Born Again
En Born Again, uno de los cómics fundacionales de la virilidad crepuscular (o del tebeo cipotudo), Frank Miller escribió una historia negra y maravillosa sobre la voluntad inquebrantable de un hombre al que no le queda ya nada que perder.
Durante la primera parte del relato, Kingpin, un mafioso con tentáculos en las más diversas esferas del poder, se las apaña para arrebatarle todo a Daredevil, nuestro protagonista trágico. Le despoja de su amor, de su hogar, de su identidad y de su confianza. Luego, con el héroe ya roto, Kingpin ordena que lo maten, pero algo sale mal y Daredevil consigue escabullirse de los sicarios.
En una extraordinaria escena de resonancias operísticas, el villano, solo en lo alto de su rascacielos, se percata de que acaba de convertir un pequeño problema en una colosal amenaza. Porque “un hombre sin esperanza”, comprende entonces, “es un hombre sin miedo”.
Me pregunto si Pedro Sánchez conocerá ese cómic. Si lo conocerá Susana Díaz. Una cosa está clara: el actual PSOE no tiene nada que envidiar al mejor Frank Miller.
Pocos descensos a los infiernos han sido tan bien retratados como el de Pedro Sánchez. Recuerden aquella noche de domingo, justo después del día de autos, en que Sánchez, todavía con sangre seca en la crisma, se enterró vivo ante Jordi Évole y ante medio país. Recuerden cómo escarbaba en la tierra, con qué tesón se empeñaba en gritar al mundo que, en efecto, un hombre sin esperanza carece de miedo (formulación cuya equivalente española, indudablemente menos épica, sería “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”).
Aquella noche, el Daredevil del PSOE disparó contra grupos de comunicación, empresas energéticas, lobbys y millonarios. Lo hizo con una sonrisa, que es como amenazan los auténticamente trastornados. Lo hizo porque no tenía ya nada que perder, porque su carrera política ardía en lo alto de un vertedero, lanzando señales de humo negro a los que viniesen detrás. Lo hizo, en definitiva, porque Susana Díaz se lo había arrebatado todo. Solo que ella, a diferencia de Kingpin, no supo advertir el peligro.
Ahora Sánchez ha renacido, cumpliendo escrupulosamente las normas del relato, acto tras acto, giro de trama tras giro de trama. Si al PSOE lo escribiese Frank Miller, aquí terminaría la historia. Con Sánchez, de la mano de su esposa, caminando sonriente por las calles de Madrid, y el siguiente texto sobre su cabeza:
“Me llamo Pedro Sánchez. Nací en el barrio de Tetuán y estudié Empresariales. Vivo en España y hago lo que puedo por mantenerla limpia. Eso es todo lo que necesitas saber”.