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Lecciones de democracia

Olga Rodríguez

Esta semana se aplazó la fecha pero Arabia Saudí mantiene en pie la pena de muerte para siete personas acusadas de haber cometido robos siendo aún menores de edad. Si nada lo impide, serán fusilados, y uno, el presunto líder de la banda, será crucificado. Amnistía Internacional ha lanzado una campaña para intentar paralizar las condenas, que teme se ejecuten en cualquier momento.

Este tipo de castigos no es un hecho aislado. La monarquía absolutista saudí se caracteriza por gobernar con mano dura y mantener castigos propios de la época medieval para asegurar su control e imponer sus intereses dentro y fuera del país.

De hecho, este mismo fin de semana otros dos activistas defensores de los derechos humanos han sido condenados a diez años de prisión, acusados de sedición y de ofrecer a medios de comunicación extranjeros información incorrecta.

La represión dentro

En 2011, con el estallido de las revueltas árabes, las autoridades saudíes no dudaron en reprimir un pequeño conato de rebelión en el sur del país, donde se concentra la población chií y donde se encuentran los mayores yacimientos petrolíferos de la nación. Desde entonces ha intensificado la represión de los activistas defensores de los derechos humanos.

En Arabia Saudí los tribunales imponen penas corporales, como pueden ser la amputación de las manos o los pies en caso de robo y el azote como castigo por determinadas prácticas sexuales. El número de latigazos lo establece la corte y varía entre docenas y hasta miles, aplicados en periodos de semanas o meses.

No hay libertad de expresión, ni de reunión o asociación. Las leyes discriminan a las mujeres, que carecen de los derechos más básicos y a las que se les prohíbe hasta conducir. Una policía religiosa vigila sus vestimentas y castiga manifestaciones religiosas no musulmanas.

La represión fuera

En materia de política exterior, Arabia Saudí ha protagonizado intervenciones armadas sin la aprobación de Naciones Unidas pero con el consentimiento tácito de uno de sus grandes aliados a nivel internacional: Estados Unidos.

En 2009 bombardeó los territorios chiíes del vecino Yemen, provocando la muerte de civiles, y posteriormente ha actuado apoyando las estructuras del régimen yemení para evitar el triunfo de las revueltas. Así lo ha denunciado la propia Tawakel Karman, activista yemení premiada con el Nobel de la Paz, en un artículo en el diario The New York Times en el que acusaba a Riad de “usar su influencia para asegurarse de que tanto los miembros del viejo régimen como el statu quo se mantegan”.

En 2011 Arabia Saudí envió tanques y 1.200 militares al vecino Bahrein para sofocar las revueltas y garantizar la permanencia del régimen monárquico bahreiní, aliado de los saudíes e integrante del Consejo de Cooperación de los países del Golfo. Numerosos testimonios relatan la represión ejercida contra los manifestantes de Bahrein por parte de las tropas saudíes. Sin embargo, la intervención militar de Arabia Saudí en Bahrein no encontró oposición entre la comunidad internacional occidental.

De hecho la monarquía saudí, Israel y Egipto -al que, tras la caída de Mubarak, Washington trata de mantener bajo su órbita de influencia, de momento con bastante éxito- han sido siempre los pilares básicos de Estados Unidos en la región.

Relaciones con España

Con Arabia Saudí España también tiene espléndidas relaciones. El Rey Juan Carlos mantiene amistad con algunos importantes integrantes de la familia real, y respaldó la financiación saudí en la construcción de la mezquita de la M-30 de Madrid -la más grande de Europa cuando se construyó en 1992- asistiendo a su inauguración, acompañado por el príncipe saudí Salman Ben Abdul Aziz Al Saud.

Recientemente ha sido un consorcio español -el 88% de las empresas son españolas y el resto saudíes- el elegido por Arabia Saudí para construir el AVE que unirá Medina con La Meca a través de un macrocontrato macrocontratopor 6.736 millones de euros.

España ha seguido vendiendo material armamentístico a Riad después del estallido de las revueltas árabes y de la represión llevada a cabo en suelo saudí. Es más, después de que los tanques saudíes reprimieran a los manifestantes en Bahrein, el ministro de Defensa español, Pedro Morenés, comenzó a impulsar una negociación para vender más de 200 tanques Leopard a Arabia Saudí. La transacción, no asegurada aún, tendría un valor aproximado de 3.000 millones de euros.

La mayor venta de armas

Estados Unidos ha cerrado con la monarquía saudí la mayor venta de armas de la historia a un solo país, valorada en 60.000 millones de dólares en un periodo de unos quince años. El primer paquete de armamento vendido asciende a 30.000 millones de dólares e incluye aviones de combate avanzados F-15SA. Con ello Washington pretende asegurar un contrapeso a Irán en la región.

Recientemente se ha conocido que Arabia Saudí alberga una base de drones de la CIA desde la que se llevan a cabo ataques contra suelo yemení que han dejado ya cientos de muertos y en los que están colaborando las propias fuerzas aéreas saudíes.

Son operaciones destinadas a practicar asesinatos extrajudiciales de presuntos terroristas cuya culpabilidad no se ha probado en ningún tribunal y que Washington impulsa también en otros países como Pakistán o Afganistán, donde ya han muerto decenas de civiles bajo las bombas de esos drones estadounidenses.

Lecciones de democracia

Que en Arabia Saudí no se respeten los derechos humanos más básicos, que no haya democracia ni voluntad alguna de caminar hacia ella por parte de las autoridades, no parece importar a la comunidad internacional occidental.

Que Riad acoja las interpretaciones más retrógadas y fundamentalistas del Islam tampoco es obstáculo para que nuestros gobiernos estrechen sus lazos de amistad con este país, primer productor mundial de petróleo y en realidad gran aliado de Washington desde que en 1957 el presidente estadounidense Eisenhower sellara con el rey Saud un acuerdo en materia militar.

La realpolitik y la política de pesos y contrapesos provoca este tipo de alianzas en el enorme tablero de ajedrez en el que vivimos.

Lo llamativo es que Washington y sus aliados -nuestros gobiernos europeos- se erijan en adalidades de la democracia y la libertad y en nombre de ellas invadan, ocupen y bombardeen países, impongan acuerdos económicos y exploten materias primas ajenas a través de pactos abusivos.

Y que en nombre de ellas pretendan dar lecciones a todos aquellos que no están dispuestos a ceder soberanía nacional en pos de voluntades e intereses ajenos.

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