a pesar de que ellas forman el 54% del total de estudiantes y su rendimiento en los títulos de grado y máster supera en diez puntos porcentuales al de los hombres: el 71,4% frente al 61,8%.

La violencia de género, como usted sabe, se ejerce también solo sobre mujeres. En los últimos nueve meses, 34 menores han quedado huérfanos por este motivo y se han cometido 36 feminicidios íntimos y 15 familiares, dejando un total de 51 mujeres asesinadas por hombres. Para darle mayor perspectiva le diré que desde enero de 2003 hasta ahora han sido asesinadas 830 mujeres (y esta cifra es solo si contamos las víctimas en relaciones íntimas).

Es decir, a día de hoy, el terrorismo machista ha matado a más mujeres que el terrorismo de ETA, pero eso no sirve para que la clase política ponga sus mecanismos a funcionar para solucionarlo, incluso, fíjese, siendo nosotras personas y no ganado. Como verá su argumento de que somos personas no es infalible porque por muy personas que seamos, muy empoderadas no es que estemos.

Para más datos, también le diré que una de cada cinco mujeres (mujeres, no personas así al azar) es agredida física o sexualmente en España desde que cumplen los quince años y un 50% ha sufrido algún tipo de acoso sexual. Además, cada ocho horas una mujer (que no una persona) sufre una violación en España. Porque somos personas, sí, pero lamentablemente no se nos considera como tal. Lo peor de todo es que la gran mayoría de las víctimas de agresiones sexuales o maltrato no denuncia; quizás se deba a que el 40% de la población culpa a la mujer (y a ninguna otra persona aleatoria) de la violencia que se ejerce sobre ella.

La brecha salarial, otro dato medible de la desigualdad de la que somos víctimas las mujeres, alcanzó el año pasado su pico más alto, por lo que en estos momentos las mujeres cobramos un 25% menos que los hombres; en su idioma: las personas mujeres cobramos una cuarta parte menos que las personas hombres, por lo que tendríamos que trabajar 72 días más al año para alcanzar su salario.

Las mujeres de este país, como ve, somos personas a título nominativo, pero no lo somos de facto. Podría seguir dándole cifras que ponen en duda que seamos personas, pero no quiero eternizarme porque me gustaría que leyera la conclusión antes de aburrirse.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, estará de acuerdo conmigo en que las mujeres, por muy personas que seamos, no somos iguales que los hombres y, también me dará la razón en que tratar a dos colectivos, uno privilegiado y otro no tanto, de igual forma es en sí discriminatorio. Por ejemplo, a las personas con movilidad reducida se les intenta eliminar las barreras que les impiden hacer su vida con normalidad, desde ponerles ascensores para ellos hasta rebajar los bordillos de las aceras pasando por, atención, leyes de discriminación positiva en lo laboral. Y se hace para ellos, no para las demás personas. Supongo que usted no contestaría nunca a estas medidas: “Yo creo en las personas, puedan o no moverse, por lo que fuera ascensores y fuera obras para rebajar aceras, que eso es discriminación positiva”.

De la misma forma, las cuotas solo intentan asegurar que las mujeres, sector oprimido en esta sociedad como muchos otros colectivos, necesitamos de medidas que nos impulsen para realizar nuestra vida con total igualdad y normalidad. El hecho de que se eliminen barreras arquitectónicas para unos o se propongan cuotas de paridad para otras no implica que nos estemos cargando la meritocracia, sólo pretende como resultado que todos y todas tengamos exactamente las mismas oportunidades.

Pretender hacer creer a la sociedad que instaurar un sistema de cuotas de equidad hará que las organizaciones e instituciones se llenen de incompetentes es ya de por sí machista, porque está dando por hecho que el 50% de mujeres que ocuparan cargos no estarían preparadas y, a su vez, está dando por cierto que la gran mayoría de los hombres que los ocupan actualmente son todos enormes profesionales.

Negar medidas de discriminación positiva a colectivos oprimidos no sólo no fomenta la meritocracia sino que la hace irrealizable desde un punto de vista objetivo. Incompetentes habrá siempre y en todos sitios, señor Rivera, pero es que esto no va de competencia ni de personas, va de la consecución de la igualdad de género que no tenemos y que políticos como usted se empeñan continuamente en boicotear.

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