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Cansado de Pablo, cansado de Pedro

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Igor Marín

Juegan el PSOE y Podemos, y digo juegan, a ver quién rompe la opción de un gobierno alternativo. Lo decía Isaac Rosa esta semana. No buscan soluciones sino excusas para conseguir un argumento. “Yo no he sido”, anhelan decir imitando a un niño que acaba de romper algo. “Han sido ellos los que no querían”, utilizaran como gran argumento y culmen de una política que es, precisamente, lo contrario a la política. Los unos y los otros. Como si la ciudadanía fuese una masa estúpida capaz de no ver que practican un juego de trileros en el que detrás de cada palabra hay algo escondido. Y todo en sala de prensa, sin hablar entre ellos. “Estaré encantado de recibir a Sánchez”, dice un elevado Iglesias. “No tengo problema en sentarme con Iglesias”, dice un esquivo Sánchez“. Y pasa el tiempo, y se sonríen a través del plasma. Y Rajoy, mientras tanto, lee el Marca satisfecho.

Reconocen en privado que tienen un ojo puesto en la investidura, pero que la estrategia está planificada para unas nuevas elecciones. Es decir, piensan en ellos, no en nosotros. Se lanzan guiños envueltos en puyas. O puyas envueltas en guiños. Pero la sangre que hacen no es en sus filas. Es en la de millones de votantes, esos de los que tanto les gusta presumir, que quieren un gobierno distinto, un gobiernos sin tantos hilos con el poder financiero, sin sedes registradas, sin “que se jodan” los parados, sin que los escraches sean necesarios. Un gobierno de verdad, con propuestas serias y factibles.

Pero no. Pablo y Pedro, Pedro y Pablo lo que intentan es desgastarse entre ellos para, en las posiblemente cercanas elecciones, arañarse votos el uno al otro. Buscan cómo echarse las culpas del fracaso que los dos pretenden. El PSOE, a quien pronto se le ha visto la jugada, porque su objetivo es poner a Podemos en la disyuntiva de votar en contra de un Gobierno de Sánchez en el que ellos no estarían. Podemos, experto en pintar líneas rojas, porque su objetivo es poner una valla tan alta a Sánchez para formar Gobierno que si la salta se mata en la caída y si no la salta será señalado como el culpable del desacuerdo. Y Rajoy, mientras, lee el Marca satisfecho.

Pedro le dice a Pablo, desde la sala de prensa, que primero el programa y después el reparto de sillones. Aunque a Alberto Garzón le ofreció un Ministerio antes de hablar. Pablo le dice a Pedro, desde la sala de prensa, que la plurinacionalidad es un línea roja. Aunque en Podemos el centralismo es la base y las direcciones del partido en Cantabria, Euskadi... están intervenidas por no obedecer al poder central. Y la confección de listas, donde realmente se decide quién representa al territorio donde se vota, se hizo desde Madrid. Pablo pide un imposible, la Vicepresidencia de un gobierno de coalición con más atribuciones de la historia, para que Pedro le dé un portazo. Pedro le sonríe mordiéndose la lengua y le dice que todo se puede hablar, pero que toca el programa. Y el tiempo pasa.

Mientras tanto, Mariano ha llegado a  páginas del Marca que ignoraba que existiesen, con deportes de chicas y juegos como balonmano o baloncesto. Y aprovecha para viajar por Europa y decirle a sus colegas que, como siempre, los partidos progresistas de España se sacaran los ojos entre ellos y él, aunque haya pasado momentos sobrecogedores, emergerá y ganará de nuevo. Y entonces, Podemos y el PSOE pelearán por el segundo puesto y se acusarán mutuamente de que la culpa de no ser primeros es del otro.

Si quieren pactar, que pacten. Y si no quieren, que no lo hagan. Pero que no jueguen al póker con la democracia. Quizás habría que quitar espejos y poner ventanas en las sedes de los partidos. Porque aunque algunos líderes están encantados de verse, en realidad no se han dado cuenta de que su sonrisa y su soberbia no tienen ningún motivo.

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