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Capitalismo de amiguetes

Antón Losada

Gracias a las informaciones publicadas en exclusiva por eldiario.es sobre los ya famosos correos de Miguel Blesa, esta semana hemos podido comprobar cómo funciona España de verdad. Lo primero que hemos aprendido ha sido una lección de Historia. Miguel Blesa, Luis de Guindos, José María Aznar, los consejeros Moral Santín, Bendía o Romero, Alberto Ruíz Gallardón o Esperanza Aguirre han estado viviendo claramente por encima de sus posibilidades. Pero usted no. Usted solo ha trabajado como un animal para llegar a fin de mes como podía mientras ellos cazaban osos en Rumania, colocaban parientes con la educación básica aprobada por los pelos, se prestaban unos a otros el dinero que a usted tanto le costaba ahorrar, o se repartían tarjetas de crédito en negro mientras coleccionaban arte o bebían vino del caro.

También hemos aprendido cómo lo que realmente hace funcionar España es la amistad. Los mails de Blesa ofrecen un acabado manual sobre cómo opera por aquí el llamado 'capitalismo de amiguetes'. Es sencillo. No esconde secreto o ciencia alguna. No tiene usted que acreditar preparación, carrera profesional o experiencia. Lo único que debe probar es una buena, entrañable y sincera amistad con el responsable político que deba regular su actividad, vigilar su negocio, repartir concesiones y recursos públicos y promover nuestros derechos. Ayuda mucho a fortalecer ese sentimiento haber contribuido generosamente a la campaña electoral, o estar siempre dispuesto a colocar a un pariente tonto o hacer un regalo caro y hortera.

En nuestro 'capitalismo de amiguetes cañí', los negocios se hacen al bulto, los miles de millones se cuentan de oído y las decisiones se toman con la desidia de quien sabe que serán otros quienes paguen sus consecuencias. Para triunfar realmente en el 'capitalismo de amiguetes' conviene demostrar mal gusto, ser bastante choni y gestionar la empresa o la Administración de turno pensando única y exclusivamente en el tamaño del bonus que se puede percibir a fin de año. Cuantos más accionistas, contribuyentes, trabajadores o clientes caigan reventados por el camino, mejor y más grande será la recompensa.

Caja Madrid no representa una excepción. Hay que reconocerlo. Somos una potencia mundial en 'capitalismo de amiguetes'. Así se rigen las grandes empresas en España y así se escriben sus relaciones con las administraciones. Miren en los consejos de de Telefónica, Repsol, Endesa u otra cualquiera. Comprobarán hasta qué punto España es el país donde todos quieren tener un millón de amigos y así más fuerte poder caciquear. Se privatizaron entonces las empresas públicas y se privatizan ahora los servicios públicos solo a beneficio de los amigos y solo porque es bueno para los amigos. Estamos en manos de piratas de lo público y nosotros somos sus prisioneros.

No ha sido el único descubrimiento de la semana. La fiesta no termina jamás en España. Primero descubrimos que un puñado de inversores en Bolsa y burócratas comunitarios sí están legitimados para exigir un cambio constitucional. Pero si lo plantean unos cientos de miles de catalanes, o vascos, o gallegos, resulta ilegal, ilegítimo, engorda, es pecado y además fractura a la sociedad. Luego descubrimos que invocando un mal acuerdo entre los medios para hacer preguntas tasadas al presidente, Moncloa ha impuesto otro peor dónde no solo dice cuántas sino quién pregunta. Una regalía que la prensa agraciada ha celebrado con champán. 'Capitalismo de amiguetes', constitucionalismo de amiguetes o periodismo de amiguetes. Es España, el país donde la exaltación de la amistad es arte.

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