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¡Eres libre, tonta!

Barbijaputa

Que la noche de la gala de los Goya fuera la más fría del año no iba a impedir que no se celebrara una costumbre tan sana como la de mujeres desfilando –con vestidos que las dejaban tiritando– para que el resto de la sociedad juzgara su aspecto.

Tuve la osadía de reconocer en Twitter que deseaba que algún día, por fin, fuera socialmente inaceptable que profesionales tuvieran que posar y exhibir su físico antes de entrar en un auditorio donde se premiaba su talento, como si su aspecto estuviera relacionado de alguna forma con su valía profesional, solo para que la sociedad las juzgara.

Más de uno (casualmente ninguna mujer) se enfadó muchísimo, alegando que iban así porque querían, nadie las obligaba, incluso mencionaban las cuentas de Twitter de las actrices presentes en la gala, para invitarlas a que fueran ellas mismas las que me lo explicaran. ¿Acaso yo no veía que las mujeres somos libres? Pero, por favor, si es una cosa obvísima.

Por ejemplo, las mujeres somos libres de envejecer y no retocarnos. Otra cosa es que los medios –incluso los que se autodenominan de izquierdas y dicen llevar en su ADN la lucha por la igualdad– se rían de ti por ello.

En la imagen: Madonna envejeciendo libremente.

¿Otro ejemplo? Porque hay muchísimos de nuestra libertad: las mujeres somos libres de no operarnos el pecho si no queremos; tonterías sin importancia es que luego se hagan ranking como estos con tus tetas.

Ranking de mujeres libres de tener el pecho pequeño.

Otro ejemplo clarísimo: las mujeres somos libres hasta de ir a campos de fútbol con otras mujeres. Luego está la pequeña inconveniencia de que, si el partido es televisado y le gustas al realizador, puede sacarte en primer plano para deleite del gentío o, también, que se utilice tu imagen para crear debate en redes sociales.

Mujeres anónimas siendo libres de ir a partidos de fútbol.

Pero ¿de qué nos quejamos en el fondo?, ¿qué es exactamente lo que queremos? A ver si es que somos un poquito exageradas. Porque si piensas en el famoso mantra del “eres libre”, te sientes –además– un poco idiota por preocuparte por tus kilos de más, tus tetas de menos o tus arrugas. Si es que es verdad, nadie nos obliga a nada y somos libres de usar todo lo que nos apetezca para conseguir el equilibrio perfecto entre lo que la naturaleza y la edad nos da y lo que la sociedad nos exige: maquillaje para el acné, tratamientos para las imperfecciones, operaciones quirúrgicas para disimular la edad, para poner donde nunca hubo o quitar de donde nunca debió haber. Tenemos todo un abanico de cosas libres que pagar libremente para estar como elijamos desde nuestra libertad.

Si es que, en el fondo, solo tenemos que andarnos con ojo y que todo parezca natural, espontáneo y obra de la genética porque, si te pasas o no llegas, serás más noticia –en los periódicos si eres Madonna o en tu barrio si eres Pepita la del 5º– por lo mal que has intentado arreglarlo que por lo estropeada que estabas (porque cuando envejeces te ‘estropeas’, no sirves, caput).

En la imagen, Uma Thurman “destrozándose” de manera libre.

Así que –y esto, métetelo en la cabeza– no solo has de estar joven, guapa y delgada, además has de mantenerlo a lo largo de tu vida sin dejar rastro de los malabares que hagas para conseguirlo.

Y en vez de protestar porque cada vez son más –y más jóvenes– las mujeres que se someten a este tipo de cirugías, respira tranquila y alegra esa cara, ¡que eres libre, tonta!

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